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Por María Beatriz Muñoz Ruiz
¿Por qué no podemos hablar los seres humanos con el pensamiento? si los científicos dicen que nuestro cerebro es tan poderoso, ¿por qué tenemos que usar la palabra? ¿por qué se nos puso tan difícil para comunicarnos?
Muchos entendidos pueden hablar y hablar durante horas sobre el desarrollo del cuerpo humano, sobre sus necesidades y miles de términos técnicos que ni tú ni yo entenderíamos, pero como yo no soy ninguna científica, os voy a dar mi teoría, una teoría que de científica tiene bien poco, más bien está salpicada por rasgos filosóficos, pero filosóficos personales, no de esos cuyas palabras necesitas buscar un diccionario para entender, mi teoría es de esas que no entiendes ni con diccionario ni sin diccionario, o quizás, entiendas mi punto de vista y lo compartas conmigo.
El caso es que, si nos comunicásemos entre nosotros por el pensamiento, la raza humana se habría extinguido hace miles de años; imaginad que todos supiésemos lo que piensan los demás, y los demás supiesen lo que pensamos de ellos; porque, queridos amigos, nadie estamos libres de pensamientos impuros, y ahí entra la palabra que ha salvado al mundo: Hipocresía.
Muchos la veréis como algo negativo, no os lo niego, lo es, pero gracias a la hipocresía no decimos lo que pensamos, no arruinamos la felicidad de los demás, gracias a la hipocresía, mantenemos a nuestros amigos, maridos, hijos, y demás personas que forman parte de nuestro circulo. Algunos seguro que siguen negando esta verdad, así que a ti te pregunto: ¿alguna vez has conocido a alguien a quien te hubiera gustado arrancar la ropa y disfrutar de una noche loca llena de placer? ¿alguna vez no has deseado saltar sobre alguien que te crispa los nervios para practicar un ratito boxeo con su cara? No me digas que jamás has sonreído a alguien a quien te hubiera gustado mandar bien lejos, no me digas que no has omitido tu opinión porque era demasiado peligroso decir lo que realmente piensas, no me digas que no finges seguir al rebaño porque está mal visto ir en dirección contraria.
Todos nos creemos los mejores, los más buenos, los más ecologistas, los mejores padres, hijos, amigos… ¿pero realmente lo somos? Pues no, y quien piense lo contrario, igual cuando muera, empieza a sentir calorcito, se da cuenta de que encima de haber salvado la hipocresía a la humanidad, también lo salvó del aburrimiento del cielo.
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