Margaret Bourke White, la madre del fotoperiodismo

Margaret Bourke White fue una persona que lo hizo todo en el mundo de la fotografía y sin embargo, pocas veces se habla de ella.

Artes Audiovisuales17/01/2019CVA  Producciones IntegralesCVA Producciones Integrales
  

Posdata Digital | Argentina

Dentro del mundo de la fotografía, en las grandes historias de la fotografía, los hombres parece que llevan la voz cantante. Pero no podemos olvidar que es precisamente aquí donde más mujeres sobresalientes podemos encontrar. Y si recordamos la figura de Margaret Bourke White nos encontramos con una persona que lo hizo todo en el mundo de la fotografía y sin embargo, pocas veces se habla de ella.

Siempre me ha llamado la atención leer en las grandes historias de la fotografía, como la de Beaumont Newhall, las mujeres parece que tienen un papel secundario. Por supuesto se habla de ellas pero no alcanzan la intensidad de otros fotógrafos con una calidad menor. Algún día solo importará tu trabajo, no a quién conoces o el sexo que tengas. Vamos a conocerla o al menos recordarla.

Nació en 1904 en el distrito del Bronx de Nueva York en 1904 con el nombre de Margaret White. Pero será recordada por el apellido de su madre, con el que empezó a trabajar, Margaret Bourke White. Según cuentan las crónicas su carácter ordenado y meticuloso vino dado por su padre ingeniero. Desde joven destacó por su inteligencia y pasó por seis universidades. En 1927 recibió el título de Biología con la especialidad de Herpetología, el estudio de los reptiles.

Una de sus imágenes míticas

También cursó fotografía en la universidad de Columbia para mejorar en una afición que heredó de su padre. Desgraciadamente murió pronto y se vio obligada a trabajar antes de terminar su formación. Él nunca se imaginó que gracias a su pequeña pasión ella, su hija, terminaría conociendo a Gandhi y aguantaría el horror de fotografiar la barbarie de los campos de concentración nazis.


Su pasión por el progreso y la tecnología le llevó a trabajar con los nuevos arquitectos e ingenieros para fotografiar los nuevos edificios y todo tipo de avances industriales. Incluso fue una de las pioneras a la hora de trabajar con los flashes. Precisamente esta habilidad fue lo que le llevó a ser considerada como una de las mejores técnicas de aquellos años en los que todo iba a caer.

Y así consiguió entrar en la revista 'Fortune', de la mano de Henry Luce, el famoso magnate que quería en sus filas alguien que fuera capaz de contar de semejante forma el canto a la industrialización. Lo curioso es que su forma de verlo era compatible tanto con el capitalismo como con el comunismo. Así que llama la atención que fuera tan querida por los popes del capitalismo y que fuera capaz de ir a fotografiar la maquinaria industrial de la Unión Soviética a principios de los años 30. Fue la primera mujer que lo logró.

La entrada en la revista LIFE
Henry Luce decidió apostar por una revista mucho más visual que 'Fortune'. Así que compró la cabecera de 'Life' y la transformó en la revista ilustrada más importante. ¿Y sabéis quién logró la primera portada de noviembre de 1936? Sí, Margaret Bourke White, con un reportaje sobre la construcción de una presa que daría lugar a la mayor central eléctrica del oeste americano. Y sentó las bases de un género crucial para el fotoperiodismo: el ensayo fotográfico.

Primera portada de Life

Estamos en la época de la gran crisis americana, solo superada por la que estamos viviendo actualmente. La caída de Wall Street de 1929 y las sequías sumieron al pueblo en la miseria más absoluta. El gobierno de Roosvelt creó el New Deal, una serie de reformas y ayudas económicas para paliar la situación.

Ahí surgió la Farm Security Administration, que estudió e intentó poner remedio a los problemas del sector rural de la población. Lo que ha quedado en la memoria, fueron las imágenes que sacaron los más grandes fotógrafos de la época, contratados para documentar todos los trabajos realizados y dar cara a los campesinos condenados.

Fotograma del vídeo 'Margaret Bourke-White Tribute Film'

Margaret Bourke White, figura del compromiso social y político del periodismo gráfico americano, hizo uno de sus reportajes más sentidos en el libro 'You Have Seen Their Faces'. Es difícil de encontrar, sobre todo en la lengua de Cervantes. Sin embargo hubo una especie de batalla entre ella y Walker Evans. El libro de Bourke White era más crudo, más dirigido. Menos elegante que el famoso trabajo de Walker Evans y James Agee 'Elogiemos ahora a hombres famosos'. Evans era más documental y Bourke White apostó por el ensayo a la manera de Smith... Algún día podré verlo con mis propios ojos.

La Alemania nazi y la fotografía de Gandhi

Pero su trabajo más duro fue sin lugar a dudas las primeras imágenes de los campos de concentración nazis en 1945. Una experiencia realmente sensible no solo por lo que vio, sino porque su familia paterna era de origen judío. Ella fue la primera mujer que recibió el permiso para trabajar como fotógrafa de guerra en los vuelos de las Fuerzas aéreas americanas.

Y entró con el general Patton en el campo de concentración de Buchenwald. Allí fue capaz de fotografiar el horror con toda su crudeza. No voy a describir sus fotos pero solo diré que las películas sobre el tema se quedan cortas. Fue muy criticada pero ella consideró que era una obligación hacerlo. 'Life' publicó parte de este reportaje. Decidió saltarse su propia política de no publicar los aspectos más desagradables de la II Guerra Mundial.

1024_2000Fotograma del vídeo 'Margaret Bourke-White Tribute Film

Pero si hay que elegir una fotografía por la que pasará a la historia es la imagen de Gandhi con la rueca, dentro del reportaje que le hizo horas antes de que le asesinaran. Como podemos leer en el libro 'Las fotos del siglo' la sesión fue complicada. Sabían cuáles eran sus ideas, así que prácticamente la obligaron a aprender a hilar con una rueca antes de hacer las fotos.

1024_2000Fotograma del vídeo 'Margaret Bourke-White Tribute Film'

Antes de empezar le avisaron de que solo podría hacer tres disparos. Y para mejorar las cosas, no podría dirigirse a él porque estaba en su día de meditación. Llevaba solo tres flashes desechables. Por los nervios, los dos primeros disparos fallaron por un problema de sincronización y porque no llegó a dispararse. El tercero fue el último y definitivo. Una joya, un símbolo.

Desde aquel día Maragaret Bourke White dejó de confiar tanto en la técnica y comprobó que lo más importante era el trabajo constante, el amigo que nunca te desilusionará.

Foto:xatakafoto.

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