Proactividad emocional

POSDATA Digital Press  Argentina

Un sujeto proactivo según la RAE es aquel que “toma activamente el control y decide qué hacer en cada momento, anticipándose a los acontecimientos”. En términos generales podemos hablar de tres maneras de afrontar las circunstancias a los que todos estamos expuestos:

Pasividad: Consiste en no hacer nada frente a los sucesos de nuestro entorno. Son esas personas que ante una perdida emocional, un despido o una enfermedad se bloquean. No reaccionan. Se limitan a esperar que sean los otros, el estado o la suerte quienes resuelvan su situación.

Reactividad: Pasan a la acción y hacen cambios solo cuando las circunstancias del entorno se han modificado. Son los que apagan el fuego en el momento que ven las llamas. Intentan arreglar su pareja ante una posible separación o se toman muy en serio las recomendaciones del médico tras el diagnóstico de una enfermedad.

Proactividad: Va más allá porque estos se anticipan y emprenden acciones con las que van modificando sus circunstancias y evitan sucesos no deseados o se adaptan más fácilmente. Los proactivos están más preparados para transitar por entornos cambiantes. Apagan menos incendios que los reactivos porque muchos ni tan siquiera se llegan a producir, sus relaciones son más estables y sanas porque evitan llegar a las crisis y suelen contar con mejor salud porque se cuidan antes de llegar a enfermar. Las personas proactivas son más libres porque eligen el tipo de vida que quieren vivir.

La proactividad emocional consiste en escoger los pensamientos y las acciones que te hacen sentir de una determinada forma. Los sujetos emocionalmente proactivos no se limitan a reaccionar ante lo que les sucede, sino que ellos deciden como sentirse ante lo que experimentan. Muchas veces no podemos elegir lo que nos pasa, pero siempre podemos escoger como sentirnos en una situación. Esta es la última libertad según el psiquiatra Viktor Frankl.

La proactividad emocional se puede entrenar. Aquí van algunas recomendaciones:

Identifica lo que estás sintiendo en cada momento. Puedes ir mucho más allá de saber que estás bien o mal. Familiarízate con tus sentimientos y diferencia por ejemplo, la alegría de la felicidad o el miedo de la angustia. Empieza a conocer tu espectro emocional.
Escucha tu cuerpo. Lo que llamamos emociones son reacciones químicas y físicas que se expresan en tu cuerpo. Presta atención a las primeras señales, al nudo en la garganta, la tensión en los hombros, la sequedad en la boca o las “mariposas en el estómago”. Son la expresión de la emociones que hay detrás.
Entrena tus emociones positivas. Trata de prolongar tus momentos de felicidad. Haz actividades que te ayuden a sentirte bien más tiempo. Baila, haz ejercicio, ríe, rodéate de personas con las que te sientas bien, juega con tu perro, descansa…
Escoge pensamientos para sentirte bien. Evita las criticas y las quejas. Haz afirmaciones. Ten pensamientos de valoración y gratitud, por ejemplo valora la salud que tienes, la casa en la que vives, el dinero del que dispones o las personas que te quieren.
Medita. Haz relajación. Practica el mindfulness. Haz yoga, tai chi… cualquier técnica que te ayude a recuperar la paz de tu cuerpo y de tu mente.
Pon orden en tu vida. Acostúmbrate a librarte de lo que no usas. Los entornos ordenados y limpios, ya sea el armario, la mesa en la que trabajas o tu casa son en realidad el reflejo de tu estado emocional. Recuerda que el orden interno se expresa en orden externo.
Entrena la frustración. Las crisis emocionales entran por la puerta de la frustración. Trabaja el autocontrol y la aceptación. Solo tú eres el dueño de tus emociones. Las emociones las tienes que controlar tú y no dejar que ellas te controlen a ti y se apoderen de tu mente o tu cuerpo.
Ser feliz es mucho más sencillo cuando tienes proactividad emocional.

Fuente:https://www.parentepsis.com/