“Mister 880: el falsificador más entrañable de Nueva York”

Durante una década, Emerich Juettner engañó al FBI con billetes falsos de un dólar tan torpemente hechos que nadie los tomaba en serio. Esta es la historia del hombre que falsificó sin codicia y terminó inspirando una película.

Cultura - Sucesos históricos07/08/2025 POSDATA Press
  
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Crédito:https://stroganov.livejournal.com/

POSDATA Press | Argentina

Durante más de una década, el Servicio Secreto de los Estados Unidos persiguió a un falsificador de billetes de un dólar. No era un mafioso, ni un estafador ambicioso. Era Emerich Juettner, un inmigrante austríaco que vivía en Nueva York y que, con una vieja imprenta y una ética peculiar, imprimía billetes falsos para comprar comida, medicinas… y, según cuentan, alimento para sus mascotas.

Mister 880: el falsificador más entrañable de Nueva York-posdata press

  • Nombre:Emerich Juettner, alias Mister 880
  • Origen: Nacido en enero de 1876 en Austria, emigró a Nueva York a los 14 años.
  • Profesión: Trabajó como dorador de marcos, luego como encargado de edificio y finalmente como recolector de chatarra.
  • Fama: Se hizo conocido por falsificar billetes de 1 dólar entre 1938 y 1948. Sus billetes eran tan mal hechos que pasaban desapercibidos por lo inverosímiles.
  • Modus operandi: Usaba solo 10-12 billetes por semana, en distintos comercios, sin repetir lugares. Nunca causó grandes pérdidas.
  • Captura: Fue descubierto tras un incendio en su edificio. Tiró sus materiales a la calle, donde unos niños encontraron los billetes y los entregaron a sus padres.
  • Sentencia: Fue condenado a solo 1 año y 1 día de prisión, con una multa simbólica de 1 dólar3.
  • Legado: Su historia inspiró la película Mister 880 (1950).

No buscaba enriquecerse. Solo sobrevivir. Nunca usó más de un billete por lugar, y siempre elegía negocios pequeños, donde el vuelto no levantara sospechas. Su técnica era rudimentaria: los billetes estaban mal impresos, en papel barato, y hasta tenían errores ortográficos como “Wahsington”. Pero su estrategia era casi poética: pasar desapercibido, como si su delito fuera una forma de resistencia silenciosa.

Juettner había llegado a Nueva York a los 14 años, en 1890. Trabajó como dorador de marcos, luego como encargado de mantenimiento en un edificio del Upper East Side. Vivía con su familia en el sótano, sin pagar alquiler. Pero la vida no fue amable: su esposa murió durante la pandemia de gripe española en 1918, poco después de dar a luz a su hija. Desde entonces, Juettner crió solo a sus hijos y sobrevivió como pudo, incluso como recolector de chatarra.

En 1938, con casi 60 años y sin recursos, comenzó a falsificar billetes de un dólar. Usaba entre 10 y 12 por semana, siempre en lugares distintos. El caso fue bautizado por el Servicio Secreto como “Archivo 880”, y se convirtió en una obsesión para los agentes. Pero Juettner era invisible. Su bajo perfil y su método artesanal lo mantuvieron fuera del radar durante diez años.

Hasta que un incendio en su apartamento cambió todo. Al limpiar los restos, arrojó sus materiales de impresión a la calle. La nieve los cubrió… hasta que un grupo de niños encontró algunos billetes y los llevó a sus padres. Así, por azar, el caso 880 llegó a su fin.

Fue arrestado en 1948. En el juicio, admitió todo con serenidad. Dijo que nunca había entregado más de un billete a la misma persona, y que nadie había perdido más de un dólar. La sala estalló en risas cuando se le impuso una multa simbólica de un dólar, además de una condena de un año y un día de prisión.

Su historia conmovió tanto que fue llevada al cine en 1950 bajo el título Mister 880, protagonizada por Edmund Gwenn. Juettner vendió los derechos de su historia y, por primera vez, ganó dinero legalmente con su talento para imprimir.

Juettner no falsificaba dinero. Falsificaba tiempo. Compraba días de dignidad con tinta y papel. Y en un mundo donde el delito suele tener rostro duro, él nos dejó una pregunta incómoda: ¿Qué harías si tu única forma de cuidar a los tuyos fuera romper las reglas?

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