Ruth llega a Belén con Noemí, parte III

No todo es lo que parece...

El Arca de Luis04/21/2025 Luis García Orihuela
  

POSDATA Digital  Press| Argentina 

Luis García OrihuelaBiografía de Luis García Orihuela


3
Imagen creada exclusivamente para Ruth, por posdata digital press con IA

—¡Es Ruth! ¡Es Ruth! —Gritaron los aldeanos al verla llegar desde lejos a la vez que elevaban los brazos y los flexionaban con el puño cerrado, exhibiendo grandes muestras de amor enardecido. 

—Si, ha de ser ella en verdad. Fijaos cuánta gente la acompaña. 

Efectivamente la comitiva que la acompañaba era grande, estaba compuesta con acaso un centenar de personas; se diría que conforme se acercaba al lugar, a cada paso que daba en su dirección, se le fuera agregando más y más gente del pueblo.

—¡Y que guapa se  la ve! -Dijo una aldeana de aspecto fornido y algo ruda, aunque de rostro sincero y bonachón.

—La que tiene clase ya se sabe... es guapa la muy condenada con cualquier cosa que se ponga. Es una pura sangre, una auténtica moabita de los pies a la cabeza. ¡Ya lo creo que sí!

—¡Quía! ¿Que sabrás tú?...

—¿Yo? ¿A qué te refieres?

—Bueno, dicen que buscando marido que le calentara la cama en las noches más frías de invierno, “se acercó” a un apuesto mozo haciendo valer sus dotes y encantos femeninas, y que este, llegado el momento, se echó para atrás todo azorado y perdido y le dio “calabazas”. ¿Cómo te lo explicas?

De pronto aparecieron una comitiva de aldeanos de la zona, dirigiéndose hacia el campo de labranza, justo hacía donde estaban recogiendo las espigas entre las gavillas. Arremangados como para una foto de cartel de época, con los brazos elevados y blandiendo unas toscas pancartas y telas pintadas con textos. Uno de ellos, a modo de líder carismático, parecía haber improvisado una especie de cucurucho, el cual se llevaba a la boca cada vez que quería decir algo y ser escuchado por quienes le seguían.

—¡Compañeros y compañeras!... ¡Compañeros y compañeras que trabajáis estas Tierras Santas! Escuchadme. ¡No a la explotación en el trabajo! ¡Queremos reducción de la jornada y poder pasar más tiempo con nuestras familias!

—¡Si!, ¡si¡ Ya está bien de que nos exploten. ¿Abajo los tiranos!

El carismático líder del nutrido y variopinto grupo sin igual, tomó aire y se volvió a llevar a la boca su cucurucho amplificador de la palabra.

—Si las tierras estas son Santas... Entonces... 

Todos se quedaron expectantes. De la zona de labranza empezaron a surgir aguerridos aldeanos, de tez blancuzca que ha conocido poco sol en su rostro y se detuvieron a escasos metros de la comitiva portando amenazadoras herramientas en sus enormes manos sin duricias ni arañazos.

—Entonces... ¡Nos merecemos cobrar un plus!

El ambiente se caldeó ya con esta última intervención y algunos empezaron a coger y lanzar piedras contra los que seguían trabajando.

—¡Esquiroles! ¡Dejad de trabajar! ¡Uniros a este piquete informativo!

—¡Vamos, vamos! Si no tenéis ganas de trabajar, marcharos de aquí y no molestéis —Dijo el que parecía estar a cargo de la seguridad del lugar —Volved a vuestros hogares junto a vuestras mujeres.

 

CAMINO A BELÉN

 

4
Imagen creada exclusivamente para Ruth, por posdata digital press con IA

 

Una de las caravanas se ha detenido en su marcha y Anónimus se acerca para preguntar que camino deben de seguir para llegar a Belén. Todavía a cierta distancia se detiene para escuchar la conversación que con gran calor están manteniendo entre si varios de sus integrantes.

—No se, Bijab. El Partido de Kemós, está teniendo muchos seguidores en la zona de Moab. Más aún que los de Ashtar. No hay que olvidar que allí son todos muy politeístas y dados a los ritos impuros y sacrificios humanos. Si les ofreces eso y deporte, sobre todo futbol, los tienes ya en el bolsillo.

—Quita, quita... ¿A dónde vas a ir a parar? ¿Es que acaso no has oído hablar del PMP?

—¿PMP? No. No me suena. ¿Quiénes son esos?

—Son el Partido Monoteísta Popular. Los lidera Jehová, y hasta donde sé, está realizando una campaña electoral como no ha habido otra en la historia.

—Ya será menos...

—¿Menos, dices? Jehová anda diciendo que su partido propugna el amor entre los pueblos y el perdón. Los menos conservadores dicen que es capaz de realizar milagros.

—¿Milagros? ¿Qué tipo de milagros, Ayhuff? -dice Bijab, con cara entre asombro, perplejidad y condescendencia mal disimulada.

—Pues del tipo de encender zarzas, sanar a los enfermos y resucitar a los muertos. Ese tipo de cosas.

—¡Pero eso no lo puede hacer!

—Claro que si puede. Al menos eso me han contado.

—Si hace eso, se carga a las mutuas de accidentes, sin obviar el hecho de que al aumentar la población resucitando a los muertos, contribuirá a un aumento de trabajadores en el paro.

—Bueno, nunca digas de esta agua no beberé, pues el mundo da muchas vueltas...

—¿Vueltas? ¿Cómo vueltas? ¿Acaso estás loco? El mundo no se mueve. ¡Cómo va a estar dando vueltas? Llegaría un momento en el que estaríamos cabeza abajo y nos caeríamos. Aunque a ti, bien parece, que la sangre se te haya ido a la cabeza. Pudiera ser, que, en tu caso, se diera esa excepción a la regla. Y es más, ¿Para qué queremos zarzas ardiendo?

—Bueno, por lo que dicen arden, pero no se queman.

—Parece pues el anuncio de una estufa: “Calienta, pero no quema”

—Mira, un pastor se acerca, y con un buen rebaño. ¡Abuelo! -grita haciendo gestos con el brazo- ¿Cómo le va todo?

Llegando ya a su altura y acompañado de un perro enflaquecido, el pastor les saluda.

—Asin asin van las cosas, hijos. ¿Queréis un trago de agua?

—Sea pues.

Los dos beben a placer de la pelleja que el pastor les ofrece hasta saciar totalmente la sed.

—Gracias buen hombre, un buen trago siempre se agradece a estas horas.

—Y ustedes, ¿A dónde van? 

—Estamos pensando en cambiar de lares e irnos con Moisés a buscar la Tierra Santa prometida.

—¿Tierra Santa? ¿Tierra Santa?

—Pues sí -Responden los dos-

—¿Tierra Santa? —Insiste con su pregunta, pero esta vez más encolerizado, y agarrando su gancha comienza a blandirla dando golpes en el aire —¿Tierra Santa? Condenados seáis, ¡lo que tenéis que buscar es tierra de cultivo y labranza! Y dejaros de paparruchas y monsergas. ¿Moisés? A ese tenía yo que echármelo a la cara, otro truhan sin ganas de darle un palo al agua. ¡Puaj! —escupe a la tierra y apunto está de acertar a una pequeña lagartija—

 LA OBRA EN EL CAMINO

 

2
Imagen creada exclusivamente para Ruth, por posdata digital press con IA

  

Son muchos los grupos de familias, de hombres y mujeres, que, hastiados y cansados de no ver un futuro mejor, se deciden a huir de las tierras en donde nacieran o finalmente motivados por lo que escuchan contar a los que pasan de un lado a otro, mendigos y comerciantes, terminan por reunir las pocas pertenencias de que disponen y emprender el camino en busca de la Tierra Santa junto a los muchos que siguen a Moisés.

 —¿Pero bueno? ¿Acaso no ven que no se puede pasar? ¿Nunca han visto una obra?

 —Usted disculpe -Dice Anónimus, adoptando lo mejor de que es capaz un aire solemne y distinguido- pero nos dirigimos a Belén de Judea, y este ha sido siempre el camino más corto...

—Y lo sigue siendo... pero por aquí no pasa nadie, ni siquiera el jefe de obra. ¡Vamos hombre! Será posible...

 —Disculpe buen hombre de férreos principios, que le haga una pregunta más, pero, ¿No habría alguna posibilidad, por pequeña que fuere, que nos permitiera a mis acompañantes y a mí, seguir camino sin tener que desviarnos? El astro Sol hoy parece esforzarse con un tesón nunca antes mostrado hasta la fecha. Fíjese que manera de sudar traemos todos los presentes.

 Era cierto, de mala gana el hombre de los férreos principios, aceptó la petición y se detuvo un momento a prestar mayor atención a la extraña y variopinta comitiva que tenía ante él toda expectante y sumisa.

Anónimus, al darse cuenta de que les observaba como ave sobre su presa herida, dio un paso atrás para situarse junto a los demás, he hizo las presentaciones oportunas de rigor.

—Bien, permítame le presente a la comitiva, o al menos a algunos de los integrantes que la componen y se quiénes son.

Señalé con un grácil gesto a quien tenía más a mi derecha y comencé por él.

—Este que lleva ese tocado tan raro sobre la cabeza y que él ha dado en llamar gorra de director, se llama Spilverius, y dice que es un gran director de cine.

—¿Cine? ¿Qué es cine?

—Bueno, por lo que me ha contado, consiste en repetir en otro momento y mediante otras personas, las acciones y palabras que hacen otros. Una especie de imitación con el único fin de que lo vean otros, a cambio, claro está, de cobrarles algo por representarlo.

—¡Pero eso es una locura! Nadie dará nada por ver algo que ha hecho otro. ¡Es absurdo!

-Bueno, bueno... El tiempo lo dirá.

—¿Y ese que está a su lado, algo más atrás? Hace cosas raras con las manos.

Efectivamente así era, se trataba del encargado de localizar exteriores y por ello colocaba sus manos a modo de ventana a escasos centímetros de su rostro. Le presenté como Exterión, del Valle de Yezreel, y con él, a Versionetéc, Doblatéc y Vershión Ori-ginaléc, todos ellos fieles seguidores de Spilverius, los cuales a cada idea que este expresaba, levantaban la mano derecha en forma de puño con el dedo pulgar elevado y gritando al unísono “¡Me gusta!”

—¿Y estos dos? -refiriéndose a dos hombres corpulentos que están algo separados del grupo y con aspecto de no haber reído en su vida-

Son ellos dos los que se presentan sin esperar la intervención de Anónimus el Narrador.

—Yo soy Comple Jush.

—Y yo Vita Mini-Coh. Trabajamos los dos en las canteras, rompemos rocas y cualquier otra cosa.

Acto seguido, tomando del suelo dos gruesas piedras, una con cada mano, las hace chocar con fuerza, fragmentándose en incontables y diminutos trozos de granito y arenisca.

—¡Coff!, ¡coff! —dice tosiendo y espolsándose sus ahora polvorientas ropas —veo son un grupo muy dispar. Quizás podamos llegar a algún tipo de acuerdo, de compromiso…

—¿De qué tipo?

Bueno, son muchos, y por lo que veo están llegando más, allá atrás. Si hicieran un esfuerzo entre todos… Tenga en cuenta Anónimus que aquí en la obra hay muchas bocas con hambre que alimentar y el número es muy numeroso para pasar desapercibido.

Anónimus, aceptó la condición de dar unas prebendas a cambio de poder pasar y seguir su camino hacia la Tierra Santa sin más demora.

—Permítame, creo tener la solución adecuada. Deme solo un poco de tiempo.

—Amen, hermano Anónimus.

Anónimus se adentró entre las filas de los miembros de las caravanas de hebreos e israelitas, y se dirigió justo al lado más opuesto de donde sabía estaba Moisés. Preguntó a unos y otros hasta dar con Aarón, el hermano de Moisés y así le explicó el problema que había y la solución pensada.

—¿De verdad crees Anónimus, que han vuelto a realizar otro becerro de oro?

—Estoy convencido Aarón. Fíjate bien en todos los que ves a tu rededor; la plata y el oro dado por los egipcios y que colgaba en forma de aretes en sus orejas han desaparecido. Creo siguen haciendo ofrendas a ese dios. Aunque se destruyó y convirtió en “polvo”, se esparció en el agua y se les hizo beber como castigo a los israelitas, otra vez han fabricado otro con los restos y mucho me temo que o dejamos el becerro aquí, o tendremos que dar una gran vuelta para eludir el paso que nos cierran en la obra.

Juntos partieron en su busca. A uno y otro lado descansaban tumbados en la reseca tierra los componentes de la comitiva, niños y mujeres, ancianos, todos buscaban el cobijo que pudiera ofrecerles la más mínima sombra.

—Si no damos con él, muchos de estos no aguantaran el camino -dijo Anónimus a Aarón.

—No te enojes; tú conoces al pueblo que es inclinado a mal. Porque ellos me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, que a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué le ha acontecido. Pero razón no te falta. Tiempo habrá en otro momento de elegir dioses o de inventarlos, pero ahora lo que apremia es llegar cuanto antes a un lugar donde establecerse, con tierras buenas para su cultivo. ¡Mira! ¡Fíjate en ese que se aleja cabizbajo! Sus manos resplandecen al sol y despiden reflejos dorados.

—¡Aguarda, hermano! ¡Detente ahí donde estás!

El nombrado se detuvo, puesto en evidencia ante el resto de compañeros de viaje.

—¿Es a mi? 

—Así es.

—Decidme pues que es lo que deseáis de mí.

—Tú no sabrás nada de un becerro de oro, ¿verdad?

—¡Oh, si! Todos saben de él. Pero fue fundido y arrojado al río Jordán.

—Claro, claro, pero no me refería ese becerro en concreto. ¿Y ese buril que llevas ahí en el cinto?

—Es un recuerdo de padre. Lo llevo siempre conmigo.

—¿Me permites lo vea? Parece valioso —dijo Aaron, para conseguir mediante el halago poder contemplarlo en detalle—¿Qué te parece Anónimus?

Anónimus lo cogió entre sus manos y observándolo con cuidado, dio su veredicto.

—Yo diría que ha trabajado recientemente con oro, todavía se vislumbran restos en su extremo.

—Lleva días sin salir apenas de su caravana -dijo un hombre viejo que parecía viajar cerca de él- Es esa de ahí.

—Es verdad -dijo un chiquillo que sujetaba en sus brazos un pequeño corderillo y con aspecto de estar enfermo por lo poco que se movía-

¿Qué le pasa a tu cordero? Parece enfermo…

—Lo está. Pero nadie sabe el por qué.

Anónimus ante los atónitos ojos de todos, se tumbó en el suelo y cogió tierra. Pronto la tiró al aire y trepó a la caravana con cierta agilidad. Desde dentro se escuchó su voz decir “¡Aquí está!” En unos minutos, varios hombres fornidos sacaron el becerro segundo.

—No temas hijo, el cordero sanará ahora que no estará el becerro. No lo dejes se acerque por aquí mientras no partimos. -le dijo mientras señalaba el terreno circundante a donde se encontraban.

El niño sonrió agradecido y con los ojos puestos en él como si de un milagro se hubiera tratado.

—Por eso estaba malo el cordero. En el suelo había restos de oro. Marchemos pues a dar el tributo. El becerro tendrá al menos un valor real.

Así fue como finalmente consiguieron continuar su camino y dejar atrás aquella obra que bien pudiera ser eterna.

 

 MOISES Y LAS DOCE TABLAS DE LA LEY

 

1
Imagen creada exclusivamente para Ruth, por posdata digital press con IA

1272 a. C.  En el monte Sinaí (Según la historia oficial)

Aconteció que al descender Moisés del monte Sinaí con las dos tablas en su mano del testimonio de su acuerdo con Jehovah, mientras descendía del monte, Moisés no sabía que la piel de su cara resplandecía por haber estado hablando con Dios.

Con más de ochenta años de edad, medio ciego y un tanto encorvado, comienza su lectura. La verdad es que “no ve tres en un camello” (1) Un inesperado golpe de aire le levanta una nubecilla de tierra hacia su rostro, propiciando que algunas partículas se depositen en su barba y otras le entren en sus cansados ojos. No queriendo delatarse como alguien con mala suerte, no hace por limpiarse los ojos y estos comienzan a lagrimear y finalmente a hacerle llorar copiosamente, a lágrima viva, ante la mirada atenta de los allí congregados en rededor.

(1) expresión que luego se haría popular en Europa como “no ve tres en un burro”

—¿Os habéis fijado? Su cara resplandece…-dijo uno de los muchos hijos de Israel.

—¡Es verdad! Igual está enfermo -dijo Aarón.

—Para mí que es un efecto óptico -dijo uno que parecía más avispado y perspicaz que los demás.

—Mejor no le digáis nada… Que si se enfada otra vez es capaz de volverlas a romper las Tablas que baja ahora, y la verdad, ya son cuarenta días esperando.

—Vamos hombre, ¿Y  te quejas? Después de llevar cuarenta años dando tumbos por ahí en busca de la Tierra Prometida.

—¿Pero queréis apartar de ahí ese becerro de oro? Ya nos ha dado bastantes problemas.

—¡Es que pesa como Dios!

—¿Cómo Dios? No seas blasfemo. Tapadlo pues con alguna tela que no lo vea o aquí se va a liar una bien gorda. 

Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí que la piel de su cara era resplandeciente, y temieron acercarse a él.

Moisés los llamó. Entonces Aarón y todos los jefes de la congregación volvieron a él, y Moisés les habló.

Después de esto, se acercaron todos los hijos de Israel, y Moisés dijo a Aarón que iba a leerle al pueblo la palabra de Jehovah allí escrita en las Tablas.

—¿Y vas a contarles lo que dice?

—Pues claro. Fíjate. Estas tablas pesan un… quintal y parte de otro. Como para que ahora alguien venga y me diga que no tiene nada escrito.

—¿Crees te creerán? Tienes unos brillos un tanto extraños en tu rostro.

Moisés, ante los ojos expectantes y ávidos de los allí presentes, por saber lo que pone  escrito, quitó el lienzo que cubría “Las Tablas de la Ley” y tras plegarlo por cuatro veces y ponerlo a buen recaudo entre sus cosas, comenzó a señalar con su dedo índice la tabla de la izquierda desde arriba e ir traduciendo lo mejor que podía lo allí tallado en la piedra y que pensaba eran los Diez Mandamientos, no habiéndose percatado del detalle de que sendas tablas estaban talladas por ambos lados y que lo que en aquel momento leía con ciertos apuros ante los cada vez más atónitos ojos de los pastores, vendedores y demás seguidores y  parroquianos de la zona que se iban congregando, no era otra cosa que una “publicidad de la época” Cada vez que dudaba en la traducción exacta o paraba para tomar aire debido a su tartamudez, se dejaba oír a pocos metros de donde estaba el ruido de un cincel al chocar contra alguna piedra. Algunos, interesados por lo que escuchaban, tomaban nota del anuncio en bloques de piedra de los muchos allí presentes, con la correspondiente dificultad al no ser rocas planas las que tenían a su alcance. La publicidad según rezaba estaba patrocinada por “Carpintería San José”, y cuya inscripción ponía “calle Belén de Judea, sin número (frente Mercado) abierto todo el año”

Moisés levantó el brazo derecho reclamando se guardará silencio, y tras aclararse la garganta, comenzó a traducir los signos representados.

 

“Dios líder en el sector

BUSCA

apóstol para completar grupo

con progresión de futuro.

 Hizo Moisés un alto en su lectura, correspondido por múltiples “!Oh¡” surgidos de la mayoría de gargantas que le escuchaban.

 Los interesados, en el caso de ser seleccionados satisfactoriamente, serán gratificados con la salvación y la vida eterna, así como con especies (pan, agua, peces, etc.)

 Una vez más, pero esta vez en mayor número de personas, aclamaban lo escuchado sus seguidores incondicionales. Moisés continuó.

 Abstenerse mujeres. Solo hasta cubrir puestos

Se requiere disponibilidad inmediata para incorporarse.

 Los hombres ya comenzaban a formar grupos, pequeños corrillos que comentaban y valoraban la oferta.

Moisés comprendió ya tarde que eso que recitaba no podía ser en ningún caso los Mandamientos, pero ante un pueblo sin apenas trabajo, sin ni tan siquiera una tierra propia ni grandes ilusiones en la vida y que ahora parecían despertar de un largo letargo en el que hubieran estado sumidos, no pudo, ni quiso ni tan siquiera se atrevió a sacarles de la confusión, para lo cual continuó con lo que quedaba por leer a los pies de la tabla derecha.

—¡Escuchad todos! ¡Escuchad todos!

Los interesados deberán estar dispuestos a viajar por todo el país, propagando la palabra de Dios. ¡Palabra de Dios!

—¡Mirad! Se ha emocionado al escuchar las palabras de Jehovah dichas con su propia voz, ¡Como llora!

—¡Es verdad! Mirad como llora el elegido. En casi cuarenta años que llevamos dando tumbos por estos mundos de quien sabe quién, nunca había pasado nada parecido.

—Moisés es grande.

—Pues claro, mide más de un metro ochenta.

—Será todo lo grande que tú quieras —Dice el de los ojos grandes y cejas perfiladas— pero yo, lo de la zarza ardiendo que le habló sin llegar a arder, pues que quieres que te diga, nunca me ha convencido mucho que digamos, y menos si te fijas en lo seco que está todo esto…

—¿Y por qué te uniste entonces a él en su búsqueda de la Tierra Prometida?

—¡Puaf! Imagínate si no era para enrolarme en esta o en cualquier otra causa. En mi casa estaba todo el día con la mujer dando voces, los dos chiquillos -Y otro en camino- llorando y chillando en todo momento, y para rematar la faena, mi suegra; allí sentada siempre en la puerta de la entrada, sin quitarme ojo de encima y controlando mis entradas y salidas, soltándome frases como:” ¡No te tuerzas, que te veo venir!” “A saber a donde irás tu a estas horas”. De resultas que un amigo llega un buen día y me dice: “Torquius, amigo, he oído que Moisés, el profeta de Jehovah sale en busca de la Tierra Prometida” Así que en aquel momento debió de ser un milagro, pues vi el cielo abierto hermano, y tomando un petate cargado con lo más indispensable, le dije a Olhanna, mi esposa, que salía a buscar unas tierras y que seguramente regresaría algo tarde. Allí quedaron viendo cómo me alejaba, los niños llorando y la suegra le escuché decía “Ese no trama na bueno” Van ya para cuarenta años desde entonces…

Es incluso posible -Comenta el de los ojos grandes y cejas perfiladas- que tus retoños, aquellos mocosos llorones hayan caído en tu misma situación y se hayan unido en algún momento a la Marcha -Contento por su gran contribución e imaginación, ríe a mandíbula batiente, mientras se sujeta el voluminoso abdomen en su constante balanceo con sendas manos abiertas.

—Mientras no sea el fantasma de mi suegra, por mi parte no hay problema.

 


Crédito:Las imágenes fueron creadas exclusivamente para este capítulo: Ruth llega a Belén con Noemí, parte III  por P./D,- con IA

Te puede interesar
Lo más visto