Una República de mediocres
“En el país de los ciegos, el tuerto es rey.”
Columnas - Mar abierto15/06/2020 Tania Anaid Ramos González, AZULAFuente:/lapeste.org
POSDATA Digital Press | Argentina
Por Tania Anaid Ramos González, AZULA | Escritora
Puerto Rico
Los habitantes de RODEM, República Occipital del Mediocre, son muy particulares y, aunque se les reconoce como una República, manifiestan aún ciertas características comunes al despotismo y la tiranía, pero con amagos de querer ser un estado accesible a todos los ciudadanos. Los rodemianos carecen de territorio, así que los puedes encontrar por todas partes, nos rodean: he ahí otra de las derivaciones de su nombre. Han fundado en cada país una Comunidad con todo tipo de seres vivos: viejos, jóvenes, nacionales, extranjeros, ultraderecha, jubilados, oportunistas, trepadores, hipócritas, impostores, calumniadores, chismosos, mentirosos, vagos, egocéntricos, intolerantes, indiscretos, corruptos, envidiosos, tercos, en fin, coexiste toda clase de ser vivo, lo único que estos en especial “trabajan” en espacios cerrados con grupos de personas normales.
Estos seres tienen la particularidad de no tener ombligo, por eso pierden el centro fácilmente, además del vínculo con la parte sensible que solemos tener los humanos. Solo beben agua y gustan de oler los alimentos que encuentran, pero no se los comen, lo tienen prohibido por la contaminación. Tres de las características principales de los nacidos en esa República son las siguientes: 1) tener movilidad social (la facilidad de moverse por esferas grises, superficiales y gastadas como si todo les perteneciera); 2) elucubrar ante el vacío (se sienten tan cómodos con lo que son, que logran desvariar y decir disparates con una seguridad espantosa, pero creyendo hablar de una verdad absoluta e incuestionable) y 3) obtener poder sin merecerlo (estar en posiciones de poder sin tener la capacidad para liderarlas).
Las historias de los rodemianos son increíbles. Cuando crees que algo NO se debe hacer por el bien común, llega siempre un rodemiano a hacerlo; es otro de los enigmas de esta República. Por ejemplo, si en el espacio laboral una plaza permanente tiene unas características específicas para el reclutamiento, ellos las cambian, se acomodan y acomodan a sus pares. Sus amigos siempre serán literalmente su mano derecha, porque ellos no poseen manos; sí, pies, pero no se les nota. Ante la falta de conocimiento para cada una de las posiciones que ocupan, en todas las esferas, reclutan más personal que realice su trabajo y así van rellenando sus vacíos con el conocimiento de otros. Eso sí, cobran un aventajado sueldo, sin duda, por encima de los mejores. Lucen siempre felices, excepto si se les lleva la contraria, no toleran que se les contradiga, aunque lo expuesto sea altamente incierto, incongruente y poco probable. Hay que mantener la calma y no hacer gestos, porque si ellos interpretan o infieren, a través de algún movimiento corporal, que se está en desacuerdo, inmediatamente toman represalias y si tienen que expulsar a alguien sin motivo razonable, lo hacen sin que les tiemble el pulso. Ante su discurso hueco, trillado, repetitivo e inútil, el resto debe escuchar atentamente, habiendo controlado, como un mimo, sus gestos faciales.
En su hora de almuerzo, los más expresivos en el piso de trabajo ejercitaban los músculos de la cara para controlar sus movimientos, no fuera que, en una de las reuniones de la oficina, uno de los rodemianos fuera a interpretar un gesto común y corriente en su contra. De esta forma se ayudaban para poder mantener sus puestos y que todo “fluyera” en la oficina. Eran expertos en esos menesteres. Se puede aprender a nadar contra corriente, se gasta más energía, se altera la bilis, pero se puede o, por el contrario, se puede crear una resistencia pasiva, pero el resultado final siempre afecta a la salud o a la productividad del trabajo.
Para los rodemianos, ellos siempre son un “ejemplo a seguir”, más nadie. Tienen pretensiones de eruditos académicos, aunque no puedan organizar ni una oración correctamente en su lengua materna. Quizá también por eso no tienen ombligo. Gustan de hablar en inglés y de que se les hable en inglés o en otro idioma que no sea el suyo. Llegan a la oficina a cualquier hora, la que sea, cuando pueden, pues no tienen horario fijo y pueden trabajar desde cualquier punto del planeta tierra. Con su advenida, pues son una plaga, se posicionan placenteramente y comienzan a dar órdenes. Tienden a beneficiarse de los humanos que tienen cerca. Claro que, entre esos, hay quienes también quieren ser rodemianos, pero que se conforman con servirles fielmente y llenarles el ego todos los días. Eso les asegura el ascenso y la confianza.
Los rodemianos no pueden pasar estrés, eso es ley. Si por casualidad alguna de sus fallidas soluciones llega a ser evidentemente floja o negligente ante el ojo público, la recuperación les puede tomar entre una semana y un mes para reponer las energías. Su situación puede ser realmente de gravedad, pero eso no afecta en lo absoluto la oficina, pues el trabajo sigue produciéndose y cumpliéndose a cabalidad.
Con respecto al contenido, ya eso no importa para ellos, pues como vivimos en la cultura del envase y el desprecio, mientras más hayas estudiado, menos probabilidades tienes de obtener un empleo seguro y bien remunerado. Si posees mucha experiencia, eso tampoco tiene valor, porque para los rodemianos el valor está en el envase, el contenido es un obstáculo para su trabajo y seguridad emocional.
Si por casualidad usted se encuentra con un rodemiano, no se asuste, ya sabe cómo son, ocupan cualquier posición de poder por más pequeña que sea y tienden a ser posesivos con su ignorancia, no los contradiga, déjelos pensar, aunque piensen poco, déjelos que pongan a sus amigotes en posiciones de poder también, déjelos que cobren un salario que triplique al de usted y la mayoría de los trabajadores, camine como si no pasara nada, que se sientan cómodos, y respire profundo, es usted o ellos, es su salud o ellos, es su país o ellos… y procure salir con vida, y por integridad y amor propio, no lo dude y a su manera, por favor, comience poco a poco a hacer la revolución.
Nota: Este texto forma parte de un libro de cuentos de la autora titulado “Piso 13”.
Segundo poemario de Tania Anaid Ramos González, AZULA.
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