Las visiones de June

El Arca de Luis 10/05/2022 Luis García Orihuela
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POSDATA Digital Press | Argentina

Luis García Orihuela

Por Luis García Orihuela | Escritor | Poeta | Dibujante

June era una joven hermosa, inteligente, de ademanes finos y buenas maneras. Había nacido en Limatambo, en el departamento del Cusco, en Perú. Nunca había sido una niña que buscara la compañía de niños de su edad. Sin embargo durante su infancia reía frecuentemente con sus amigos y era una chica muy dicharachera. El día en que cumplió los dieciséis años sus padres la obsequiaron con llevarla a ver desde Tomacaya el Machu Picchu. June se puso muy contenta, pues siempre había deseado desde muy pequeña hacer aquella travesía. En el camino inca de ida, June cambió su forma de ser. Su rostro antes siempre alegre se convirtió ante la sorpresa de sus padres, en un rostro serio de ojos huidizos. Pensaron que aquel cambio bien podía deberse a la emoción que la embargaba al ver el nevado y bello Salkantay. No le dijeron nada ni le dieron mayor importancia. Prosiguieron su camino en silencio durante los cinco días que duró el viaje, tan solo roto únicamente en los momentos en que paraban su marcha para comer algo o beber agua. Solo un día al ver aparecer volando un cóndor, June dejó ver una de sus sonrisas a las que les tenía acostumbrados. A partir de entonces June fue una buena hija como siempre, pero más distante con todo el mundo, taciturna. Se encerraba en su habitación en cuanto volvía del colegio o tenía la ocasión para hacerlo.

Un año después dijo a sus padres que se iba a California.

 June se estableció en Venice Beach, De día trabajaba de camarera en un restaurante de comida italiana para llevar. Por la noche acudía tres días a la semana a una academia de arte plástico. No tardó mucho en convertirse en “la rara” de la clase. Sus pinturas eran oscuras y extrañas. Representaban a seres de apariencia humana pero con distinciones físicas notorias. En ocasiones sus obras mostraban animales inexistentes que causaban inquietud al ser observados. Pronto dejaron de buscarla los alumnos para salir a tomar algo o hablar con ella. June al principio intentó explicar que lo que pintaba eran visiones que padecía desde que fuera con sus padres al nevado Salkantay. June solo tenía una amiga, Katty. Eran de la misma edad y a ambas les unía su mismo gusto por vestir de góticas, con sus sombreros de alas anchas, faldas cortas, y el maquillarse los ojos y labios pintados de negro, a juego con las medias y las botas. Prácticamente eran uña y carne. June se había tatuado en brazos y piernas sus propias visiones de seres acechantes de grandes ojos que ponían nerviosos a quienes la miraban. Con Katty no tenía secretos y le contaba todo. Le decía que ella veía a aquellos seres constantemente, acercándosele cada vez más, incluso que en ocasiones podía percibir sus olores. Era como estar entre dos mundos. Por un lado todo aquello la inquietaba, y por otro, la fascinaba al sentirse diferente a los demás. Sabía que su experiencia era única y que esto era lo que creaba aquel rechazo hacía ella, pero no le importaba. Había llegado a acostumbrarse como algo normal y cotidiano en su día a día. Pronto alquilaron un apartamento entre las dos para pasar más tiempo juntas.

Una noche, de regreso al apartamento, June estaba paseando con Katty y se detuvo. Dejó de hablarle. Era como si hubiera entrado en trance. Katty pensó que debía de ser un episodio en los que veía a aquellos seres que pintaba y que llevaba tatuados en los brazos y piernas. De pronto, June hizo un movimiento con el brazo, como si abriera algo. Se agachó y fue como si comenzase a entrar en algún sitio. Conforme parecía entrar fue desapareciendo ante los asustados ojos de Katty. Al final solo quedó a la vista un tacón de la bota derecha, y un segundo después este desapareció del todo. Katty se quedó paralizada de miedo, horrorizada sin saber que hacer ni a dónde ir. De pronto allí mismo, de la nada, apareció el brazo de June agarrándola y tirando de Katty con fuerza.

Nunca más supieron de ellas.

 


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