El argentino

El Arca de Luis23/11/2024 Luis García Orihuela
  
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Por Luis García Orihuela | Escritor | Poeta | Artista Plástico| Columnista Internacional


Durante el día, coqueteaba con quintos y tercios de cerveza, siempre dependiendo de su escasa economía, que muchas veces resultaba inexistente. Al caer la noche, dedicaba su amor íntegro a turbias copas y viejos vasos de cristal medio llenos de vino tinto en un bar cualquiera de la zona portuaria.

Era entonces cuando “El Argentino”, como le llamaban en el barrio, se convertía en un alma filosófica. Los recuerdos, atrincherados en algún rincón oscuro, dejaban en su rostro agrietado lágrimas furtivas que surcaban la soledad. 

 Una noche, con las pocas monedas que le quedaban, compró un Oporto y se dirigió a la playa de la Malvarrosa. Mientras caminaba, la brisa marina le traía ecos de un tiempo pasado, de risas y promesas que una vez fueron su refugio.

 Se acordó de Laura, su amada, cuya risa resonaba como el murmullo de las olas. Se conocieron en un verano lejano, cuando ella le enseñó a bailar el tango en una pequeña milonga del barrio. Él, con dos pies izquierdos, se dejaba llevar por la música, embelesado por su mirada. Recordaba cómo sus ojos brillaban bajo la luz tenue, llenos de sueños y esperanzas. Pero la vida, en su implacable danza, les separó. Un día, Laura desapareció, llevándose consigo el calor de sus abrazos y la luz de sus días.

 Sentado en la arena, dio buena cuenta del Oporto, sintiendo cómo el vino deslizaba sus recuerdos hacia un abismo de melancolía. Envalentonado por el alcohol, El Argentino se levantó, dejó caer la botella vacía y se adentró en las frías aguas, sin dejar de mirar la Luna. 

 Allí, en el mar, recordó la última vez que bailaron juntos. La música sonaba a lo lejos, y Laura le había susurrado al oído que siempre sería su tango. Pero los años pasaron y el tango se convirtió en un eco distante, perdido entre las olas. Mientras el agua lo rodeaba, una lágrima se escapó, un tributo a lo que había sido y nunca volvería.

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