POSDATA Digital Press |Argentina
Por María Beatriz Muñoz Ruiz | Escritora | Poeta| Columnista Internacional
En esta vida, todo parece tener sentido hasta que el mundo te zarandea y te demuestra lo débiles que podemos llegar a ser, lo rápido que pueden cambiar nuestras prioridades, lo insignificantes que pueden parecer nuestros problemas cotidianos.
Hace poco anuncié en las redes sociales que, después de un tiempo sin estar activa, volvía de nuevo pisando fuerte, con una nueva novela y con nuevos proyectos. La vida de los escritores puede parecer desde fuera, algo bohemia, pero nada más lejos de la realidad, lo que me mantuvo alejada de las redes sociales, de los periódicos, de mi revista y de todo el mundo, fue mi hija.
Todo quedó en un susto, pero menudo susto; cuando tu hija, sin ningún motivo aparente, se queda sin visión de un ojo y tiene que ser ingresada en el hospital para hacerle pruebas; aunque se intente se positiva, siempre te pones en lo peor, siempre temes que te den una mala noticia, te repites una y otra vez que todas las pruebas están saliendo bien; pero el miedo, ese miedo que te paraliza no es otro que el hecho de que le pueda pasar algo a una de las personas que más quieres en este mundo. No os dejaré con la incógnita, se ve que simplemente fue una jaqueca oftalmológica prolongada, o algo así nos dijeron, ya que a la semana recuperó la vista y todas las pruebas dijeron que estaba perfecta.
Pero mi primer pensamiento cuando pasó, fue: “si le pasara algo, me moriría” y es que sin mis hijos no quiero habitar este mundo, porque el mundo es feo o hermoso según quien lo mire y como se mire. Cuando todo estaba en el aire, directamente mi mundo dejó de existir, me encontraba como en un limbo sin nombre, una zona en la que estás a punto de decidir si merece la pena vivir o no.
Cuando nos dijeron que todo estaba bien, el sol salió, mis pulmones volvieron a llenarse de oxígeno, deseaba celebrarlo, sonreír, volver a mi trabajo y ver a mis compañeras, agradecerles todos esos mensajes de apoyo, agradecerles que en esos momentos me hiciesen sentir que, aunque yo me sintiera en un limbo, ahí afuera había buena gente que se preocupaba.
Ellas no saben lo importantes que fueron esos mensajes, no saben que un simple mensaje hacía que me mantuviese unida a la tierra, no saben que un mensaje, supone un pensamiento, y un pensamiento supone su tiempo, pero lo que no saben, es que el tiempo es el mayor regalo que alguien puede recibir, porque el tiempo es irrecuperable, y en este mundo de locos, donde vamos corriendo a todos lados, que me dedicasen en esos momentos tan difíciles ese pensamiento, supuso mucho para mí. Gracias a todas mis compañeras del Corte inglés de Genil, y Desigual, gracias a mi jefa por su comprensión, su humanidad y su ayuda, porque en esos momentos necesitas que te digan que todo va a estar bien, que olvide lo demás y no me preocupe por nada. Gracias a todos los que estuvieron ahí cuando mi mundo parecía derrumbarse.
Y sí, muchas veces te tienen que dar, de vez en cuando, alguna ostia para que tus prioridades se reorganicen, porque los humanos somos así de estúpidos, nos dejamos envolver en ese bucle agitado de vida y solo aprendemos cuando caemos; entonces, es cuando nos erguimos más sabias y felices, porque así es la vida, y ahora brilla el sol en la mía.
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