E l cuarto de hora del bandido

La plaga que ha sido la vida fácil, la cobardía de escudarse tras un arma, “la plata o plomo” se van convirtiendo poco a poco en parte de la cultura argentina por la estupidez que sólo da la televisión.

Sin Filtro 10/08/2017 Darío Hernández Orjuela.
pablopopeye
Pablo Escobar junto a su ex jefe de sicarios Jhon Jairo Velásques Vazque alías Popeye Foto/ Minutouno

Posdata Digital | Argentina

 Por Darío Hernández Orjuela.

La nefasta historia de Colombia del siglo XX tiene un protagonista. El hombre más malvado, indolente, cruel y sádico que ha pisado la tierra de Gabo. Pablo Escobar Gaviria. El mismo que el pueblo latinoamericano por su ignorancia ha elevado al santoral de héroe. Incluyendo pequeña parte de Colombia. Pero vamos a un caso específico. Hablemos de Argentina.

La historia de este personaje que, como el gran escritor Fernando Vallejo, nacido en la misma ciudad de este asesino, lo nombró como ese viento que destruye la tierra y hace estragos. La condena de los colombianos que nos fuimos para no volver jamás, es llevar esa carga histórica en nuestros hombros. O pregúntenle a cualquier colombiano que ha pisado otro país, si no le preguntan por él en un taxi, si no le repiten una y otra vez las “peripecias” de este siniestro personaje y sus lacayos.

Las historias que se han contado por medio de la televisión son la única fuente de los ignorantes. Y no la televisión documental o de investigación. Lo que tienen a la mano son las terribles apologías hechas por Caracol Tv o Netflix. Las mismas que si se tiene el suficiente criterio, pueden dar una imagen medianamente clara de los acontecimientos. Desafortunadamente ese no es el caso. Me remito a las variadas conversaciones bien intencionadas de los compañeros o conocidos que te dicen en confianza: “falopero” o “tráete un cargamento de merca”. Que repiten los ya conocidos modismos del castellano de Medellín para hacer alusión a su imagen o su particular forma de hablar. A los memes de su libreta de bolsillo, a sus “frases célebres” que se resumen en varios homicidios que incluyen familiares, mascotas y abuelitas muertas. Todo acompañado por una carcajada o una seña cómplice como cuando se imita un personaje gracioso o a una frase de los Simpson. Pero no, no es gracioso. Cuando realmente sentí asco e indignación fue cuando mi propio país continuó con la saga de asesinos narcos, de chicas vistas como simples prostitutas y la misma ignorante masa valora a las colombianas como eso. El recalcitrante machismo que ha llevado a la tumba a las propias argentinas, ha hecho estragos en la reputación de las mujeres que buscando un futuro mejor en lo académico o en lo laboral en este país han sido víctimas de un comentario o un mal chiste y sin quererlo o ganárselo, tienen ese estigma simple y llanamente por ser bonitas. Alguna vez tuve que recordarle a un desubicado que mi esposa, mi hermana, mi madre y mi sobrina son colombianas y no son putas.

La cereza del postre es la continua casualidad de encontrarme la imagen del nefasto narcotraficante en lugares comunes. Como aquel día que entré a mi obra social y lo primero que vi en el escritorio del dependiente fue un recorte de una foto de Escobar al lado del escudo del equipo de sus amores y una foto de los que supongo son sus hijos. La plaga que ha sido la vida fácil, la cobardía de escudarse tras un arma, “la plata o plomo” se van convirtiendo poco a poco en parte de la cultura argentina por la estupidez que sólo da la televisión.

Cuando pensábamos que estábamos un poco libres de esto que nos surte de fastidio e incomodidad, aparece Popeye. El sátrapa lavaperros de Escobar a continuar con el circo. Y nuevamente salen a la carga las productoras de tv colombianas a aprovechar la libertad de este violador y asesino en serie, para hacer testimonio y llevar otro nefasto al santoral. Un hombre que se ha convertido en youtuber para alimentarse del ego de los miserables y llega al punto de ser admirado y replicado en redes sociales. Ver la cantidad de vídeos de este matón, mandándole saludos a las vedettes que se postulan en la misma línea de la porno estupidez en Argentina es triste y asqueroso. Ver que es alabado por personajes con miles de seguidores en estas tierras me hace sentir nauseas.

Algo que nunca se podrá borrar en la historia son los muertos. Los miles de muertos inocentes que han sido la base de sus leyendas. Pueden preguntarle a un mexicano que viva en Buenos Aires que pensaría si de momento empiezan a aparecer posters y saludos de los zetas o del chapo a las niñitas de los shows del medio día. O pueden ponerse en los zapatos de los hijos o nietos víctimas del holocausto, que piensan cuando frente a su puerta o en las plazas de su país hay muchachitos ignorantes vistiendo camperas negras adornadas por una esvástica y blandiendo las banderas del odio del nacionalsocialismo. Argentina ha tenido la suerte de no tener un Escobar, un Popeye o un Chapo. Pero parece que lo piden a gritos. Aún es tiempo de que las escuelas y las autoridades permitan que se haga un llamado de conciencia sobre estos fenómenos mediáticos y que la ignorancia no atraiga esa condena que cargamos muchos latinoamericanos. No se puede tener autoridad moral de exigir que se haga algo contra el narcotráfico en un país que ya lo está viviendo en carne propia, mientras siga pensando que Pablo Escobar es un personaje de la tele. Porque si ustedes tientan al destino, este cobra de la peor manera. Si un idiota es juzgado por lo que dice, una sociedad es juzgada por lo que cree. Y en Argentina ya creen más en Pablo Escobar que en Julio Cortazar.

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