POSDATA-Digital Press | Argentina
AL OTRO LADO
Al otro lado de la verja, jugaba un niño a la pelota con los últimos rayos de sol del día. Chutó fuerte a la pelota, y volando primero y dando botes después, vino a caer a mi lado. Tomándola crucé los barrotes de la entrada al jardín para dársela. Su madre asomada a la ventana de la cocina lo llamó.
“¡Dios mío!” —Escuché que gritaba—, “es un fantasma”.
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TO THE OTHER SIDE
On the other side of the gate, a boy was playing ball in the last rays of the day's sun. He kicked the ball hard, and flying first and bouncing later, he came down next to me. Taking it, I crossed the bars of the entrance to the garden to give it to him. Her mother leaning out of the kitchen window called out to him.
"My God!" "I heard him yelling," "It's a ghost."
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EL CIEMPIÉS DESOBEDIENTE
Érase una vez un ciempiés muy viejito y muy pobre. Le costaba ir de un lado para otro en busca de comida. Sus pies se cansaban pronto y debía detenerse a descansar y tomar un poco de aire. Él ciempiés era uno de los pocos en haber alcanzado como adulto 122 patas. Se preguntaba como debió de hacer su abuelo que llegó a tener 176. “Si pudiera comprarme unos zapatos… pero son tantos mis pies que sería carísimo. O mejor unas buenas chanclas con luces a los lados como esas que llevan los niños”. Así pensaba el abuelito ciempiés en cada una de sus continuas paradas. Su sobrinito con tan solo quince patas le adelantaba corriendo en cuanto veía cerca una hoja jugosa o algún insecto listo para ser comido.
—¡Vamos abuelete! Te echo una carrera hasta el siguiente árbol.
—¡Será posible con estos ciempecitos! No corras tanto briboncillo, puede haber peligros en la sombra que no vemos.
Pero el pequeño, algo travieso y juguetón por la edad, no le hizo caso y siguió corriendo hacia la jugosa hoja expuesta al sol.
En la sombra una lozana araña ya dispuesta a darse un gran banquete con un mosquito, se detuvo al ver acercase al ciempiés y cambió de idea. Aquel joven ciempiés de seguro iba a estar más jugoso que el seco y flacucho mosquito. Ya se relamía con tan solo pensarlo. Esparció veloz sus redes que al sol quedaron invisibles.
—Abuelo, ¡te he ganado! La hoja es mía. Yo me la comeré.
Cuando vio la red tejida por la araña junto a la verde hoja ya era demasiado tarde y quedó atrapado. Cuanto mas se resistía y se movía con sus quince patitas más aún se enredaba haciéndose un ovillo.
—¡Socorro abuelo! ¡Una araña! ¡Me quiere comer! —Gritaba desesperado el joven ciempiés.
La araña se acercó lentamente. Disfrutaba del momento. Siempre le agradaba torturar a sus víctimas. Pero no vio llegar al abuelo ciempiés. Agotado y todo por la carrera le dio una… bueno fueron muchas patadas que la mandaron bien lejos.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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EL GATITO DIJO NO
En aquella casa de campo no había espejos. Vivían en ella un humano y un gato blanco como la leche y negro como la noche por el lomo. Sus dos ocupantes eran cómo uña y carne.
El gato siempre iba pegado a las piernas de él. Buscaba le tomara en brazos y le acariciara por la cabeza y la barriguita.
—Que calentito estoy aquí. Mi papi es grande y fuerte... pero tan raro —pensaba el gatito cuando lo alzaba del suelo y le tomaba en brazos.
Al gatito bicolor le extrañaban los sonidos que su papi hacia con la boca. Sobre todo cuando comía o cuando jugaban con el ovillo de lana roja o le decía cosas al oído mientras le rascaba las orejas, o rozaba su cara con la de él con sus largos bigotes Se daba cuenta de que no saltaba como él hacía, y de que comía de distinta manera. Usaba sus patas delanteras para sujetar y llevarse la comida a la boca. Pero el gatito siempre pensaba que los papás debían de ser así y que cuándo el fuera mayor seria también como él. Sería un gato alto y fuerte que andaría a dos patas y podría abrir y cerrar puertas y ventanas como hacía su papi. Le extrañaba no tuviera pelo por todo el cuerpo como él tenía, pero lo achacaba a la edad. —Yo también perderé con los años el pelo y dejaré de saltar sobre los muebles y las mullidas camas— pensaba el gatito.
Una mañana, tomando el sol como todos los días encima de la mesa, vio pasar por el jardín a una hermosa gatita de rayas naranjas y blancas. Su curiosidad hizo el resto y sin pensarlo dos veces saltó desde la mesa en la que estaba hasta la cercana ventana del comedor. Salió fuera de la casa con el mismo impulso.
Era la primera vez que veía a otra como él. ¿Será posible sea una hermanita? —pensó al verla más de cerca.
La gatita se le acercó y entablaron amistad rápidamente. Durante varias horas ella le explicó que él era un gato, y que su papá como él le decía, era un ser humano y no podía ser su papá. Luego le invitó a irse lejos de allí y acompañarla por la gran ciudad. Ella conocía —le dijo— los mejores restaurantes en los que encontrar la comida que los humanos ya no querían y desechaban. Pero el gatito lo pensó y no aceptó acompañarla. Decidió quedarse con su papi humano. El era feliz a su lado. No importaba si eran de distinta raza o no. Lo verdaderamente importante era que se querían y eran felices estando juntos.
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KRAK EL ÁGUILA MIEDOSA
Krak era una joven y fuerte águila como sus padres y hermanas. Sus alas podían cortar el aire como la mejor de las águilas, pero tenía desde pequeña miedo a las alturas. Se limitaba a hacer pequeños vuelos de reconocimiento, pero a tan bajas alturas rara vez cazaba una presa, pues la veían acercarse desde lejos. Sus padres estaban siempre hablando de ello e intentando motivar a Krak para que ascendiera hasta los picachos desde dónde se estaba seguro y se divisaba el valle en todo su esplendor. Pero la verdad era que no conseguían ningún avance.
—Krak, debes de intentarlo—decįa su madre mientras le compartía la comida que había cazado.
—¿No comprendes que se reirán de ti tus hermanas? Eres la comidilla de todas las conversaciones. A escondidas te llaman cobardica —espetaba su padre frunciendo el entrecejo— En nuestra familia no hay sitio para los miedosos. Si no cambias de actitud deberás de en breve abandonarnos.
Krak escuchaba con la cabeza agachada sin atreverse a decir nada. No era educado interrumpirlos y mucho menos estando enfadados como estaban los dos.
Un día mientras volaba cerca del suelo, Krak vio un conejo y decidió ir por él. De pronto cuando estaba apunto de alcanzarlo escuchó la voz de un niño muy pequeño, un bebé en pañales llorando no muy lejos de donde se encontraba el conejo. Dejó se escapara y tomó altura. Hacía el pequeño se acercaba sigilosa una hiena uambrienta. Necesitaba tomar velocidad para lo que quería hacer.
Desde lo alto del pico más alto del valle sus padres y hermanas le vieron ascender y ascender al tanto que les sobrepasó por encima. Se quedaron de piedra sin poder creer lo que veían sus ojos. El pequeño Krak ascendía hasta el cielo. Luego descendió a gran velocidad y golpeó con su pico con gran fuerza a la hiena dejándola malherida.
Al momento tomó al bebé y lo llevó junto a ellos cogido por los pañales.
Desde entonces Krak nunca más tuvo miedo a llegar a las nubes y para su familia pasó a ser un héroe.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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LA JIRAFA MAESTRA
Érase una vez una joven y esbelta jirafa que vivía en África. Era muy instruida y los jueves por la tarde le gustaba dar clases a los que quisieran escucharla.
Un jueves se alejó de la planicie y fue a refrescarse al río. Era un día caluroso como tantos otros en África, pero aquel día parecía ser distinto. Buscó dónde esperar a sus alumnos y al final encontró un peñasco lo suficientemente alto como para darle sombra a sus más de cuatro metros de altura.
—Bueno ya les estoy esperando
imagino que vendrán brincando —dijo la jirafa haciendo rima con sus palabras.
—Ya les oigo llegar por cierto
con esos gritos que dan
¡Anda que menudo concierto!
Y así fue. Al momento apareció junto a ella una familia de monos. Se columpiaban en las ramas, daban volteretas en el aire y en general se reían los unos de los otros sin venir a cuento.
—Pero bueno sentaros ya mis amigos
que tiempo habrá para comer higos.
Los monitos se reían de sus rimas y de ella. Se rascaban las orejas y tiraban de ellas o se metían los dedos en la nariz y hurgaban.
—Oh señorita su larga cola parece un plumero —dijo el que parecía el mayor de ellos.
—Pues como te pille serás al que castigue primero.
De pronto apareció una pequeña tortuga corriendo todo cuanto podía.
—Lo siento. Llego tarde, llego tarde
pero el bosque entero arde… arde.
Entonces todos miraron asustados a su espalda. Era verdad. El bosque estaba ardiendo. Las llamas se acercaban hacia ellos.
—¡Estamos perdidos!
—¡Estamos rodeados!
Todos los monos hablaban a la vez. Algunos se habían puesto a tirar piedras hacia el fuego.
—¡Haced el favor de callar! —dijo la jirafa—
¡Necesito pensar!
Algunos monos empezaron a toser. Otros la miraban con los ojos muy abiertos con cara de pánico.
—Ya lo tengo. Cruzaremos el río
¿De que te ries? Yo no me río —dijo la jirafa a uno de los monos.
—Nosotros señorita no sabemos nadar
Nos ahogaremos nada más entrar.
—De eso nada
Monada.
—Haced todos lo que yo os diga
y rezad por que Dios nos bendiga.
La jirafa inclinó su cabeza hasta llegar a la altura de la tortuga.
—Sube a mi cabeza y agárrate fuerte de los cuernos.
No lo dudes, ni lo pienses. Hemos de atrevernos.
La tortuga así lo hizo y la jirafa con sus largas patas cruzó el río con la tortuga en la cabeza. Nada más que ésta bajó a tierra ya a salvo la dejó y volvió por los monos.
—¡Y ahora vosotros escuchad cogeros de las manos
y hacedme un lindo collar como buenos hermanos.
De esta manera la jirafa pudo salvar a la tortuga y a los monos de ser devorados por el fuego.
Y colorín colorado, esta clase ha acabado.
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DESTINO FANTASÍA
El Tren Arcoiris hizo sonar su bocina anunciando su inminente entrada en la estación. Fue reduciendo su velocidad hasta entrar al andén y detenerse sin frenazos bruscos, El conductor era un veterano y viejete conejo que nunca había tenido ningún percance en sus trayectos. Abrió la puerta de su cabina, corrigió la posición de su gorra y se puso a comer una zanahoria que sacó del bolsillo de su chaleco.
El andén estaba abarrotado. Animalitos de toda clase y tamaño iban y venían de un lado para otro sin saber muy bien a qué vagón debían de subirse. Un par de conejos uniformados con un gracioso sombrero rojo a la cabeza por el que les salían las orejas, se pusieron a vocear.
—¡Señores pasajeros con destino a Fantasía, vayan subiendo por favor —Repetían una y otra vez a todo el mundo— Hay sitio para todos y estantes en dónde dejar sus cosas.
Un saltamontes japonés cargado con una gran cámara tomaba fotos al tren y le pedía filtros concretos a su ayudante. Un saltamontes mas pequeño y gordito que cargaba el pobre con todas las maletas.
Poco a poco fueron entrando todos los pasajeros, dejando sus enseres en los estantes superiores de sus asientos. Todos buscaban ventanilla. Hasta las hormigas que eran muchas se subieron a los marcos de las grandes ventanas para disfrutar del paisaje. Un alacrán con gafas grandes acompañado de su señora discutía con uno de los mozos porque quería entrar en el vagón reservado a los VIP. Gesticulaba mucho y hacía sonar sus relucientes pinzas. La mujer se limitaba a ser espectadora y no decir nada,
—Pero vamos a ver, nosotros somos VIP. Somos actores. Hemos viajado desde Hollywood adrede para hacer este viaje. Tenemos derecho a estar ahí dentro —Así le decía al mozo conejo que no perdía su compostura a pesar de la insistencia del Cangrejo.
—Lo siento mucho señores. Pero aunque como actores si que pueden viajar en el Arcoiris, este tren es para los personajes de cuentos. El reservado VIP es para quienes ya han tenido su cuento oficialmente publicado —decía el mozo ya un poco acalorado y sin saber como resolver el problema.
—¿Y quienes son esos afortunados si puede saberse? —preguntó con voz gruesa el Alacrán.
El mozo consultó su carta de embarque y leyendo cada uno.
—Señora e hija, y fantasma, A ver… ¡Si! También están un ciempiés mayor, uno joven y una araña —Al nombrar la araña las orejas se vibraron con frenesí. Le daban miedo— Hay también un par de gatitos con un señor, una jirafa maestra que nos ha costado que consiguiera entrar, Y el más famoso con nombre propio: El águila Krak que ha venido acompañada de toda su familia.
Tras una pausa para tomar aire el mozo continuó.
—Créame que no cabe ni un alfiler. El vagón está al completo.
—Vamos Al —habló por primera vez la señora cangrejo— Está claro que aquí no nos respetan. No deberíamos de haber venido. Mira que te lo dije. Pero tú erre que erre. Cabezón como tú solo.
—Esta bien. Busquemos un sitio en dónde sentarnos —dijo Al, la estrella de Hollywood, a su acompañante.
El mozo respiró aliviado cuando les vio dar la vuelta y alejarse con todas sus maletas hacia el vagón contiguo.
El tren pintado con todos los colores del Arco Iris hizo sonar su silbato y se puso en marcha.
Unos pajarillos que no paraban de revolotear por el interior pidieron a uno de los mozos agua para beber que no estuviera muy fría ni llevase gas.
Unas serpientes enroscadas en sus respectivos asientos comentaban entre ellas ante la atenta mirada de un par de cuervos que no les quitaban ojo de encima.
—¿Vosotras pensáis que nos sacarán en algún cuento? Me hace tanta ilusión salir de “prota” en un cuento y verme dibujada en su portada. ¡Oh! Sería tan sexy y glamoroso.
—No sueñes mucho con eso, Larga —le dijo otra de las serpientes— Desde lo de Adán y Eva como que todavía no hemos tenido muy buena prensa que digamos,
—Igual salís alguna para ser comida por nosotros en el cuento—dijo uno de los cuervos batiendo sus alas negras, ante las sonoras risotadas de sus compañeros.
—De pronto del asiento de atrás se levantó un león con una gran melena y con unas gafas de sol de espejo con brillantitos en su montura.
—¿Os vais a callar de una vez o tengo que hacer yo algo? —dijo mientras sacaba y mostraba sus uñas en todo su esplendor— Quiero dormir durante todo el trayecto. ¿Está claro?
Serpientes, cuervos, ardillas, pajaritos, y demás ocupantes quedaron en completo silencio como por arte de magia.
De pronto el vagón comenzó a oscilar de un lado para otro y todos se agarraron a sus asientos. Hasta el león se sentó en su asiento.
Se oyeron unas pisadas. La puerta del vagón se abrió y apareció en ella un gran oso gris cargado con muchas maletas a medio cerrar y atadas con telas y cuerdas. Con gran dificultas consiguió pasar.
—¿Es que no voy a poder sentarme en ningún sitio?
El tren Arcoíris tocó su silbato tres veces anunciando su entrada en Fantasía.
Y colorín colorado, este viaje en tren, se ha acabado.
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