Informe sobre el origen del año bisiesto.
POSDATA Digital Press | Argentina
Por Graciela Cecilia Enriquez | Escritora| Tallerista
Me dirigía a la parada de omnibús cuando me topé con algo singular. Me agaché y lo tomé. No sé, parecía un amuleto o algo así como un protector esotérico.
Luego de mirarlo y darlo vuelta de un lado y del otro, descubrí que era añejo y tal vez con algún poder ritualista. Comencé a sentir mucha intriga por saber que podría ser o para qué servía; lo guardé en el bolsillo de mi pantalón.
Retome mis pasos rumbo al colegio, ese día también me sentía nervioso porque tenía exámenes. Llegué. Toque mi pantalón por fuera del bolsillo y estaba allí, no lo había perdido, era real. Al regreso del primer recreo tuvimos la prueba, fue cuando olvidé lo estudiado, ya no recordaba nada. Una laguna mental se apoderó de mí e inconsciente, tomé aquel objeto raro de extraña forma, y sin que nadie me viera, le pedí que me dicte las respuestas. Así fui completando las preguntas que me asignaron hasta concluirlo, entregando mi examen. Desde ese momento, olvidé lo sucedido. El timbre sonó y salimos al recreo. Todo era normal, risas, amistades, juegos y preguntarnos entre nosotros como nos fue.
Llego la hora de regresar a casa, el autobús tardó y comencé a padecer un dolor agudo en mi estómago. Sentimientos extraños se despertaban dentro de mí queriendo salir a la superficie. No le hice caso, seguí esperando el colectivo. Mi malestar no desaparecía.
Mi dolor era tal que me provocaba irritabilidad al punto tal que un amigo cruzaba por allí y le contesté de muy mal humor.
En ese momento pasa un automóvil muy llamativo con una chica muy bella como dibujada en los cuentos de hadas. La que sin más me dijo— "¿te llevo?" Y sin pensarlo subí.
Solo al sentarme a su lado le contesté— “gracias". Le di mi dirección. Pero nunca llegué...
Fui despertando de un desmayo, o un sueño profundo con dolor de cabeza, aún sentía que me punzaba por dentro. Iba cayendo en cuenta que fui secuestrado, y vaya a saber donde estaba, solo entre cuatro paredes. Empecé a ver a ese lugar muy espeluznante. Me di cuenta de que también sufría de alucinaciones al creer ver seres no vivos. Fue en ese instante que toqué mi bolsillo y el amuleto que antes me dio suerte, esta vez, no me respondía.
Caí desmayado, el miedo penetró hasta en mis huesos, consumiendome de terror.
Entre mi malestar y el dolor de cabeza, no razonaba.
¡Menos podía estar lúcido!
Esta vez el extraño amuleto no me respondía y de repente la chica de rojo entró y lo que vi me hizo temblar de pánico.
Su cara había cambiado al mirarme, esta vez parecía una bruja, igual que aquellas que vemos en los cuentos, pero no los de hadas.
¡Si no me prometes que me servirás, no te volverá a responder— Exclamó la bruja!
No pude mirarla de cobardía, tampoco moverme. Sus susurros se hacían más intensos y me atreví con valor a abrir mis ojos. Y ya era una joven muy bella.
—¿Quién eres?, ¿qué quieres de mí y que te he hecho yo? No sé, como le pregunté tanto. Y se río y río ante mí
—¡Lo que tienes en el bolsillo me pertenece!— afirmó ella
— ¡Tómalo, yo lo encontré, no lo quiero! — contesté
— ¡No! ¡No jovencito!, ¡ya lo usaste, solicitaste un deseo y te cumplió! Luego volviste a pedirle otro, ahora tienes que pagar—exclamó firme ella.
Sonriendo le pregunté —¿cómo te abono?
—¡Prométeme que cuando te necesite por nada, ni nadie, te rehusaras a cumplir con tu promesa!
—¡No!, te aseguro que no me negaré. ¡Sácame de aquí!
Y el reloj giró sus agujas hacia atrás. Nada de lo anterior volvió a ocurrir.
El tiempo pasó, transcurrieron varios meses. Y un día aquel objeto se encontraba ahí, iba a tomarlo... Cuando regresó a mí la memoria, imágenes y todo lo que me había sucedido antes.
Respiré, suspiré profundo y continué mi camino. Si fue real o no, no lo sé, por las dudas no quise jugar con fuego y ya estaba llegando al colegio.
Mi rutina diaria continúa. Cada mañana cruzo y nada sucede. Al regresar a casa tomé el ómnibus y mientras viajaba vi desde la ventanilla un automóvil familiar que frenó frente al semáforo. Era conduicido por una mujer vestida de color rojo. Ella me saludaba riendo a carcajadas sin parar. ¡Existía! Todo entonces sucedió y mi destino estaba echado a la suerte porque en ese tiempo paralelo prometí que si me necesitaba, yo iba a estar ahí y no me negaría. Bajé y desde la puerta de casa seguía escuchando sus carcajadas. De pronto observé al girar hacia el micro un auto, y comenzó a tocar bocina intensamente. Se repetía esa misma escena: una mujer de rojo me volvía a saludar y su cara se trasformaba en un ser siniestro. Arrancó velozmente y yo caí en medio del jardín.
Me paralizó lo que viví y al tocar el bolsillo de mi pantalón pude sentir que el objeto que tenía forma extraña aún estaba ...