Para celebrar este solsticio, los invitamos a leer una poesía de William Henley: Invictus
POSDATA Digital Press| Argentina
Por Omar Cruz | Escritor | Estudiante de la carrera de Periodismo y Antropología | Columnista internacional
En el calendario corría la fecha veinticinco de marzo del año dos mil cuatro. Para ese entonces, la tecnología había dado algunos avances en diferentes áreas, entre ellas la comunicación, que fue beneficiada de alguna manera en la mejora de la difusión de la noticia, y con ello también los periodistas y reporteros se vieron beneficiados. Manigoldo era uno de ellos, él se dedicaba al periodismo de investigación y dichos avances le permitieron mejorar el almacenamiento de la información y el reporte de la misma desde zonas un poco lejanas a la ciudad.
«Mani», como le apodaban de cariño sus compañeros, trabajaba para un importante medio de comunicación alternativo de la ciudad, el popular Diario Despertar, en dicho diario se había hecho de renombre por sus reportajes y notas, que revelaban las noticias más oscuras de la ciudad, pero todo tiene su precio: cubrir todo evento noticioso, hizo que su esposa terminara abandonándolo hace un par de años, todo esto aunado a su condición que le impedía salir a pasear con total libertad. Su labor también era reconocida en el extranjero y fungía como «cablero» de algunas agencias internacionales de comunicación. Se había ganado un par de premios por su notable labor, es más, uno que otro compañero lo propuso para un Pulitzer, pero nada más pasó. Manigoldo también era un tipo bastante desconfiado, solía dar poca información de sí mismo, generalmente solo el jefe y algunos compañeros sabían su ubicación, ya que, como él decía, -uno nunca sabe quién lo va apuñalar-.
Siempre que «Mani» llegaba a una escena del crimen, los efectivos policiales, militares y de inteligencia se sentían incómodos, puesto que sabían que el periodista no les dejaría pasar una. En resumidas cuentas, era para ellos un enorme peligro que ya habían pensado en apartar del camino. A pesar de eso, que por cierto Manigoldo lo sabía, él siempre iba a cubrir algunos hechos de interés, ya fuese crímenes, suicidios, asesinatos, masacres, en fin, todo tipo de hechos que siempre llamaban su atención, no porque se sentía cómodo cubriendo, sino por el reto enorme que implicaba realizar la investigación.
Un día al finalizar marzo, Manigoldo decidió salir de la ciudad sin avisar a nadie más que a su jefe. Según lo que él sabía, afuera de la ciudad se estaba realizando una fuerte operación de inteligencia policial. Salió exactamente a las seis en punto de la noche, le tocaba un viaje de dos horas aproximadamente, pero eso no era suficiente para detenerlo. Él sabía por fuentes cercanas que agentes especiales tenían montada una poderosa investigación y que al parecer en la misma habían personas importantes de la sociedad, algunos funcionarios públicos, empresarios y banqueros, «gente honorable» al final.
El viaje fue de lo más fácil, ya que el clima estaba perfecto y no hubo ningún percance al viajar. En su vehículo se iba reproduciendo la canción Smooth Criminal del mítico Michael Jackson, él disfrutaba mucho ese tipo de música pop. Cuando dio la última curva se encontraba en su lugar de trabajo por hoy. Era una zona bastante abandonada, el ambiente era bastante tétrico e intrigante y cualquier ruido que se escuchaba era para alarmarse.
Manigoldo ocultó su vehículo y se dirigió a la dirección que le habían dado sus contactos, se fue despacio y respirando muy hondo, rogándole al creador salir vivo de esa. En un par de minutos había llegado a su destino y frente a sus ojos estaba una casa de tres pisos, de un acabado exquisito y semicolonial. No podía creer que tal casa fuese usada para cualquier tipo de negocios turbios y no para descansar. «Mani» también sabía que la inteligencia policial estaría por ahí, así que se ocultó lo más que pudo para pasar desapercibido por ellos.
Ya habían pasado dos horas de estar en aquel lugar, que por ser una zona bastante oscura no era tan fácil de reconocer en medio de tanta tensión. Manigoldo se dio cuenta que el operativo estaba por iniciar cuando vio que los arbustos se estaban moviendo por igual, era esa la señal que indicaba que los agentes habían empezado la operación. «Mani» sacó su cámara y terminó de acomodar el lente de largo alcance, se movió de lugar muy lentamente, buscó una mejor posición, hizo casi todo, hasta encomendarse a Dios.
Lo que sucedió después fue un hecho increíble y verdaderamente triste. Los oficiales estaban por tomar el lugar cuando fueron recibidos por una lluvia de balas de todo calibre que estaba siendo disparada por alrededor de setenta y cinco hombres. Sí, los habían emboscado y eso también quería decir que alguien los había vendido a sus enemigos. Fue una masacre, ningún oficial sobrevivió. Manigoldo con ojos de sorpresa observó aquel panorama y se quedó en silencio por una hora más, para que nadie sospechara de él.
La aguja del reloj marcaba la «una en punto de la mañana» y todo el lugar estaba en un silencio sepulcral. Solo él había sobrevivido, tuvo la enorme suerte de que los sicarios no llegaran a buscar por si había más personas, y como pudo, casi a rastras se fue del lugar, salió lentamente hacia su vehículo, llegó en un tiempo más largo porque sus movimientos tenían que ser muy precisos por precaución. Al llegar a su vehículo se montó, lo encendió y aceleró como alma que lleva el diablo.
En el camino, quizá por la hora o por el cansancio, Manigoldo pudo ver frente a la carretera a un hombre o una mujer, vestido con una sotana oscura que le cubría todo su cuerpo, pero dejaba ver en su mano derecha algo que semejaba una guadaña, -pensó que seguramente estaba delirando- y aceleró lo más que pudo hasta llegar sin detenerse a la ciudad. Cuando al fin llegó se dirigió a casa de su jefe, pero antes se estacionó en una gasolinera, le llamó, le comentó brevemente lo que había pasado y prometió contarle con más detalles todo lo sucedido en el lugar.
Así fue, «Mani» llegó a casa de su jefe y le contó cada uno de los detalles de lo que sucedió, agregó que no había podido tomar fotografías contundentes debido a la situación que se presentó. Su jefe le pidió que se quedara a descansar en su casa mientras terminaba de amanecer. Al día siguiente en los noticieros la noticia de la masacre a los oficiales era el plato fuerte para mostrar. Nadie, absolutamente nadie, se lo podía creer. Cada que Manigoldo miraba la noticia se decía: «Y pensar que yo estuve ahí. Si hubiese avanzado más, ahorita sería uno de los cadáveres en la televisión».
Manigoldo sabía que la muerte lo andaba buscando desde hace ya un par de años atrás y decidió por su seguridad tomar una decisión. «Vino a la oficina y renunció a su trabajo como periodista, él sentía que era la mejor decisión por los momentos. Lo comprendí y conseguí un contacto para que le ayudara a salir del país de una forma más segura. “Mani” se fue a vivir a un país vecino y jamás se supo algo de él, nunca volvió de allá. Es todo lo que yo puedo decir sobre él, no mentiría señor oficial», finalizó diciendo el exjefe de Manigoldo.
Pasaron un par de minutos antes de que el policía encargado de interrogar al exjefe de «Mani» dijera algo, y luego de un silencio espantoso, dio por finalizado el interrogatorio. El oficial salió de su oficina y comentó con sus compañeros sobre el caso del periodista. Para ellos era de vital importancia encontrarlo, ya que era el único testigo de aquella lamentable masacre sucedida hace un par de años atrás. Otro oficial le dio al encargado del interrogatorio una nota que había sido entregada de manera anónima a la policía, en la parte frontal se podía leer. “Alguien espera a Manigoldo”, el agente procedió a abrirla y dentro había unas coordenadas para posiblemente encontrar al testigo.
No lo pensaron dos veces y salieron en vehículos del ejército a buscar el lugar, la dirección no estaba al parecer tan lejos de la ciudad. Demoraron poco en llegar, pero eso no fue lo verdaderamente sorprendente, puesto que el grueso de la sorpresa estaba en que el lugar señalado en la nota, era el cementerio municipal. Por la cabeza de ellos cruzó lo peor, pensaban que Manigoldo estaba secuestrado o quizás muerto.
Colocaron un cordón de seguridad en toda la zona, y empezaron a buscar por todos lados, se dieron con la sorpresa de que no había nada, creyeron que alguien les había jugado una muy mala broma. El oficial volvió a mirar la nota y se percató de que en la parte de abajo había algo escrito, una dirección más específica para llegar a «Mani». El policía y su equipo principal se dirigieron hacia el lugar, era una zona bastante montañosa dentro del cementerio y la dirección que les habían dado los llevó hacia una lápida que en su epitafio podía leerse; aquí descansan los restos del periodista Manigoldo Lars y en números se leía su fecha de nacimiento y fallecimiento: (1960-2002).
Ninguno de los presentes se lo podía creer, al parecer habían estado buscando a un impostor o, a un muerto que volvió de la tierra de lo desconocido. Decidieron abrir la fosa y desenterrar el cuerpo para confirmar lo que estaba escrito en la lápida, el oficial al mando pidió que se hiciera -para confirmar los hechos- una autopsia al cadáver encontrado. Otro de los agentes se percató de que en una de las bolsas del saco de «Mani» sobresalía algo como un papel, se lo sacaron y entregaron al jefe de la misión que enseguida lo abrió y leyó en voz baja, aquella hoja tenía escrita la frase: «algún día volveré para contar toda la verdad, no importa si tengo que retar a Dios, o al diablo, pero volveré». El agente también se percató de que a la par de la frase había una simbología un poco extraña; que se asemejaba a signos como de hechicería o de algún ritual satánico. El oficial la observó y luego de un momento guardó en su bolsillo el papel, aquello era algo a lo que un policía no tenía por qué temer.
Cuando el exjefe de Manigoldo supo la noticia no se la pudo creer y comentan que una noche se lanzó del último piso de su empresa, varios compañeros de «Mani» sufrieron de problemas mentales y fueron llevados a un sanatorio. Los oficiales mantuvieron en secreto la noticia porque creyeron que estas cosas paranormales -solo eran para la gente de fe y religión-. Un par de años después, el oficial al mando de aquella misión desapareció misteriosamente, jamás se supo de él, esto también se mantuvo en secreto por las autoridades locales. Luego de ese hecho, un par de meses después, la mañana de un lunes exactamente, sucedió algo que era bastante curioso e intrigante, al parecer el casi extinto Diario Despertar volvía a funcionar, según fuentes cercanas y de entero crédito, todas las acciones del medio habían sido compradas a la viuda del exjefe de «Mani» por un hombre de origen extranjero que recién había llegado al país. El comprador, tenía algo que lo volvía de confianza y bastante familiar para las personas que lo habían visto y saludado, quizá era su contextura física, su cabello, su amabilidad o, a lo mejor el nombre con el que se presentó: Euronymo Manigoldo Lars.
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