Catarsis

Una pluma que escribe, quizás, lo que millones de voces pronuncian y nadie ha querido escuchar.

Literatura - Literatura Sonia Iris Menéndez

Catarsis / Foto / luisbCatarsis. Foto /Luisb

Posdata Digital /Argentina

Francisco, no te quiero. Siento que te has lavado las manos como aquel hace más de 2000 años y aunque hagas pedidos por la no violencia, tus palabras no me son sinceras ni tienen la fuerza que este presente oscuro necesita para motivar, irradiar y desplegar Luz.

Iglesia, te rechazo. Te has negado a brindar información por años; te has guardado como secreto lo que era para todos, si es que a "todos" nos "amabas" o, al menos, respetabas. 
Eres red protectora de poderes extraños que no saben qué hacer con el poder y así, como si nada, has ido ninguneando a los que eligieron a Dios y en Su nombre, anulando al Buen Amor y libre albedrío.
No invitas a creer en el templo interior que somos y nos alejas de la fe y confianza en nosotros mismos, en nuestro dios interior. Has prohibido que tus sacerdotes y monjas vivan como seres humanos completos, enteros, recortando libertades naturales que terminaron en muchísimos casos, haciendo añicos a quienes confiaron en tu imponente figura, ésa que dicen, Pedro debía edificar sobre rocas con cimientos firmes. Nunca entendiste la metáfora, te quedaste con tu recorte materialista y egocéntrico.
Sos sólo un personaje siniestro que juzga en su interior y exterior según las "reglas" inventadas por mentes enfermas de egoísmo. Y, a quienes habitan la Luz, has juzgado, pisoteado, expulsado incluso de tus muros de oro y orín. Como juzgas serás juzgado. Recuerda cuando caigas si es que en la caída despiertas para darte cuenta.
Terroristas, me repugnan. No son más que el desperdicio e inmundicia que como plaga se extiende con su putrefacto espíritu aniquilando toda vida humana que no encaja en sus detestables, inaceptables y nefastos paradigmas. Su ISMO es el camino hacia un final del que no escaparán. Quien a "espada" mata, a "espada" muere.
Los percibo llenos de miedo; los intuyo débiles y los veo pobres, tan pobres que ni siquiera podría nombrarlos seres vivos. Son ante mis ojos alienados que, como entes, se lanzan al abismo de la oscuridad diabólica.
Políticos, no les creo. Están llenos de palabras y vacíos de amor. Hay un denominador común que los define: huérfanos de Ser. 
Necesitan bastones que acomodan según los pasos que deciden dar. La autonomía es algo que no conocen aunque crean las investiduras que visten porque se lo permitimos, los esconden de la desnudez que los pueblos ya podemos y sabemos ver y observar.
Catarsis.
Una pluma que escribe, quizás, lo que millones de voces pronuncian y nadie ha querido escuchar: Por favor: ¡Humanidad!
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