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POSDATA Digital Press | Argentina
Hay muchos tipos de amistad, y uno de ellos florece a través de la admiración mutua. Un ejemplo fue la relación de dos grandes personalidades del siglo XX. Posiblemente, dos de las más representativas de esta época. Ambos eran judíos y aunque no entendían demasiado las profesiones del otro, trazaron un vínculo muy interesante.
Albert Einstein y Sigmund Freud se encontraron solo una vez en sus vidas. Fue en 1927, cuando el primero, de 47 años, decidió visitar a Freud cuando este último contaba ya con 70 años. Un amigo le había recomendado hacer terapia, pero el padre de la relatividad expreso que, en realidad, prefería quedarse en la oscuridad de quien nunca se ha psicoanalizado.
Eso no evitó que ambos conectaran mutuamente, como suelen hacerlo las mentes dominadas por la curiosidad. Sigmund Freud tampoco sabía nada sobre física, pero era conocedor de que ese hombre de cabellos extraños tenía muchas semejanzas consigo mismo. Era otro pionero en su campo del saber y ambos se alzaban, de algún modo, como precursores de la ciencia en ese siglo tan convulso.
Sin embargo, no fue solo ese aspecto el que les unió en una significativa amistad. Fueron sus visiones similares sobre la naturaleza humana y la necesidad de combatir la violencia lo que trazó en ellos una sintonía intelectual que ahora recordamos.
“¿No comparte el sentimiento de que se podría lograr un cambio mediante una asociación libre de hombres cuyo trabajo y logros previos ofrecen una garantía de su capacidad e integridad?”.
-Carta de Einstein a Freud-
Albert Einstein y Sigmund Freud, una amistad filosófica
Si conocemos los detalles de la amistad entre Albert Einstein y Sigmund Freud es por el libro The Invisible Century, publicado por Richard Panek en el 2009. En este trabajo se nos transmite una interesante metáfora. Ambos gigantes del saber trabajaron en dimensiones altamente complejas que escapaban a nuestros sentidos. Sus aportaciones pertenecían al reino de lo intangible.
Cada uno de ellos dedicó su vida a entidades invisibles: Freud a la psique humana y Einstein a la relatividad, concepto este último que nos sitúa en ideas del todo imperceptibles como el espacio curvo o la cuarta y la quinta dimensión. Durante mucho tiempo, las teorías de ambos se concibieron como meras especulaciones.
Sin embargo, el tiempo hizo que sus aportaciones fueran una base decisiva para el avance de la ciencia de la psicología y de la física, respectivamente. Era casi imposible que el uno no se sintiera interesado en el otro y viceversa. Ese interés mutuo los llevó a intercambiarse más de una carta con la que profundizar en aspectos filosóficos y psicológicos.
Ambos habían sido exiliados de sus países por el avance de Hitler y se debatían en una misma angustia. En unas mismas dudas existenciales relativas a la guerra, a la violencia y la irracionalidad humana. ¿Qué solución podían tener aquellas dimensiones tan inherentes al comportamiento de las personas?
“Admiro mucho su pasión por averiguar la verdad, una pasión que ha llegado a dominar todo lo demás en su forma de pensar. Usted ha mostrado con irresistible lucidez cuán inseparablemente ligados están los instintos agresivos y destructivos en la psique humana con los del amor y el deseo de vivir”.
-Carta del 29 de abril de 1931, de Einstein a Freud-
La invitación de Einstein a Freud al Comité Internacional de Cooperación Intelectual
El Institute for Intellectual Cooperation se creó en 1922 con un objetivo: reunir a científicos, intelectuales, profesores, investigadores y artistas a debatir sobre cómo mejorar el mundo. A raíz del avance del nazismo en Alemania, eran comunes las reuniones para profundizar sobre los riesgos de dicha realidad.
En 1931, Einstein invitó oficialmente a Freud a dicho evento. Había leído sus trabajos, tuvo un encuentro con él en 1927 y lo consideraba como la figura más preparada para profundizar en las raíces de la violencia. Lo admiraba y deseaba conocer sus ideas al respecto sobre lo que estaba sucediendo en Europa.
La pregunta que le propuso debatir fue la siguiente: ¿es posible promover la evolución mental del hombre para combatir la psicosis del odio y la destructividad? La respuesta que le dio Freud no pudo ser más interesante. “Toda mi vida he tenido que decirle a la gente verdades que eran difíciles de tragar. Ahora que soy viejo, ciertamente no quiero engañarlos”.
Lo que pudiera decir en aquel evento no sería, por tanto, nada alentador. No quería amargar aquella reunión con su pesimismo, así que declinó la invitación. Sin embargo, a raíz de aquella propuesta se inició entre ellos un interesante intercambio epistolar.
“La pregunta que me planteó: ¿qué se debe hacer para librar a la humanidad de la amenaza de la guerra? Me tomó por sorpresa. Y, a continuación, me quedé estupefacto al pensar en mi incompetencia en este tema; porque esto me pareció más un asunto de política práctica”.
-Freud a Einstein, 1922-
La carta en la que debatieron sobre la guerra, los gobiernos y los intelectuales
Uno de los temas más recurrentes de conversación entre Albert Einstein y Sigmund Freud fue la guerra. El padre de la relatividad se lamentaba, en una misiva del 1931, de que las sociedades modernas apenas prestaban atención a los intelectuales. Por lo general, las figuras más significativas en áreas del saber tienen un impacto significativo en la esfera política. No son escuchados, le explicaba a Sigmund Freud.
Los líderes políticos, según Einstein, basan su poder en la fuerza, la irracionalidad y la violencia. Es así como dominan a las masas, explicaba en sus cartas. Nadie que se comporte de este modo debería ser representativo de un pueblo que, a duras penas, intenta defender y ensalzar los principios morales e intelectuales.
Sigmund Freud le respondió a su amigo de manera interesante e inspiradora. Según el padre del psicoanálisis, la irracionalidad lleva a la violencia, y lo peor que puede suceder es que varias mentes irracionales se unan. Es entonces cuando se vuelven más fuertes y adquieren esa hegemonía tan dañina para cualquier colectivo.
“La inclinación a la agresión y a la destrucción forma parte del ser humano: las innumerables muestras de barbarie que jalonan la historia y la vida cotidiana no hacen más que confirmar su existencia”.
-Sigmund Freud a Albert Einstein, 1931-
Dos activistas por la paz
Albert Einstein fue durante toda su vida un ferviente activista por la paz. Conocido es su escrito de 1932 para un simposio en el que hablar sobre la inevitable guerra que se avecinaba en Europa. “A menos que nuestra civilización logre la fuerza moral para superar este mal, está destinada a compartir el destino de civilizaciones anteriores: decadencia y decadencia”.
Como bien dijo en un momento dado, esa necesidad por combatir la irracionalidad humana, le fue reforzada por Sigmund Freud. Lo definió como un buscador de la verdad, como alguien que, fiel a sus convicciones, intentó dilucidar el porqué de la conducta de las personas.
Albert Einstein y Sigmund Freud conservaron su amistad hasta septiembre de 1939, momento en que el padre del psicoanálisis falleció y estalló, a su vez, la Segunda Guerra Mundial. Un periodo que ambos intelectuales ya avanzaron y que nadie pudo evitar.
Fuente:la mente es maravillosa
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