Mi poesía vive en un ático

POSDATA Digitaal Press | Argentina

 

 

 

Mi voz muere y renace

a cada verso que escribo,

en cada página sin fecha

en cada volumen en blanco.

a la espera de su propio bautizo.

 

Me pregunto…

¿Será éste el último poema?

 

Mi poesía vive en un ático

con vistas generosas

a las perezosas nubes,

al majestuoso cielo errático

que siempre nos acuna y mece

entre su tapiz eterno

bordado de estrellas titilantes

que esperan recibir un nombre.

 

Abajo queda la ciudad de nadie,

el mundo de las falsedades

Y las verdades a medias

los sollozos a mitad de la noche

esquinas oscuras que esconden 

realidades y angustias

sueños que se desvanecen en la noche

como una tormenta de verano.

 

 

 

 

 

Calles que han de ser calladas,

avenidas de la muerte sin número,

lazarillos de la hipocresía

disfrazados de personas

en un mundo quebradizo de cristal.

 

Ambulancias de vida y luz

que siembran esperanzas a su paso

y dudas entre los vivos.

 

Sonámbulos de bar agarrados a farolas,

sirenas que recorren

mares de cemento y asfalto

en un mundo de sombras huidizas

que se esconden en las esquinas de la noche,

en portales sin llave

lejos de la luna.

 

Mi poesía vive en un ático

sin ventanas ni cristales.

A veces me asomo desde él

y contemplo el alma humana

a la mujer desconsolada

al niño que llora hambriento

al hombre que ha perdido su trabajo

a la madre que ve partir al hijo

a una guerra que no desea

y que no es la suya.

 

A veces lloro por ello

 y mis lágrimas caen al vacío.

 

Miro al cielo y veo a Dios

guiñándome un ojo

asomado entre las nubes.

 

Me sonríe y le sonrío

dándole las gracias 

por contemplar todo este mundo,

formar parte de él,

poder vivirlo y contarlo.

 

 

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