
El espejismo de la fe: amuletos, superstición y la negación de la verdad
Sociedad06/12/2025
POSDATA Digital Press| Argentina
Alguna vez habrás notado, en la casa de un vecino, en la de un amigo, incluso en la tuya, la presencia de amuletos, dijes, medallas, colores cuidadosamente elegidos para "proteger" o atraer suerte. No importa si se trata de una cinta roja atada a la muñeca, una herradura sobre la puerta o un billete escondido en la billetera: todos estos objetos comparten la misma promesa ilusoria de seguridad.
Los vemos en cada rincón del día a día, como si fuesen guardianes invisibles, y muchas veces ni siquiera nos cuestionamos su verdadero propósito. Pero detrás de ellos, detrás de cada superstición, ¿qué hay realmente? ¿Fe? ¿Miedo? ¿Una necesidad de controlar lo incontrolable?
Objetos que, según ellos, los protegen de la envidia, atraen fortuna y los cubren de cualquier mal. Pero ¿acaso se han detenido a pensar que el verdadero poder no está en un dije colgado al cuello ni en el billete que guardan como cábala? Lo que realmente moldea su destino es su manera de pensar, de sentir, de ver la vida. Sus acciones los definen, sus intenciones aún más.
Hablemos de estos objetos. De lo que representan, de la contradicción que esconden. Porque, al final, no es el amuleto el que moldea el destino, sino quien deposita en él una fe que, quizás, nunca fue auténtica.
Se dicen cristianos, y tal vez son los mismos que ocupan la primera fila en cada peregrinación o que se muestran fervientes los domingos en misa. Sin embargo, su devoción se diluye en la contradicción de sus actos. Porque mientras predican fe, en realidad depositan su confianza en ídolos falsos, en símbolos vacíos que creen les darán algún tipo de poder. ¿Pero poder sobre qué? ¿Sobre el destino? ¿Sobre la voluntad ajena? ¿Sobre el miedo que, en el fondo, los domina?
Porque ahí está la clave: el miedo. La inseguridad de no poder controlar la vida, de no aceptar que todo es más simple —y más complejo— que un amuleto. Buscan aferrarse a algo tangible porque admitir que la fe es una entrega sincera les resulta incómodo. No es fácil aceptar que la verdadera protección proviene del interior, de la claridad de pensamiento, de la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Y al final, la mayor de sus idolatrías no es siquiera la superstición, sino el dinero. Porque todos esos objetos que acumulan, esas prácticas a las que se aferran, responden a la necesidad de asegurarse bienestar material. ¿Qué tan distinta es esta devoción de la que antaño se tenía por los becerros de oro? Dicen rechazar el culto al dinero, pero lo adoran en cada rincón de su vida, lo elevan a la categoría de protector supremo.
Si tan solo comprendieran que el verdadero poder nunca ha estado fuera de ellos. Que ninguna cadena, ninguna piedra, ningún símbolo tiene el poder que ellos mismos se niegan a reconocer dentro de su propio ser.
Fuente: POSDATA Digital Press/ Imágenes:POSDATA Creaciones con IA



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