Tapabocas

Si lo que buscaban era callarlos, ya ven lo fácil que fue.

Opinión - Sin ojos que los miren 10/04/2020 Juan Botana
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Lic Juan Botana Por Juan Botana | Lic. en comunicación | Escritor

Si lo que buscaban era callarlos, ya ven lo fácil que fue. La cosa más sencilla del mundo. No había más que desatar una pandemia a escala mundial y listo. Sin abonar a ninguna teoría conspirativa en curso y como se pregunta Osvaldo Baigorria en su blog, que del reguero de revueltas y manifestaciones masivas del 2019 (Hong Kong, Chile, Francia, Cataluña, Ecuador, Bolivia, Colombia, Líbano, Irak y Haití) se haya pasado al estado de cuarentena global, con toques de queda incluidos en algunos países en lo que va del 2020, resulta al menos conveniente. Una relación de causa-efecto entre esa insubordinación global y la emergencia del coronavirus no es condición suficiente, pero si necesaria para lograr el objetivo. Que millones de insatisfechos-revoltosos se queden en sus casas mirando lo que quieren que vean en cadena nacional y por televisión. Y para eso no hicieron falta más carabineros ni gases lacrimógenos ni satisfacer ninguna demanda, si no un virus invisible que se traslada de persona a persona y que permanece en la superficie por más de 2 o 3 días y su contagio puede ser mortal.

Porque a los gobiernos y a los sectores de poder les gusta la gente reclamando en las calles cuando no son gobierno. Y cuando son gobierno piden que se queden todos calladitos en sus casas apoyando, porque cualquier disidencia podría ser aprovechada por la oposición. Y la oposición siempre es algo peor: los milicos, la derecha, las mafias, los chorros, los narcos, los pobres o el comunismo. Todas cosas que atentan contra la democracia que tanto nos costó conseguir y que tarde o temprano nos va a dar lo que deseamos la gran mayoría: un oficio o profesión, una casa, un auto, educación, una jubilación, trabajo, salud, comida, tiempo libre, amor, cultura y viajes. Y con suerte el 20% lo logra y los demás se la pasan corriendo atrás de un mejor trabajo, una familia más feliz, un crédito impagable o una medicina privada, que ahora que la necesitan no los piensa atender y menos si tienen más de 50 años. Y con suerte van a terminar aislados en un hospital de campaña. De esos que están armando para cuando se desate el pico de la pandemia. 

Como si este virus, aun con sus efectos disruptivos en las ganancias de las corporaciones, fuese mandado por el cielo de Oriente para que los Estados (el chino en primer lugar, y luego los demás) pudiesen aplacar la protesta y extender a un nivel inédito la vigilancia y el control sobre sus poblaciones y sus cuerpos. Y quizás después de este experimento, el mundo esté listo para revelarse en serio y los sufridos de antes de la pandemia, si es que quedan vivos o con ganas de luchar por sus derechos, ahora sean más. Y la tortilla un día se de vuelta. Y en vez de ser el 20% los que logran sus deseos y derechos estén más cerca del 80%. Porque lo ideal sería una sociedad sin pobres ni ricos, si no de clase media. Porque el problema no es la pobreza, sino la distribución de la riqueza. Y en eso el Estado y los que tienen mucho, tienen que ceder. Y si no habrá más revueltas. 

Excepto que nos volvamos todos asintomáticos. Porque la situación era insostenible a nivel mundial ante de la epidemia. Sin cuestionar la medidas de seguridad para protegerse de un virus letal al que todos somos vulnerables, pero que sin querer los beneficia. Y la pregunta: ¿A quién le sirve? que nos enseñó Jauretche flota en el aire otra vez, como el coronavirus parece, mientras nos decían que no usemos tapabocas.  


 

 

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