
El Acantilado
Estoy sentado a un paso del vacío y la soledad me inunda pleno, arremete contra mi con desusada fortaleza; quizás buscando...
El Arca de Luis11/13/2019 Luis García OrihuelaPosdata Digital Press | Argentina
Por Luis García Orihuela | Escritor | Poeta | Dibujante
. El ACANTILADO
He llegado al borde del acantilado sin darme apenas cuenta, arrastrado por unas piernas que me llevaban de forma pausada para no llamarme la atención, mientras me permitían seguir con mis pensamientos más negros y oscuros.
Estoy sentado a un paso del vacío y la soledad me inunda pleno, arremete contra mi con desusada fortaleza; quizás buscando hacerme parte de ella, su aliado, su compañero... Su confidente. Vive dentro de mí y pugna por salir, aprovechar mi flaqueza, mi abandono ante todo, ante la vida que cambió para mí su traje de velo blanco por uno de color gris. Los minutos se aceleran a cada día que transcurre y el espejo devuelve aquello que un día se fue, mostrando a un desconocido que le observa esperando reconocer un rostro conocido.
El viento arremete contra mi rostro con fuerza. Me asomo al arrecife; es hermoso y tentador con sus sinuosos colores, quiebros y hondonadas. Noto como la hierba bajo mí cuerpo está fresca, y jugosa por el reciente rocío de la madrugada, y lanza su suave aroma que me invade de recuerdos. Recojo unas briznas de ella y las acerco a mi rostro. Como un niño pequeño las paso por debajo de la nariz, jugueteo con ellas, me acarician la cara y sonrío por primera vez desde que llegara al acantilado. Miro atento a todo lo presente, desde lo cercano hasta lo infinito, a lo visible y lo invisible. No encuentro respuestas, ni atisbos siquiera, ninguna. No las hay ni las habrá nunca. Y yo lo se, lo he sabido desde siempre. El reloj hoy tampoco parará para mí. Como desafiante y títere en sus manos se esforzará por ser más veloz, por dejarme atrás, atrás. Lo dejé correr y ahora… Ya es tarde. Mi arena ha dejado de caer, Ya no hay plazo ni vuelta a empezar. Tantas cosas quise hacer, decir, sitios que visitar, gente que conocer… Ahora me fijo mejor y veo a la vida vestida de traje largo, vaporoso, negro. Me saluda. No. No me saluda, se despide de este hombre gris, en un acantilado azul, sobre una hierba verde. Siento el viento mecerme conforme me acerco al vacío. Salto. El Sol comienza su nuevo ciclo, cuando mis dedos dejan escurrirse las briznas y me siento libre de mi cuerpo por primera vez
Del libro SUEÑOS INSOLUBLES



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