
POSDATA Digital Press| Argentina
Los que vivimos con lo justo y necesario, observamos desde una perspectiva distinta cómo se mueve el mundo que nos rodea. Vemos a aquellos que trabajan incansablemente, que madrugan, que entregan su tiempo y su salud para enriquecer más a otros, con la esperanza de alcanzar ese estatus que dicta la sociedad: el éxito.
Pero, ¿a qué precio? Corren de lunes a sábado, enfrentando el frío, la lluvia, el calor, agotando su energía entre jornadas interminables, con preocupaciones constantes, con estrés que no los deja dormir y que, en el peor de los casos, los empuja a la farmacéutica solución de una pastilla. Todo para sostener una vida de apariencias.
Porque el éxito, al menos el que les han enseñado, se mide en bienes: la ropa de moda, el auto nuevo, los muebles relucientes, el último celular. Lo material como garantía de aceptación, de pertenencia. ¿Pero realmente los hace felices?
Nosotros, los llamados locos, lo vemos diferente. Vemos a pobres seres con dinero y vacíos de todo aquello que da sentido a la existencia, aquello que no se puede comprar. Porque al final, el verdadero éxito no es el que se exhibe, sino el que se siente.
Tomemos el tiempo para compartir con quienes realmente nos llenan el alma: nuestra familia, amigos, nuestras mascotas, nuestro hogar. No hay prisa, no hay carrera, solo la energía sanadora de las conexiones genuinas. Porque la felicidad, esa que no tiene precio, está en esos momentos que parecen pequeños, pero que en realidad lo son todo.

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