POSDATA Digital Press | Argentina
Por María Beatriz Muñoz Ruiz
Uno de los problemas del falso mundo en el que vivimos es que algunos ponen a demasiada gente en un pedestal más alto que el suyo, otros se ponen ellos en ese cimiento y se creen intocables, y otros hacen creer que ponen en un estrado al alguien, pero se han dado cuenta de que estando abajo se ve el mundo mejor y arriba la estupidez se ve también mejor.
Pero, a pesar de ser el mundo tan feo y egoísta, también descubres gratamente que no todo el mundo desea estar en ese pedestal, descubres que hay gente que piensa igual que tú y desean estar abajo, vivir la vida disfrutando esos pequeños instantes; porque… no nos mintamos, la vida son instantes que pasan y desaparecen.
Muchas veces nos consolamos pensando que esos instantes se convierten en recuerdos imborrables, pero… ¿para cuándo deseas recoger esos recuerdos? ¿para cuándo seas mayor? Entonces, tal vez, hayas perdido esos recuerdos.
Después llega a mi cabeza la respuesta a todas esas divagaciones; vivir el momento y olvidar retenerlo, olvidar que al día siguiente vas a despertar en un nuevo día, olvidar que nuestros días están programados, olvidar los planes a largo plazo, porque puede que la vida te los quite.
Después de escribir esto, siento que mi mundo ha cambiado tanto… Me encuentro pasando el verano en casa de mis padres, miro al frente y veo demasiadas fotos que me recuerdan lo diferente que era el pasado, mi pasado, ni mejor, ni peor, pero sí muy diferente; mi foto de cuando me disfracé de muñeca en el cole con tan solo seis años, una Navidad en la que aún vivía mi abuelo, una foto de mi boda, de mis mellizos con un añito…
En ese instante miro al espejo que se halla situado sobre la chimenea y veo reflejados los cuadros que adornan el salón; yo quiero estar ahí, en uno de esos paisajes de postal, en uno de esos lagos inmensos, rodeados de árboles nevados desde los que se pueden ver las montañas, o tal vez; en ese bosque lleno de paz y adornado de hermosos rayos de sol que se filtran entre las ramas de los espesos árboles.
Pero todo es fantasía, mis dedos teclean en este mundo, un mundo lleno de asfalto, de ruido, cronometrado al milímetro, un mundo que no permite que te escondas, un mundo que no sabes cuándo va a dejar de ser seguro, o cuando va a cambiar solo para ti. Porque, a veces, el mundo solo cambia para ti, tu vida se desmorona como un castillo de naipes a consecuencia de un acontecimiento que para el resto no significa nada, o quizás, tu vida se vuelve maravillosa, pero al mundo sigue importándole bien poco, ¿pero sabes por qué? Porque eres insignificante; una pequeña y diminuta partícula del universo que puede desaparecer y todo seguiría igual, así que no os confundáis, en este mundo todos ocupamos el mismo pedestal, todos estamos hechos de carne y hueso, todos sufrimos una pérdida, todos sentimos dolor, y todos hemos deseado en algún momento de nuestras vidas no haber existido.
Bueno, suspiro y dejo de mirar el paisaje, olvido las fotos, miro mis dedos mortales tecleando, cierro los ojos y me dejo llevar por la música celta que me traslada a otro lugar, y entonces pienso en lo poderosa que es la mente y lo ciegos que deseamos estar para no darnos cuenta del teatro que representa este mundo y lo poco que podemos cambiarlo.
Jamás vayáis contracorriente u os llamarán locos, jamás demostréis la tristeza que alberga vuestro corazón o se alejarán, y jamás le digáis a nadie que la vida puede hacer que no veas el siguiente amanecer, porque te llamarán agorera.
Así que, cuando te despiertes mañana, piensa que has visto un nuevo día y que, por suerte, el universo a respetado tu plan… por ahora.