POSDATA Digital Press| Argentina
Por Mirta Pavón | Escritora | Docente | Técnica en Minoridad y familia
Una muchacha de un barrio bonaerense, transcurrió sus días dedicada a su familia y sus hermanos.
Ocupada en sus tareas domésticas, tejiendo mantas, medias y guantes para subsistir.
Sus días grises, sin colores.
El hastío la invadió. Caminó por una superficie densa y viscosa.
Sus extremidades le pesaban.
Una amiga, preocupada por verla desanimada, sin una sonrisa, le propuso buscar en un chat telefónico, para conocer gente para hacer amistad.
Si bien aceptó, parecía convencida, al rato nomás le pidió que la borrará, que ella no haría eso.
Igualmente le aconsejo sobre su derecho a ser feliz, a forjar su futuro, a permitirse visualizarlo.
Sin motivación continuaron sus días grises como siempre.
Un día un llamado de una empresa telefónica le ofrecía un producto, al que ella escuchó atentamente. Imposible pensar, por un momento, en acceder al mismo.
Esa llamada era frecuente, insistente.
Un señor educado, respetuoso con una voz de locutor, todos los días, le ofrecía internet, pero no tenía computadora, y los celulares solo eran para mensajes en ese momento.
Pasaba el tiempo, continuaban las llamadas, pero no recordaba el motivo, habían formado una amistad.
Las conversaciones eran sobre detalles del día, que almuerzo había tenido.
Esa voz armoniosa al teléfono comenzó a narrar los poemas más hermosos, anécdotas de viajes insólitos desconocidos.
Cuando el reloj marcaba las 15 horas, y sonaba el teléfono, sonreía y corría a atender.
En una de las conversaciones ella le dijo de su curiosidad por conocerlo.
Luego de rodeos y excusas de falta de tiempo. El día de conocerse llegó.
Se encontraron en Capital, una noche de primavera.
Él llegó en un auto lujoso negro, en medio de una neblina molesta.
Observando en silencio, se dio cuenta de su aspecto físico, cabello ondulado, ojos saltones, párpados hinchados, nariz pronunciada, piel morena.
Aunque a esa altura a ella le importaba poco el aspecto físico de ese hombre que escuchaba en el teléfono. " Un rábano le importaba si su nariz era como una zanahoria o sus ojos como huevos fritos "
A esa altura le importaba el contenido, el interior.
Lejos de los estereotipos de belleza.
Ese ser de apariencia fantasmagórica, era de una belleza interior increíble, maravillosa.
Lo pudo comprobar en cada charla. Lo sentía.
Así que ese día sin apartar la mirada, se contemplaron, sonrieron por largo rato.
Expresaron lo que sentían al encontrarse.
Fueron a merendar chocolate con churros a la Giralda.
Se despidieron, se besaron.
El romance duró unos meses.
Concretaron su amor. Cupido fue testigo de cómo "se miraron, se besaron, se enloquecieron".
Al caminar por una callecita oscura, un murciélago sobrevoló por encima de ellos el dio un gran salto atrapándolo en el aire.
La joven asustada inmóvil quedó. "Tranquila le dijo no tengas miedo".
Con el puño cerrado posó su mano en su palma, al abrir una mariposa rosada se desplegó con un corazón en sus alas.
Él, dijo que su amor sería como esa mariposa, que no podían seguir encontrándose porque era de otro mundo.
De otra dimensión.
Fue así que se abrazaron, se despidieron…"Lloraron ante las puertas y los puertos".
"Lloraron de amabilidad y de amarillo, empaparon el alma y la camiseta, inundaron las veredas y los paseos".
"Se salvaron a nado de sus llantos".
- Trabajo inspirado en taller literario
- Taller literario en el Museo Americanista con el profesor:Jorge Rampinini.
- Tema:El espantapájaro sobre un trabajo de Olivero Girondo
“...No se me importa un pito…
“Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias” Poema 1
“Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo” Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos y salvarnos a nado, de nuestro llanto “. Poema 18
…” Se besan, se desnudan…” Poema 12 “Espantapájaros Olivero Girondo.
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