Un negocio bien urdido

Grupos literarios y otros entes artísticos.

Opinión - Desde mi punto de vista14/06/2022 Luis García Orihuela
  
Crédito: historiasdondevivo

 POSDATA Digital Press | Argentina

Luis García Orihuela

Por Luis García Orihuela | Poeta | Escritor 

Si el ordenador desde el que escribo fuera capaz de comunicarse conmigo —como una I.A. acorde al momento actual— tengo claro que me iba a decir “¡Ey amigo, no lo hagas, ¿Sabes en dónde te estás metiendo? ¡Te van a crucificar!”, y no estaría falto de razón si lo dijese, pero son tantas las veces en que uno ya ha sido crucificado por uno u otro tema, que una vez más poco importa a estas alturas de la vida. Así que como mi ángel de la guarda debe de estar en estos días de vacaciones en algún país más fresco, pues voy a seguir adelante con esta columna. Algunos pueden ir ya buscando los mejores cuchillos y afilándolos.

Tanto el mundo del arte, como el de la literatura —y si  me apuran el mundo de la música, aunque en un grado menos grave— han sufrido, y digo bien al decir sufrido/padecido/ un cambio tan radical e inmediato que lo ha dejado todo patas arriba. ¿Cómo es ello posible? Muy sencillo, Vamos a verlo.

Antiguamente Las Editoriales literarias eran quienes ofrecían a un autor/a (antes en realidad tan sólo a autores y rara vez a autoras) una cantidad de dinero —mediante contrato— para hacerse con los derechos de autor y de edición de una obra o incluso de todas las que escribiese. El que estaba más arriba vendía más, era más promocionado y publicitado por todos los medios imaginables. Lo mismo que si fuera un anuncio de un jabón para la ropa. Pero a pesar de los pesares, llegar a recibir esa oferta, ese contrato, quedaba muy lejos de la inmensa mayoría de escritores. A los pocos que llegaban a publicar, los lectores les dábamos nuestro LIke. Al menos, pensábamos, conocían su oficio. ¿Qué es lo que a ocurrido entonces para que estas condiciones hayan cambiado? La tecnología ha puesto al alcance de la mano el que cualquiera pueda hoy día ser un escritor o un artista plástico. Y no es que eso esté mal, a muchos nos ha permitido poder ver nuestras obras publicadas en sitios tan conocidos como Amazon, pero hay un problema, no hay ningún control de calidad literaria, cualquiera puede publicar su libro aunque no sepa hacer la “o” con un canuto.

Si nos vamos a los grupos literarios, vemos que ocurre otro tanto. Hay cientos de grupos, con miles de seguidores. Son volquetes (containers) donde cada integrante descarga su “obra” a la espera de recibir grandes alabanzas por parte de otros escritores como él y algún diploma como compensación que mantenga su alter ego al menos satisfecho lo suficiente como para no salirse del grupo. A partir de ahí, es cuando aparece la palabra clave “ANTOLOGÍA”. Así es, el grupo en cuestión te invita a enviar unos poemas, relatos, etc. “Se realizará una selección”, te dicen (claro, claro, como los concursos internacionales que de internacional tan sólo tienen la palabra escrita) y luego te comunican que has sido seleccionado para conformar la ¿? Edición y que si quieres comprarlo puedes hacerlo por un precio asequible. Bonito negocio. Viendo como lo hacían las Editoriales literarias (en su inmensa mayoría ‘imprentillas’) los “escritores” espabilados que no venden sus obras por las vías comunes ofrecen su experiencia y conocimiento (inexistente la mayoría del as veces) por un módico precio —según ellos—. Su función en estos casos viene siendo la de simple intermediario con una imprenta con un coste por libro impreso concertado, y aquí paz y luego gloria.

La misma ola contracorriente ha llegado y se ha quedado en el mundo del arte (y de la arquitectura) podemos informarnos con la critica mexicana Avelina Lésper o el artista plástico de Sevilla, Antonio García Villarán. Tanto el uno como el otro exponen y razonan en sus canales de YouTube con amplio lujo de detalles al respecto y conocimiento de causa.

 Ahora también somos todos artistas. Una aplicación, unas cuantas manchas dadas de cualquier manera y… ¡Zasss! Ya hemos creado nuestra primera obra de arte virtual, nuestro criptoarte. Podemos convertir cualquier cosa hecha por nosotros en un NFTs. Si esto nos parece aún así complicado de hacer, siempre podemos crear y vender esculturas invisibles como la obra “Io sono” del italiano Salvatore Garau (subastada por 28.000 euritos de nada) Por motivos obvios no incluyo fotografía de la misma. ¿Qué podría poner?

La cuestión no es el que todo esto sea malo. Da unas oportunidades a todo el mundo, brinda la ocasión de cuando menos sentirte artista, y bueno, eso no tiene el por qué ser malo. El problema es que no nos dicen esa verdad ni de lejos. ¿Quieres publicar? —Se anuncian a diario en Instagram, Facebook, etc.— “Envíanos junto con tu obra literaria tantos euros, dólares, etc. y NOSOTROS te lo publicamos” —sea lo que sea, aunque esté mal escrito y no aporte nada—. (Al que ofrece publicarlo si le aporta. Al menos el llenarse los bolsillos de dinerito fácil)

 ¿Cómo termina todo esto? Por desgracia, en la mayoría de los casos no muy bien. Algunos que enviaron su texto y el dinero que se les pidió no llegan a recibir ni tan siquiera la cantidad de libros que se acordaron. En otros casos, el autor descubre pasado el tiempo que tiene en su casa cien ejemplares o más que será difícil llegue a vender aún a riesgo de quedarse sin amigos si se pone muy insistente —pesado—- Lo más triste es que juegan con la ilusión de la gente. Algunas personas llegan a pedir créditos bancarios que se las verán y desearán para poder hacerles frente a los pagos de vencimiento. 

He conocido y conozco a gente honesta al frente de Grupos literarios, que les mueve el incentivar a otros autores a escribir. Lo hacen de una manera altruista y de buena fe, es cierto, pero cuando regalan diplomas y certificados es cuando viene el lío. Quienes sabiendo escribir bien, ven que otros que no son escritores (al menos de momento) reciben ese mismo trato, son los primeros en decir esto no es así. Por otro lado, se está engañando también (aún sin quererlo) al que se le da un reconocimiento inmerecidamente.

Me resulta curioso —mucho— ver como en muchos de los grupos literarios, la persona que lo ha creado o no ha publicado nunca nada o apenas tiene algún libro en el mercado que le avale, no ya de manera internacional, ni tan siquiera dentro de su propio país. Si quieren ser considerados como una entidad literaria deberían de constituirse como tal y hacer valer su nombre. No vale el poner unas reglas a acatar obedientemente por los integrantes del grupo, el que tengan que pasar un filtro no autentificado que se auto proclaman jueces y verdugos (señores, que no están pagando por las obras que les comparten).

Espero haber abierto los ojos a más de uno, y con algo de suerte, seguir conservando los verdaderos amigos.

 

 

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