Informe sobre el origen del año bisiesto.
POSDATA Digital Press| Argentina
Por Graciela Cecilia Enriquez| Escritora| Tallerista| Socia de SADE (Lomas)
Aquel lugar era espantoso y siniestro. Se escuchaban voces sin sentido y lenguas que se movían sin saber realmente qué decían. Ximena tuvo que entrar allí obligada por una crisis neurótica, que la llevó a desconectarse del mundo real y cometer daños corporales así misma. El tiempo pasó y Ximena parecía recuperarse, el estrés, las preocupaciones y su juventud inmadura la hizo entrar en una enfermedad que no se veía, y la consumió al extremo de salirse de la realidad y de la razón. Aunque parezca tan contradictorio, los hombres vestidos de una eterna locura y demencia, aquellos que vivían allí desde años; algunos desde que el nosocomio abrió sus puertas. Sin embargo, ellos pudieron ayudarla sin saberlo, a entender su realidad, no real. Y entonces, queriendo devolverles un poco de su loca amistad, volvió de esa oscuridad mental, convertida en una gran profesional, en una médica psiquiátrica. Y como si el destino ya tuviera escrito algún designio, volvió allí después de varios años, como la doctora Ximena. Volviendo a pisar las mismas huellas que dejaron sus pies en aquel oscuro lugar. Camino lenta y ansiosa por los pasillos y laberintos de los pabellones inmensos, fríos, e insensibles en el cual ella misma estuvo encerrada, sin libertad física, ni mental. Puso su confianza al alcance de esos hombres y mujeres a su disposición, comenzó a verlos uno por uno, los escucho y los mimo, haciéndolos sentir humanos después de mucho tiempo. Pasaba las horas de trabajo a su lado, por este mismo motivo no se casó, no tuvo hijos ni albergo nunca en su alma, la meta de una familia. Sí, estuvo en pareja, pero al parecer nunca le resultó, su vocación pudo más. Encontró que al entrevistar a sus pacientes, algunos ya los conocía, los que continuaban llevando sobre ellos los vestidos de eterna locura y demencia. La cordura huyo de ellos hacía años ya, por lo que no la reconocieron y... una chispa entro en él, alguien que si, se acordó de ella y se despertó.
Pasaron semanas y más semanas las que se sumaron a partir de ese primer día, y él... regresó de un agujero profundo y tenebroso, oscuro y frío, completamente desesperanzador. Es que el amor, que es un mágico sentimiento universal, calentó su corazón y este calor lentamente hizo funcionar sus neuronas, las que durmieron en un tiempo casi eterno. Un día que ella entraba al hospicio, el que ya parecía su casa. Xavier la enfrentó, le hablo con lucidez y claridad de sus sentimientos por ella, aunque ella era su doctora y él su paciente. Esto no lo hizo retroceder. Ella sabía, sospechaba de lo que sentía y que llevaba así un tiempo. En aquel lugar la vida transcurría en estado vegetal, sin memoria, ni recuerdos, no existían las horas, los días ni meses, todo era muy rutinario. A veces algunos volvían por un corto plazo y otros no, cuando se creía que podían regresar por más tiempo, volvían a encerrarse en sí, otra vez, para ingresar en esa oscuridad que les chupaba irónicamente y sarcástica el pensamiento. Xavier enfrentó estas pruebas con valor y coraje, lo hacía por amor... Amor por ella y solo por ella salía de su invalidez mental rápidamente. Ese calor que fluía por su sangre, como mariposas, revoloteando en su interior. Ella lo miró y entendió que si lo rechazaba podría no volver nunca más a la realidad, real del mundo. Rechazando la posibilidad de una vida junto a alguien que la entendía y que ella lo entendía. Un futuro tranquilo en familia la esperaba. Y un sí rotundo salió de su boca, temiendo igual a lo incierto de aquella pareja. Una recaída, sería crucial para los dos. ¿Cuál era la necesidad de un amor a estas alturas? Así los encontró dando el sí en la capilla del hospicio. Al principio todo era normal, lindo, y un cierto encanto los arropaba. Vivieron felices por unos años con la llegada de una hijita, la criaron y educaron como pudieron y se convirtió en una bella señorita. Una noche que Xavier fue a buscarla al trabajo, un ruido estalló muy fuerte dentro de su cabeza y una crisis de la nada surgió y salió su irremediable enfermedad a la luz. Ella no lo soporto, no reacciono al ser abandonada por esta cruel realidad, que apresaba a su amor entre las rejas de un psiquiátrico.
Sin más, y sin darse cuenta, ella se perdió con él. Parecía que sus vidas les jugó a ambos una mala pasada, que se le reía en la cara, y la desafiaba como diciendo "No lo lograste". Quedaron los dos definitivamente confinados entre esas rejas, recluidos para siempre, allí mismo, con los hombres y mujeres vestidos de locura y demencia. Lo mágico que sobrevivió, aunque no lo parezca, fue el amor. Juntos, tomados de las manos iban de aquí para allá, se cuidaban y protegían a su manera. La niña creció con sus abuelos maternos, y se convirtió en una mujer, ella los visitaba cada fin de semana. Su mamá la reconocía de vez en cuando, su papá no tanto. Pero eso tampoco le provocaba dejar de ver a sus padres, que también envejecieron a la vez. Esta vez ellos descubrieron que eran libres estando presos de esa oscuridad, que le robó la vida que se prometieron. Aunque no, su felicidad de vivir un amor encantado. La luz de su amor espantaba a las sombras que amenazaban con separarlos y consumirlos hasta morir. Fueron más alegres que allí a fuera, ya sin miedos, ya sin temer a que los arrancarán, de los brazos del otro. Porque ya no tenían esa vida. ¿Por qué salió de ahí una vez? Y la verdad es porque su hijita debía venir y vivir su vida, con estos padres, pero así mismo los tenía. ¿Y él que vivió siempre con esas sombras, salió pero…? Porque tuvo que buscar a su esposa para que se acompañaran en esta travesía. Todo tiene un fin, todo uno porque. Ximena y Xavier lograron vivir un gran amor, e irónicamente encerrados entre lo lúgubre y siniestro que tenía ese lugar. Pero libres para seguir amándose, hasta el fin de sus tiempos, en este mundo.