Teófilo, el enfermero que camina cinco horas para ver a sus pacientes
Desde hace 32 años, Teófilo Cari cruza los cerros de la Quebrada del Toro para llegar a su puesto en Las Mesadas.
Sociedad31/01/2019CVA Producciones IntegralesPosdata Digital |Digital
Cada mañana, alrededor de las 8, el enfermero Teófilo Cari sale de su casa de adobe y techo de caña y paja ubicada en el paraje Capilla, en el corazón de la Quebrada del Toro, a 3.200 metros sobre el nivel del mar. Despide a sus perritos Palala y China y al gato Beethoven. Contempla la hilera de sauces, el manzano (lleno de frutos en esta época), al duraznero, su jardín de rosas y dalias, la acequia que se desvía del arroyo ubicado a 100 metros de su propiedad y emprende una caminata de casi cinco horas entre medio de los áridos cerros puneños rumbo a su puesto de trabajo, en la salita de Las Mesadas.
Teófilo realiza esa travesía desde hace 32 años y este sería el último porque le quedan pocos meses para cumplir 65 años y jubilarse.
Por esas latitudes, donde los vehículos no pueden ingresar, las distancias no se miden en kilómetros sino en horas. A partir de unos años atrás, al enfermero los caminos se le hicieron más largos porque no puede montar a caballo debido a una patología.
La semana pasada, Teófilo partió en rumbo opuesto al de todos los días. Desde Capilla caminó unas 10 horas hasta Santa Rosa de Tastil y allí lo fueron a buscar para trasladarse en auto hacia Campo Quijano para visitar a su esposa que se encuentra bajo tratamiento médico y también cumplir con algunos estudios referidos a su salud. En ese trajín, se hizo un tiempo para visitar los estudios de Radio Salta, en el complejo editorial de El Tribuno. Fue invitado por el locutor Leonardo Tejerina, una de las voces que a diario le hacen compañía por medio de la amplitud modulada (AM), para que cuente parte de su rica historia de vida.
"Cada vez somos menos en los cerros", se lamentó Teófilo Cari, a quien en sus más de tres décadas de experiencia profesional le tocó asistir varios partos en la precariedad que existe en esas localidades ancestrales.
Los dos últimos que recuerda fueron hace 12 años, cuando tuvo que ser partero de emergencia. En uno iba con su paciente rumbo al hospital de Cachi arriba de dos caballos, pero la mujer empezó con el trabajo de parto en el camino y tuvo que improvisar con frazadas una carpa donde trajo al mundo a un niño, quien hoy reside en la zona de Potrero de Payogasta.
En el otro caso, había solicitado un helicóptero para que busque a una joven que estaba complicada en el proceso de parto. El viento impedía que la nave llegara a Las Mesadas, por lo que dos médicos emprendieron el viaje a caballo desde Cachi, pero la mujer no pudo aguantar y, media hora antes de que lleguen, Teófilo la ayudó a dar a luz una niña, quien ahora vive en Campo Quijano.
Esos dos bebés que estuvieron en sus brazos están entre los últimos que nacieron en los cerros.
"Entre Capilla y Mesadas quedamos unas 65 personas, la mayoría son gente de edad. Antes éramos muchos más. Todos los que van saliendo de la escuela ya no vuelven", relató el enfermero, quien conoce de primera mano el destierro que atraviesan las localidades puneñas.
Sus cinco hijas y su hijo tuvieron que emigrar del lugar donde nacieron en búsqueda de un nuevo modo de subsistencia. Cuatro viven en Campo Quijano, otra en Ingeniero Mauri y el varón trabaja como guía en la ruinas arqueológicas de Santa Rosa de Tastil.
"Los cambios son terribles en cuanto a las personas que quedaron en Capilla y Mesadas", explicó Teófilo.
También contó que la forma de vida de esos parajes sigue prácticamente igual a la que conoce desde que nació.
"La gente sigue con sus sembradíos, ganados y tejidos. Siembran habas, papas, hacen queso y luego lo llevan para Payogasta a cambio de mercadería", describió el enfermero.
Compañía en los cerros
La pila es considerada un insumo fundamental en la Quebrada del Toro, según relatan sus pobladores. En la mayoría de los parajes de esa geografía que comparte Rosario de Lerma y Campo Quijano el único “contacto” que existe con las ciudades es la radio, y en esas latitudes prácticamente no se puede sintonizar otra que la amplitud modulada 840 de Radio Salta.
Sin señal de telefonía celular y con muy pocos lugares con internet (se instalaron recientemente), los pobladores de la quebrada reciben mensajes de sus familiares por intermedio de la radio, adonde llaman para que los transmitan los locutores.
Entonces, parte del dinero que se dispone en la quebrada está destinado a comprar las pilas de los aparatos receptores.
A través del servicio radial se envían mensajes para coordinar, por ejemplo, el traslado de personas o mercaderías con caballos y mulas. También para conocer el estado de salud de familiares, saludos de cumpleaños y otras preocupaciones cotidianas.
Pero, por sobre todo, la radio, las voces de los distintos programas, son la única compañía que se puede encontrar en las soledades de los cerros.
Fuente:El Tribuno
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