L'État, c'est moi («el estado soy yo»)

Debemos preguntarnos que sistemas funcionaron mejor en todas las sociedades del mundo.

Opinión - La columna de Eduardo 21/04/2020 Eduardo Servente
L’Etat c’est moi (el estado soy yo)
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POSDATA Digital Press | Argentina

Eduardo ServentePor Eduardo Servente | Ingeniero civil

Salí del trabajo, caminé por la vereda hasta la parada y tomé el colectivo, anduvo por varias avenidas hasta llegar a donde me tenía que bajar, esperé el semáforo y crucé la avenida y luego caminé dos cuadras hasta llegar a mi edificio, llegué a casa, quise prender la luz, palpé la perilla, accioné y se encendió la luz. Ya iluminado pude caminar, dejé las llaves, vacié los bolsillos, me saqué la campera y fui al baño para lavarme las manos, giré la llave y salió agua por la canilla, me enjaboné bien y prolijo, me enjuagué y vi como el agua sucia corría por el lavatorio hasta el desagote, me sequé y volví a la cocina, encendí la hornalla y en ese fuego parejo puse agua a calentar para tomar unos mates.

Un relato muy simple de una vuelta a casa después de un día de trabajo. Quise graficar con este simple y rutinario hecho un ejemplo para preguntarnos cuántas veces aparece el estado en el párrafo.

Aparece en la vereda por la que caminé, en la parada del colectivo, en las varias avenidas, en el semáforo, en las dos cuadras que caminé, en la luz que se encendió, en el agua en la canilla, en la que se escurre por el desagote, en el fuego para calentar el agua del mate.

El estado aparece en nuestras vidas modernas constantemente, porque es una de las herramientas para la organización en sociedad.

Aparece en la educación, en la salud, en la justicia, en quienes hacen las leyes, en quienes recogen la basura, en infinidad de situaciones.

El estado es la forma de organizar nuestra vida en sociedad. Desde las primeras tribus el ser humano intentó organizarse para vivir en comunidades y centralizaba tareas o funciones en pequeños grupos de dirigentes que actuaban o servían a toda esa comunidad. El Imperio Romano es el que organiza la sociedad tal como la vivimos hoy con un estado que se ocupa de las necesidades básicas y generales de la población, desde la provisión de agua, el diseño de carreteras, servicios sanitarios, lineamientos de la educación, impartición de justicia, creación de leyes y hasta la defensa y ataques bélicos de los ejércitos.

Si hacemos algo de historia veremos que los feudos eran pequeños estados que eran manejados por el señor feudal quien recaudaba impuestos de sus súbditos. El absolutismo unificó los feudos detrás de una figura real todo poderosa hasta llegar al extremo de la famosa frase del rey Luis XIV de Francia que dijo: “l’Etat c’est moi” (el estado soy yo) aparentemente manifestada en 1655, y de hecho manejaba de manera absoluta todo el estado. Con la Revolución Gloriosa a finales del siglo XVII y finalmente la Revolución Americana y la independencia de los Estados Unidos en 1776 cambió el manejo del estado, pero no su concepción y utilidad. Al día de hoy han llegado varias corrientes. Aquel absolutismo en el manejo del estado cada tanto aparece en la historia y constantemente fracasa en sus objetivos, en el siglo XX lo hemos visto repetidas veces bajo el nombre de nacionalismo, socialismo, comunismo o populismo, todas esas corrientes de alguna manera centralizaban el manejo total del estado y fracasaron una y otra vez.

Por eso es necesario aclarar que una cosa es la organización de la mayoría de las funciones del estado y otra muy distinta es la ejecución de esas funciones.

Esa es una de las diferencias básicas y elementales de las distintas corrientes políticas en boga.

Es decir, todo lo que enumeramos y más que es responsabilidad del estado se puede realizar de distintas maneras y esas son las diferencias ideológicas de nuestra vida moderna.

Está claro entonces que lo que llamamos estado es algo inherente a la vida en sociedad. No se puede negar la existencia del estado si pretendemos vivir organizadamente. El estado existe y la diferencia se plantea en cómo se debe manejar ese estado.

Existen muchas tendencias y lo inteligente es analizar cuál es la mejor manera de organizarlo en beneficio de la vida de esa sociedad.

Veamos como ejemplo ese semáforo que esperé para cruzar la avenida antes de llegar a casa, el gobierno, municipal en ese caso, notó que en ese cruce de la avenida con la calle por la intensidad del tránsito hacía falta una señal lumínica que ordenara los cruces. Antes de avanzar habrá que ver si notó la necesidad por estudios de tránsito propios de la municipalidad o bien contrató esos estudios a profesionales independientes que así lo determinaron; luego, una vez decidida su instalación tuvo que analizar de cuánto tiempo era el corte para una vía y la otra, donde colocarlo, donde pintar las cebras de cruce peatonal y la líneas de Pare, y nuevamente ese estudio se pudo hacer con personal de la municipalidad o contratar a terceros; ya confeccionado el proyecto y aprobada la partida presupuestaria había que contratar la instalación y otra vez se debe tomar la decisión si lo proveería la misma municipalidad que podría tener en su organización la fabricación de semáforos y pintura de calles, o bien hacer una licitación y contratarlo a algún privado que le interesara hacer el trabajo.

Ese ejemplo lo podemos extender a cada pequeña cosa de la vida en sociedad, desde la provisión de seguridad, o la salud o la educación hasta lo más pequeño que el lector pueda pensar. Solo basta mencionar el ejemplo de varios años atrás, en la década de los ’80, donde nuestro país casi tenía más empresas estatales que los grandes países comunistas como la Unión Soviética, el estado era dueño hasta de un bar bailable en la ciudad de Corrientes. Eso solo es a modo de ejemplo para permitirnos dimensionar hasta donde se puede llegar.

Como Luis XIV que decía que el estado era él (L’Etat c’est moi) estos gobiernos nacionalistas, socialistas y populistas que buscan tener el control absoluto repiten errores que la historia ha enseñado y el hombre no se ha cansado de ceder su libertad.

Ejemplos en el mundo hay muchísimos, basta con preguntarnos y mirar cómo les ha ido a los pueblos con mayor libertad y cómo les ha ido a aquellos con mayor control.

Pero para los defensores de las ideas de izquierda o nacionalistas, las cuales nadie lo dice, pero sucumbieron por su propia inutilidad hacia finales de la década de los ’80, vuelven constantemente con discursos aparentemente renovadores y buscan de convencer a pueblos prometiendo seguridad que no pueden brindar, y en estos momentos de pandemia le echan la culpa al sistema económico triunfante del capitalismo basado en la libertad enturbiando y confundiendo la visión de un mundo en emergencia y nuevamente prometiendo soluciones que no se pueden dar sin libertad.

Volviendo al tema inicial, la decisión que debe tomar cada sociedad es hasta donde el estado debe controlar y hacer. El estado es necesario pero la cuestión es su tamaño.

A eso me refiero cuando hablo de analizar las experiencias vividas por el ser humano a través de su historia. Nos debemos preguntar sin confusiones qué sistemas funcionaron mejor en todas las sociedades del mundo.

Debemos preguntarnos si es real la seguridad que nos promete un estado mal llamado paternalista que dice que nos protege y nos brinda soluciones, o si es mejor un estado que nos permite desarrollarnos libremente y cubrir nuestras necesidades entre todos y ese estado solo se muestra presente en la organización de ese libre desarrollo de las partes.

No nos engañemos, l’Etat c’est moi lo dijo Luis XIV, un rey absolutista francés del siglo XVII, pero ese sentimiento está en el alma de muchos dirigentes y nos transforma a todos nosotros, simples contribuyentes que mantenemos sus caprichos, en súbditos con muy poca libertad, con poca posibilidad de desarrollarnos y sin duda en un mundo infinitamente peor que el mundo de la libertad.

Y agrego finalmente un llamado de atención, en estos momentos que el mundo está viviendo es cuando más tenemos que defender nuestra libertad porque es cuando más riesgo tenemos de perderla.

 

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