

POSDATA Digital Press| Argentina
Es ahí en la negrura, donde un medallón de plata brilla en el mejor de los paisajes, donde pintamos un arcoiris en los encuentros tan ansiados, con pinceladas de placer. Cuando tú aliento secó mi piel y cuando vibra lo que acontece, y cuando en los festejos me traes el verano, con los susurros que hidratan mi corazón. En el milagro que abraza, repito la plegaria: que no bese como a ella, que no me toque como a ella.

Con diferentes máscaras guiándome en las noches, esperando florecer en primavera con la desnudez del invierno, con la frescura de lo nuevo, como el Maná del manto azul. Es el presente un rocío que me bendice, una oración en mi boca: que no me toque como ella, que no me bese como a ella. Mientras evoco la imagen de un ciclón enamorado que persiguió a una rama, atrás quedó el pasado para armar el mejor tapiz de mi vida, provisto de pinceladas, lanas y bloques, en una caja de herramientas, en el inicio de este año.

Con la claridad de la noche, bajo el canto de una loba, sobre mis piernas se deslizan gota tras gotas nuestras aguas, tejiendo una historia diminuta debajo de las sábanas. Una danza fluye entre la música de los cuerpos, tatuando líneas verticales con las caricias, con las plumas esparcidas que murmuran con olas. Mantreando: que no me bese como a ella, que no me toque como a ella. Alarmando a los flamencos en la playa, que no dejan de saltar con sus medias de serpientes.