Por qué no puedes dejar de ser pesimista aunque quieras y cómo superarlo
Hemos evolucionado para esperar lo peor. El Dr. Martin Seligman, psicólogo, explica por qué y lo que podemos hacer para recuperar el optimismo
Sociedad17/12/2018CVA Producciones IntegralesPosdata Digital | Argentina
¿Alguna vez te han dicho que te animes? ¿Te molestó? Bueno, resulta que si alguien te dice que “estés contento” no sólo resulta molesto, sino que también es muy poco útil.
“’Feliz’ es una palabra inútil”, dice el Dr. Martin Seligman, psicólogo y expresidente de la Asociación Americana de Psicología. “Si le dices a alguien que sea feliz, eso no le dice qué hacer.”
Seligman compara el ser feliz con quedarse dormido: no es algo que se pueda hacer activamente, como puedes fortalecerte levantando más pesas. Simplemente tiene que ocurrir. Y como padre de la psicología positiva —el estudio de lo que hace que una vida sea buena o significativa—, buena parte del trabajo de Seligman ha procurado ayudar a la gente a entender cómo hacer que suceda.
Naturalmente, se podría pensar que es una persona optimista.
“La mitad del mundo se encuentra en el espectro afectivo positivo bajo”, dice refiriéndose a la afectividad positiva, una característica que generalmente se correlaciona con una disposición alegre. “Yo soy parte de éste, y, en buena medida, la justificación de mi trabajo y de lo que escribo es tratar de ayudar a esa mitad del mundo que no es naturalmente afectiva de una manera positiva, a ser más positiva y optimista”.
Lo que ha aprendido es que el bienestar puede dividirse en cinco elementos: emoción positiva, compromiso, relaciones, sentido y logro (PERMA, por sus siglas en inglés). Mejóralos y te encontrarás más cerca de esa vaga idea de “felicidad”. Desafortunadamente, eso no es tan fácil cuando la mitad de nosotros tenemos poca afectividad positiva. Pero el Dr. Seligman aprendió a ser optimista y nos explica cómo lograrlo con base en muchas de las ideas que explora en su libro The Hope Circuit [El circuito de la esperanza].
¿Por qué parece que estamos predispuestos al pesimismo?
La especie que vivió durante la Edad de Hielo creció en el pesimismo. La mentalidad de: “Hoy es un día hermoso en San Diego, seguramente mañana también lo será” fue aplastada por el hielo. La selección natural, en la Edad de Hielo, favoreció a los animales del mal tiempo, los que siempre estaban pensando en las cosas malas que podían ocurrir. Así que lo que le viene a la gente de manera natural es el pesimismo.
El problema con el pesimismo es que, aunque mañana vaya a ser un buen día en San Diego, tú estás todo el tiempo pensando: “Va a ser un desastre”, y no puedes disfrutarlo. Lo que hay que aprender, porque no es algo natural, es el optimismo.
Cuando observas a la gente pesimista, probablemente su única marca distintiva es que piensan que lo malo es permanente e inmutable. El optimismo se trata de reconocer que te lo estás diciendo a ti mismo, y luego argumentar de una manera realista en contra de ello.
[Así que si digo] “Esta entrevista es una mierda”, [es] una típica interpretación pesimista y catastrófica. Tengo que dar argumentos en su contra. Y busco pruebas para ello: “Bueno, cuando hablé de la Edad de Hielo, me creyó y estuvo de acuerdo”. Y luego, “He dado literalmente miles de entrevistas en mi vida, y generalmente salen bien”. Se trata de reconocer lo que te estás diciendo a ti mismo —lo permanente y catastrófico que resulta—, y luego argumentar en su contra.
Entonces, ¿esto contradice a la concentración, según la cual debemos estar presentes en todo momento? Si te concentras en el optimismo, te estás perdiendo un poco el momento presente, ¿cierto?
Bueno, creo que si te fijas en lo que hace la gente, y lo que tú estás haciendo mientras hablamos, estás haciendo una prospección del futuro. No estás viviendo el momento durante esta entrevista. Estás pensando: “¿Qué puedo usar o escribir de lo que dice Seligman?” Más de la mitad del tiempo, los adultos están planeando el futuro. La noción de que debemos vivir en el momento niega aquello para lo que, evolutivamente, somos realmente buenos.
Lo que distingue a los seres humanos de todos los demás animales es que somos criaturas del futuro. No somos Homo sapiens; “sapiens” es sabiduría y conocimiento. No me impresionan nuestra sabiduría y nuestro conocimiento. Pero sí me impresiona lo presente que está el futuro en nuestra mente. He llegado a pensar en nosotros como un Homo prospectus. Esto es para lo que los seres humanos somos buenos, y es por ello que dominamos el planeta. No porque vivamos en el momento.
¿Qué le dices a alguien que está en una situación en la que se dice: “Ningún pensamiento optimista me va a sacar de esto”?
Es normal que la gente se encuentre en circunstancias difíciles y no sea recomendable que argumenten de una manera poco realista para salir de ellas. Éste es un mensaje que puede cambiar tu vida. Se llama “La noche oscura del alma”, y no hay que olvidarlo. Cuando aprecias de manera realista la desesperanza de las circunstancias en las que te encuentras, es un mensaje que puede cambiar tu vida.
He leído que algunas personas han afirmado que quizás sea mejor cultivar una especie de no apego al bienestar: tener en cuenta que buena parte de la vida será sufrimiento, y si puedes encontrar tranquilidad en ello, tal vez sea mejor que buscar la felicidad.
Creo que lo bueno de la meditación —atención, concentración en el presente, desprendimiento— es que es una buena herramienta contra la ansiedad y la ira. Pero uno de los riesgos de aceptar el destino, aceptar que no puedes continuar y hacer algo bueno en el futuro, se relaciona en cierto grado con enfermedades físicas, una corta esperanza de vida y menos logros en el trabajo. Por ello, muchas veces es una buena herramienta para combatir ansiedad, pero también tiene su precio.
Mucho depende de lo que te importe. Yo medité 40 minutos al día durante 20 años. Y lo que eso hizo, esencialmente, fue curar mi ansiedad. A los 40 años descubrí que ya no estaba ansioso. Pero el gran problema era la depresión. Y fue cuando acudí al ejercicio, porque la depresión consiste en falta de movilización, y el ejercicio te moviliza. Así que, dependiendo del problema que tengas en tu vida, no hay algo que lo cure todo.
De todas las cosas que has estudiado, o aprendido, ¿hay alguna idea con la que te enfrentes más frecuentemente?
Creo que la esperanza. El tema básico de mi pensamiento, y de mi vida, es el desarrollo de la esperanza: qué tan importante fue en mi vida, en cuanto a la parte psicológica, y ahora para el futuro humano. El futuro humano positivo no va a ocurrir por accidente, requiere de gente con esperanza que lo planifique y lo haga realidad.
¿Cómo te sientes sobre nuestra situación actual? Parece que estamos luchando con el optimismo.
Es muy fácil quedar atrapado en lo rutinario, en las cosas malas. Tener un presidente que no te guste y cosas por el estilo. Pero creo que la lección es que desde la Ilustración, las cosas realmente están mejorando, y que hay motivos para tener esperanza. Debemos darnos cuenta de que vamos cabalgando sobre el lomo del progreso humano y de que éste se dirige hacia un buen futuro.
¿Y qué debería permitirnos darnos cuenta de eso?
Hay una brecha importante en cuanto al optimismo entre cómo se siente la gente con respecto a su propia vida —que en promedio es de 6.5 de 10—, y cómo se siente con respecto al mundo —que es más o menos 4, en promedio. Creo que la solución es darse cuenta de que hace 100, 150 años, la esperanza de vida era de poco más de 40 años y ahora es de más de 80. La desnutrición, el acceso al agua potable, los ingresos, la alfabetización, eso es lo que nos habla del progreso humano.
¿Por qué nos consideramos más optimistas que el mundo?
Nadie sabe, pero puedo especular. Conocemos nuestros defectos bastante bien, pero recibimos noticias del mundo a través de los medios de comunicación, y éstos nos dicen todas las cosas malas que están pasando a un ritmo mucho más rápido que las cosas buenas. Vemos la caries, y no los dientes buenos. Creo que por eso la educación es importante, así como libros como Enlightement Now [Iluminación ahora], de Steve Pinker, que muestran las estadísticas a la gente. Que no consultamos muy seguido. Pero a lo que sí ponemos atención es a las historias trágicas de los titulares. La frase “si hay sangre, vende” no es ilustrativa de las estadísticas sobre el bienestar humano. Todas las estadísticas que conozco son mucho mejores que hace 200 años.
Fuente:gq.com.mx
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