Emilce y sus memorias

«La casa ha dejado huellas profundas en la memoria de Emilce, que apenas podía dormir»

Mi mundo mágico08/04/2023 Graciela Cecilia Enriquez
  

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POSDATA Digital Press  | Argentina

Graciela Enrique

Por Graciela Cecilia Enriquez ||Escritora |  Poeta |Tallerista | Directora del Diario literario digital de Cuentos de Hadas y Fantasías.

Emilce llegaba del colegio a la hora de costumbre, pero ese día sería inesperado, fue la gran tarde que culminó con su vida — en sentido figurado—. la casa se encontraba oscura con las cortinas bajas y las luces apagadas. No había nadie junto a ella… Tal vez ningún ser vivo. Los cuadros colgaban inclinados, de la canilla del lavadero se escuchaba  caer gotas de agua, una tras otra. El silencio invadía cada rincón, la mesa aún tenía algunos platos con sobras, de la comida del almuerzo y dos vasos volcados con su contenido en el piso y cuál efecto espejo, reflejaban el rostro de Emilce en el Inmenso comedor. De pronto, los ruidos comenzaron a oírse desde lejos hasta precipitarse en su cabeza como caballo embravecido en su galope atrevido y peligroso. Únicamente se oía el estrepitoso murmullo de las gotas, cayendo tan ensordecedoras que sus tímpanos no lo resistían al punto tal que enmudecían  sus memorias. No entendía lo sucedido. Las sombras que corrían por doquier y espeluznantes sonidos en el sótano que se mezclaban al son del viento que se filtraba por la ventana de su habitación sin pedir permiso. De pronto, el teléfono de línea sonó casi emergiendo del abismo.

crédito:econet.ru

Emilce era una niña dulce y feliz, en su primera infancia, con padres amorosos, y una familia presente en cada acontecimiento importante para ella. Al cumplir ocho años, un cruel accidente golpea y atropella su inocencia sin avisar. Le arrebató su bien más preciado… Sus padres. Su presente era incierto, Los familiares más cercanos  viajaron a verla, pero sus compromisos laborales no les dejaban "tiempo libre" para ocuparse de la menor. ¡Nadie quería cargar con esa mochila! Era evidente que necesitaba  cuidados singulares  y con un valor relevante: amor, para superar la pérdida. No hubo alternativa, queda a cargo del estado y de asistencia social. Pasaron tres años, y el matrimonio Alonso reclama la tutela y logran su adopción al principio de la pubertad. Ya no era la niña bonita, feliz y protegida por padres que la amaban con sinceridad. Hoy, era una huérfana que llevaba angustias y penas prendidas a su corazón. Entonces fue cuando — “La casa ha dejado huellas profundas en la memoria de Emilce —, que apenas podía dormir”. Luego de aquellos inevitables acontecimientos, durante esa tarde se estampa nuevamente con la realidad y, tal vez, no tan real. Sus padres  adoptivos nunca se imaginaron tal situación de trance sobrenatural en la jovencita. Pronto su mundo se redujo a un cuarto, en el hospicio, para gente que perdió parte o definitivamente la razón. Esa falta de cordura la acompañó toda su adolescencia y así vivió, encerrada tras aquellas puertas invisibles de locura, entre fantasmas de otras dimensiones  que la miraban aturdidos más allá de los límites de su cordura. Al final, un día despertó, y así como el destino se llevó a sus seres queridos perdió su mente en algún plano paralelo. Nada quedaba de aquella inocente niña, regresó del vacío más oscuro y abismal, para enfrentar la casa que heredó de sus padres adoptivos.

 

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