Los pollos de adivinación de la antigua Roma

Enigmas 08/05/2023 CVA  Producciones Integrales CVA Producciones Integrales

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POSDATA Digital Press| Argentina

Es conocido por casi todo el mundo que los romanos practicaban la adivinación. Que si la usaban para saber si una batalla iba a ir bien, que si para temas legislativos, que si para comprobar que la carne mechada está en buenas condiciones... Los romanos eran gente previsora, pero a veces esa previsión adoptaba una forma cómica y nosotros hemos venido aquí a enseñarte uno de esos episodios graciosos que tanto nos gustan.
Hablemos del general Publio Claudio Pulcro. Hijo de una familia bien y miembro de la gens Claudia, hizo carrera política y militar y terminó como cónsul durante la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.).

Como cónsul, le tocó ponerse al frente de un ejército y marchar hacia Sicilia para reforzar las tropas romanas de la ciudad de Lilibea. Poco después decidió plantar cara a los cartagineses, para lo cual preparó una flota mayor que la de estos y se echó al mar. En el año 249 a. C. se enfrentaron ambas flotas en la batalla de Drépano.
Sin embargo, antes del enfrentamiento, Publio Claudio Pulcro llevó a cabo los rituales necesarios. Para ello hizo llamar a los augures llamados pullarii, es decir, polleros, y estos trajeron sus herramientas de adivinación: unos cuantos pollos sagrados y un puñado de grano para alimentarlos. ¿Cómo se resolvía el ritual? Se le echaba el grano a los pollos y, si comían, todo bien. Por otra parte, si no comían, no tan bien.
Adivinación vía alpiste. Esto no lo tiene Esperanza Gracia.

Pero ¿qué hicieron los pollos?

Pues, según nos cuentan Tito Livio, Suetonio y Cicerón, no comieron. El cónsul se puso furioso y arrojó los pollos por la borda gritando UT BIBERENT, QUANDO ESSE NOLLENT, como haríamos cualquiera de nosotros. Para aquellos menos diestros en las artes del latín, quiere decir "entonces que beban, dado que se negaron a comer".
El resultado de la batalla fue desastroso. Drepana fue el mayor desastre naval de la guerra, y los romanos perdieron 93 barcos y más de 8000 soldados. Después, Pulcro fue condenado por impío.
Por otra parte, tenemos la historia del cónsul Lucio Papirio Cursor. Cinco veces cónsul y dos dictator, luchó en la Segunda Guerra Samnita (327-304 a. C.). En esa guerra, antes de la batalla de Aquilonia (293 a. C.), Papirio mandó a los polleros hacer lo suyo. Los pollos decidieron no picotear el grano, pero el jefe de los pullarii hizo trampita y le dijo a Papirio que todo bien: máquina, dale a lo de matar samnitas que yo le echo guindas a los pollos.
Sin embargo, algunos pullarii se fueron de la lengua y el rumor se extendió por el ejército.


 
Augur con pollo
Papirio dijo que eran mentiras y puso a los pullarii en primera línea. Estos murieron enseguida y el cónsul se encargó de propagar por el ejército que habían muerto por contar mentiras y que todo bien chicos, los pollos se han comido lo suyo. Los dioses le habían dado la razón al morir los polleros. 
Así, Papirio honraba la religión romana al tiempo que la ignoraba por pragmatismo. Los pollos que entran por los que salen.
El ejército romano, por cierto, ganó la batalla, y Papirio fue honrado por la victoria.

Siglos más tarde, Nicolás Maquiavelo analizó el uso de la religión por parte de los romanos en su libro Discursos sobre la primera década de Tito Livio, y es allí donde encontramos su comentario sobre estas acciones de Pulcro y Papirio. Al primero lo censura por no saber obrar en esas circunstancias y al segundo lo colma de halagos, y después reflexiona de la siguiente manera: "Este método de adivinación no tenía otro fin que hacer que los soldados confiasen en la victoria, y de esta confianza casi siempre nace la victoria. Este recurso no fue utilizado tan solo por los romanos, sino también por otros pueblos extranjeros".

Aunque lo de los pollos parezca un poco de risa, para Tito Livio era un asunto muy serio. Así refleja su enojo: "Ahora, los hombres tienen libertad para burlarse de nuestros miedos religiosos. ¿Qué importa si los pollos sagrados no se alimentan, si no se atreven a salir del gallinero o si un pájaro ha gritado amenazador? Estas son cosas pequeñas, pero fue por no despreciar estas pequeñas cosas que nuestros antepasados alcanzaron la suprema grandeza para este Estado". yyyyyy tri tri triple de Tito Livio.
El bueno de Livio hoy día lo tendría claro: flamenco, toros y casettes de chistes de Arévalo.

Fuente:https://adadabsurdum.blogspot.com/

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