“Troilo tocaba con los ojos cerrados porque así lo veía todo”

En "¿Por qué escuchamos a Aníbal Troilo?" se busca las razones de una pasión que se extiende por décadas.

Agenda de Espectáculos 22/05/2018 CVA Producciones Integrales
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“Troilo tocaba con los ojos cerrados porque así lo veía todo” Foto:diariodecultura

Posdata Digital | Argentina

¿De qué manera late el tango entre los porteños? Y más aún: ¿qué queda hoy del legado de uno de sus mayores exponentes, Aníbal “Pichuco” Troilo? Algunos intentos de respuesta se encuentran en ¿Por qué escuchamos a Troilo?, el nuevo libro de Eduardo Berti que inaugura una nueva colección de libros de Gourmet Musical Ediciones que se propone desentrañar nuestra pasión por algunos músicos.

Berti, nacido en 1964 es parte del prestigiado y vanguardista grupo OuLiPo (al que pertenecieron Italo Calvino y Raymond Quenau) y un escritor integral que ha recorrido la traducción, el cuento, la novela y hasta la no ficción con su indispensable Spinetta: Crónica e Iluminaciones. Troilo murió cunando Berti tenía 13 años. Su nombre, luego del de Gardel, es el de la epopeya del tango: la de los grandes cantores y los clásicos como Sur, Barrio de tango, Garúa y María.

Sylwi33CM_720x0__1Eduardo Berti. Periodista y escritor. /EFE

Ya el encuentro para la entrevista, en un bar de Buenos Aires, es dichosamente “troileano”: “la esquina” en “un pedazo de barrio” bajo la “garúa” que hace días destiñe a Buenos Aires. El “por qué” del título es engañosamente simple y a la vez rebosa de humor. ¿Es un por qué de libro de auto-superación? ¿Hay acaso en la primera persona del plural la certeza, refrendada con datos y números, de la cantidad de argentinos que escuchamos a Troilo? Nada de eso, pero mucho más. ¿Pero por qué, entonces?

“Porque si escribía un libro sobre Steely Dan, Caetano Veloso o Nick Drake, artistas que barajé, ya sabía lo que iba a escribir sobre ellos. Con el tango no. Troilo fue un desafío porque es como el sol del sistema planetario tanguero: dialoga con Gardel y con Piazzolla, con los mejores letristas, con los cantores que aprendieron de él. Sus melodías tal vez sean lo más esplendoroso de la música de la segunda mitad del siglo 20 en nuestro país.”

A Troilo le decían el Buda de Buenos Aires, el japonés, el gorrión con gomina, el Gordo… Pichuco. Todos esos nombres están, y de diferente manera, en esta obra de Berti. Sin una cronología dura que dicte su orden, el aire que recorre su lectura es el de la libertad de un fuelle que respira: apuntes, datos históricos, personajes apócrifos, reflexiones. Hay capítulos llamados “Maestro Troilo”, en lo que, a modo porteño-zen, Troilo conversa con un hipotético alumno: son frases famosas del músico, pero mezcladas con expresiones de William Blake, Ambrose Bierce o Beethoven, que al autor le repiqueteaban en los oídos como música de la lengua de Pichuco. Haga la prueba el lector y no encontrará nada más“troileano”:

S1kA9n30f_720x0__1Bandoneonistas. En un homenaje a Pichuco en 2014, a 100 años de su nacimiento. /David Fernández

– “Maestro –preguntó el alumno-, ¿qué es lo que más le costaría compartir en esta vida?

– Una pena querido alumno, una pena.”

O el capítulo “Retrato japonés de Aníbal Troilo”, que echa mano de figuraciones, conjeturas, perífrasis: “Si el Himno Nacional fuese un tango escrito por Troilo, sería Sur”.

Es famosa la “goma de borrar” de Troilo, con la que daba de baja en la partitura a los excesos de sus arregladores. Berti, hombre de letras al fin, pudo ver en Troilo una cualidad que va más allá de la composición musical: “Troilo es como la teoría del iceberg de Hemingway: mientras menos muestras más sugerís. La Buenos Aires de Troilo no es la gran panorámica de los cien barrios porteños. Es una síntesis poética: la esquina, “una luz de almacén”; es el plano detalle y no la mirada abarcadora. Por otra parte, hay además una conciencia casi sociológica en Troilo y sus letristas, ellos perciben una Buenos Aires que estaba desapareciendo, que iba a dejar de ser la de antes: por eso El último organito, El último farol “.

-¿Qué queda de Troilo hoy?

-Es como esos escritores que se convierten en bronce, en figura de billete y entonces se los deja de leer. Por supuesto que se escucha a Troilo, pero a veces se lo resume en Sur o en el recitado de Nocturno a mi barrio. El mito y el nombre cubren un poco toda esa enorme obra compositiva. Y es una obra que todavía tiene mucho para decir.

-¿Nos sigue representando el tango?

-Creo que todavía vivimos la gran renovación de los 90 del tango, justo en aquel momento de la Argentina tan tilingo, tan entreguista en que parecía que no quedarían bandoneonistas y como por instinto de pura supervivencia, se empezaron a multiplicar músicos y escuchas de tango. Y vos pensás en Spinetta, en su padre cantor de tangos, en ´…muchacha voz de gorrión´ y te acordás de Malena voz de alondra. O Canción animal de Soda Stereo -“Hipnotismo de un flagelo dulce, tan dulce…”-, y es tango. Y todo eso Troilo lo supo. Por eso al tocar el bandoneón cerraba Troilo los ojos: porque lo veía todo.

Fuente |diariocultura


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