Los pescadores

Mi mundo mágico25/08/2023 Graciela Enriquez
  
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Graciela Enrique

Por Graciela Enriquez | Escritora| Tallerista| Socia de SADE (Lomas)


Los pescadores, aquella mañana se dispusieron a trabajar como cada día. Prepararon sus botes, sogas, cuerdas y redes. Todas las herramientas para salir a pescar. Era una soleada mañana de mucho calor y ya había grupos con los más experimentados y otros de jóvenes aprendices, estos últimos eran familiares, conocidos o simples empleados que estaban aprendiendo el oficio. Tal vez el único trabajo que les ofrecía la oportunidad de  acercarle un plato más de comida a sus hogares. El mediodía llegó. Los que salieron el día anterior retornaban ¡triunfadores!

Una brisa extraña se aproximaba con el viento que les traía el mar. Otro grupo regresaba de sus hogares en el pueblo con noticias que el clima iba a cambiar. A la mayoría no les sorprendió lo que decían y continuaron con lo que estaban haciendo. Seguían llegando más embarcaciones. Es que a veces había que pasar algunas noches en alta mar, si bien querían saber sobre el clima, de algo estaban seguros: no querían caer en el fanatismo porque en diversas oportunidades no ocurría lo que los informativos decían. Una cosa eran hablar y otra era vivir el momento allí entre las aguas profundas y el horizonte que los separaba de los cielos, ese tan azul e infinito. Llegó la hora de zarpar, eran siete botes. Y el atardecer los encontró navegando a lontananza. Risas, chistes, y picardías de hombres a la espera de la gran pesca. Las horas pasaron y al menos lograron llenar algunas redes, otros tan solo miraban como todo iba cambiando de un momento a otro. Fue cuando oscureció, la noche se presentó de repente y una lluvia muy brusca les caía encima, el mar embravecido tambaleaba las naves, las aguas en algún momento parecía devorarse los botes. Cuando la fe y la esperanza renacieron desde el interior de cada uno de los pescadores, mirando el cielo y pidiendo misericordia a la reina del mar; ¡Ienmanja! Y a Poseidón, los dioses del mar, para implorar que los regresara sanos y salvo. La tempestad creció y con ella el miedo los invadió. Fueron levantándose grandes olas, las que abrazaron las embarcaciones, arrastrándolas a la playa, en aquella noche cerrada. Al pisar tierra, todos los pescadores, después de una trágica y violenta pesca, se inclinaron reverenciado al mar en un ritual de gracias por su rápida respuesta al llegar a la orilla. Al ir avanzando la madrugada, los hombres temerosos en su fe, supieron que la playa los estaría aguardando, junto con las oraciones de sus familias. Esa noche cerrada y muy oscura se iluminó por la esperanza de la vida, del resistir, porque conocían ese reino y esas aguas a ellos. Al día siguiente vieron que la pesca no fue del todo insatisfecha, pudiendo llevar comida a cada mesa de sus hogares.

Una vez más se repetía en sus vidas el mismo escenario:una playa, grandes olas y una eterna noche oscura, enfrentaron todos los pescadores con mucha valentía

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