POSDATA Digital Press| Argentina
Por Mirta Noemí Pavón| Escritora | Docente | Técnica en Minoridad y familia
Todos los lunes tomaba el tren de las quince horas rumbo a A. Korn. Iba a cuidar al pequeño
Philip.
Viajaba una mujer rubia, subía en la estación Temperley, superproducida. Se miraba al espejo, se pintaba los labios. El viaje largo me hizo intercambiar algún diálogo. Las conversaciones eran siempre, sobre la frecuencia y horarios de trenes.También viajaba otra señora adulta mayor que subía con ella rezongando sobre el servicio del tren, la gente que vendía, los que pedían plata, etc.
La mujer rubia cada lunes, lucia diferente hasta su fisonomía cambiaba. Durante varios años coincidimos en el mismo trayecto. Una vez la noté rarísima a la rubia, no parecía ella porque no habló en todo el viaje y agachaba su cabeza.
Después no la vi más...
La señora mayor se la notaba angustiada. Me comentó que había desaparecido su hermana Pamela y antes de descender se desmayó, yo la reanimé con colonia inglesa que llevaba en la cartera.
Descendímos y la acompañé hasta su casa. Fue entonces cuando me contó lo siguiente:
—Mi hermana Pamela, padecía de una adicción a las cirugías estéticas. Me mostró todos los cambios que fue experimentando en algunas fotos. La primera foto con carita redondeada y cachetes muy pronunciados, como Kiko del Chavo.
—"Hubiese aceptado su figura, así no terminaba, cómo terminó"—, dijo la señora.—"Ella perdió la cabeza porque se enamoró de un hombre 30 años menor que ella..."
¿Cuánto año tenía?— le pregunté,— "83 "—,me respondió.— ¡Cayó en manos de una cirujana perversa que le arruinó la vida, la imagen. Ella tuvo sexo con el muchacho que se enamoró pero él, la detestó luego de ese encuentro! La cirugía había logrado un buen rostro, pero en la nuca había quedado dos globos semejantes a unos senos...
Cuando, estuvo en ese hotel, el hombre, le tiró el cabello hacia atrás, vio esos mini senos y empezó a erotizarse, a tocarlos, tanto que se explotaron con tanto manoseo, dejando un olor horripilante, nauseabundo que invadió toda la habitación. Ella tomó la toalla, se limpió, se dio un baño y Julio había huido.
Luego volvió a la doctora, quien le hizo otra cirugía con los labios más llamativos, sexy. Quedó con la idea de que iba a quedar perfecta para conquistar así a su amado. Sucedió que él no apareció más, la mujer enloqueció.
.
Recurrió por última vez a la cirujana para pedirle que afeara su rostro. La médica había hecho un trabajo digno de un museo del terror, marcó el borde de los labios con cicatrices en forma de x, un costado de los labios y el ojo izquierdo se elevaban, la nariz le quedó enorme como las brujas de Halloween. Obtenido esa imagen desfigurada, comenzó a prostituirse, con una ropa de encaje negro, mini falda, con un turbante cuál odalisca, ocultando su rostro con un velo.
Ella se paraba en las esquinas al anochecer, a media luz, en diferentes barrios porteños, San Telmo, San Cristóbal, Devoto, tratando de atraer a alguien. Se desprendía la blusa, se descubría el rostro. En un principio quedaban deslumbrados, por sus enormes senos. Al levantar la mirada, Inmovilizados no podían reaccionar del aspecto aterrador.
Entonces ella aprovechaba, para atacarlos. Haciéndoles un tajo en el pecho del lado del corazón, escondía la navaja en el velo. Todo era tan rápido, que nadie la veía.
Dicen que la última vez que la vieron, fue en una esquina del barrio de la Boca
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