¿Qué diferencia al amigo que nos escucha del psicólogo con el que hacemos terapia?

Sociedad10/03/2023CVA  Producciones IntegralesCVA Producciones Integrales
  
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Crédito:dexeus

POSDATA Digital Press| Argentina

¿Dispones de uno o varios amigos con quienes puedes compartir tus emociones, miedos y experiencias más íntimas? Contar con esas figuras cercanas es un pilar muy enriquecedor para nuestro bienestar mental. Sin embargo, tus amigos no son tu psicólogo. En ocasiones, hay límites que sobrepasan, barreras que son muy porosas y a través de las cuales se puede caer en el abuso de la confianza.

Pongamos un ejemplo. ¿Alguna vez te has sentido sobrepasado por ese amigo que te usa como volquete para cargar sobre ti todos sus problemas, desesperaciones y anhelos existenciales? Es un fenómeno frecuente que no siempre se suele calibrar demasiado. En oportunidades, sin darnos cuenta, exigimos a nuestros seres más cercanos que asuman labores propias de un psicólogo.

«¿Y qué hay de malo en ello?», se preguntará alguno. «¿No se supone que los amigos están para escucharnos y apoyarnos en cualquier circunstancia?». Lo cierto es que no. Por mucho que nos quieran esas figuras significativas, su función no es la de guiarnos ni darnos herramientas para afrontar lo que duele, preocupa o bloquea la vida. Saber dónde está esa frontera es primero de sentido común.

Nuestros amigos nos pueden brindar comprensión y consuelo, pero, aunque fueran psicólogos, su labor tampoco será la de ofrecernos apoyo profesional

Los amigos son aliados de vida, pero no figuras encargadas de sanar nuestras heridas o dar solución a nuestros problemas.

Tus amigos no son tu psicólogo y estos son los límites que debes conocer
Los amigos son una pieza clave para disfrutar de una buena salud mental, pero su labor no es la de promoverla en nosotros como lo haría un profesional especializado.

Trabajos como los realizados en la Universidad de Columbia, por ejemplo, destacan algo interesante. Las mujeres son las que, por término medio, otorgan mayor valor a las amistades y las que más suelen beneficiarse de esta alianza.

Se reduce el estrés, los problemas se relativizan, se trazan alianzas emocionales que nos permiten esquivar el peso de la soledad. Todo ello es beneficioso y recomendable, tanto para un género como para otro.

Las amistades enriquecen nuestra existencia e incluso potencian nuestra esperanza de vida, sin embargo, en ocasiones, se trazan caminos de doble sentido. Y podemos exigirles dimensiones que no les competen. ¿Dónde están los límites? ¿Qué principios básicos deberíamos tener en cuenta en este tipo de vínculos sociales?

Al compartir con nuestros amigos muchos de nuestros problemas, les podemos situar en la obligación de resolver o guiarnos en áreas que se les escapan y que no les competen. Esto puede ser muy estresante.

1. Sus consejos no siempre son válidos
Puedes pedirle a tu amigo que te aconseje sobre mil asuntos cotidianos, pero no en aspectos que tengan que ver con temas íntimos y personales. Nuestros seres queridos nos darán consejos a partir de su propia experiencia, en la cual no siempre encajamos. Cada persona es un mundo, presenta un contexto, unas características propias y unas necesidades.

2. El desahogo emocional no siempre es oportuno
A menudo, solemos decir eso de que una amistad está 24/7 para nosotros. No es cierto. Tus amigos no son tu psicólogo, ni siempre están en las mejores condiciones para escucharte, por mucho que su voluntad o su intención sea buena. Es posible que busques desahogarte con esa figura cercana justo cuando está más estresada.

Incluso, puede que se sienta sobrepasada con lo que le explicamos y proyectemos sobre ella una carga de malestar. También, es posible que sienta la obligación de resolver por nosotros el problema que le exponemos.

3. Los amigos no están para resolver tus problemas
No podemos negarlo, las amistades son aliados en los peores momentos. Es posible que más de uno sí te haya quitado un problema de encima, aliviado cargas y guiarte para salir de un laberinto. Sin embargo, la función de una amistad no es la de resolver lo que nos duele o dar una solución a nuestras encrucijadas.

De hecho, tampoco es directamente el objetivo de un psicólogo. Su misión es más bien la de enseñarnos herramientas, la de enriquecernos con recursos para que seamos nosotros quienes, de manera autónoma, terminemos afrontando determinados desafíos.

No obstante, no es adecuado esperar que una amistad sea esa llave maestra forzada que solucione toda angustia. Tampoco es ético situarlos en esta presión directa o indirecta.

4. Involucrados emocionalmente con nosotros
Tus amigos no son tu psicólogo y esto hará que, a veces, no sean tan sinceros como necesitas. Ese vínculo emocional que nos une a ellos puede hacer que recurran a las medias verdades o mentiras piadosas para animarnos. El afecto y la buena intención son esos reflejos automáticos propios de toda amistad, pero que no siempre nos son de utilidad cuando transitamos por un problema determinado.

5. El apoyo es el primer paso, pero no es suficiente
Puede que estés pasando por un momento doloroso. Una ruptura emocional, la pérdida de trabajo, un problema familiar, una desesperanza que nubla todas tus perspectivas… Los amigos pueden ser tu mejor apoyo, pero no disponen de las competencias de un profesional de la salud mental.

Son el primer escalón hacia el bienestar, quienes te impulsan a buscar a esas figuras expertas para solucionar lo que apaga ahora tu bienestar.

Saber que hay aspectos personales que un amigo nunca podrá abordar, te beneficiará a ti y también a esa amistad.

Al igual que un amigo no podrá hacer labores de psicólogo, un psicólogo tampoco estará en posición de ser tu amigo.

El psicólogo no es tu amigo
Hay una regla fundamental en terapia psicológica: deben mantenerse unos límites claros entre el profesional y su paciente. Así como es esencial que la posición de cada uno no se diluya, también es clave que se forje una buena alianza terapéutica con la cual se construya una confianza mutua. Solo así se irá dando forma al cambio, al crecimiento, a ese proceso sanador y liberador.

Al igual que tus amigos no son tu psicólogo, este último tampoco puede trazar contigo un vínculo de amistad durante la propia terapia psicológica. Por ello, es esencial que se cumplan estos principios:

 

  • Los psicólogos no deben dar consejos personales. No es su función.
  • Se debe mantener la objetividad y la neutralidad en la medida de lo posible.
  • No debe haber relación entre el profesional y el paciente fuera del contexto terapéutico.

Aunque en ocasiones pueda darse cierta flexibilidad y nunca se es del todo impermeable a las vivencias de los pacientes, la meta es mantener las distancias. También, evitar lo que Sigmund Freud denomino «transferencia» (sentimientos del paciente hacia el profesional) y «contratransferencia» (sentimientos del psicólogo hacia el paciente).

El éxito terapéutico vendrá siempre desde ese marco en el cual el profesional da lo mejor de sí mismo de manera objetiva. Igualmente, desde ese plano en que el paciente siente que está en un contexto seguro, estructurado y orientado a proporcionarle herramientas rigurosas para el cambio.

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