El hombre que compraba tiempo (parte II)

"¿Tenemos todos un precio? ¿Cuál sería? La avaricia, dicen. que mató al gato."

El Arca de Luis07/08/2020 Luis García Orihhuela
  

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POSDATA Digital Press | Argentina

Luis García Orihuela
Por Luis García Orihuela | Argentina | Escritor | Poeta | Dibujante


Verá —Me dijo Dimitri— Aquel hombre me pareció un ser inofensivo, poca cosa para alguien joven y fuerte como yo. Tenía una forma de hablar tranquila, sosegada, ese tipo de voz que inspira confianza, que seduce cuando se le escucha y presta atención a lo que le dicen. No como un titiritero, vendedor de mercado o feriante de los que allí se encontraban a mí alrededor. Tampoco diría era de aspecto marcial; mi tío fue militar, y él no tenía ese porte y distinción tan característicos en los militares de rango superior. De hecho, cuando accedí a entrar al ser invitado, pude fijarme en que andaba encorvado hacia delante y con una cierta lentitud al hacerlo, a pasitos cortos y casi arrastrando sus menudos pies. Me senté al ser conminado a hacerlo, no me había dado cuenta antes, pero estaba algo cansado y me dejé llevar como un niño pequeño por la mano de su padre. Su voz, monótona y siseante, fue adentrándose como una serpiente en mi cerebro que se esforzaba sin conseguirlo, por salir de aquella caravana siniestra. Cuando quise darme cuenta estaba mostrando un cierto interés por lo que decía el cartel de afuera de la caravana. —¿Compra tiempo? ¿Qué quiere decir con eso? ¿Ofrece quizás un trabajo remunerado? No, no, me dijo. Nada de trabajo. Lo que le ofrezco es comprarle el tiempo que usted está dispuesto a venderme... libremente. Como puede ver a mí me queda poco tiempo, es algo que salta la vista, y a usted en cambio. Mucho, por lo que presumo viéndole ahora mismo. Es usted joven y parece sano y fuerte ¿O no es así?

 Dimitri me confesó en esos días haber reproducido mentalmente una y otra vez el suceso en su mente, una y otra vez, y otra... de tal forma que apenas había dormido desde que notara que la venta que había realizado era cierta y había vendido su tiempo a Pietro Némsi. Su tiempo de vida por vivir. ¿Locura? No. Él era la prueba viviente, aunque todo me pareciera indicar que por poco tiempo. ¿Pero de verdad espera que puedo creerme  que algo de todo esto sea cierto? Ha de creerme señor Clayman. Si cree usted en Dios, creerá en mí. Míreme bien y dígame, ¿Le parezco un mentiroso? ¿Tengo aspecto de querer engañarle? ¿Con que fin? ¿Que ganaría con ello? No tuve más remedio que aceptar su palabra, sentía que era sincero o al menos él así lo pensaba y estaba convencido. En cualquier caso tomé la decisión de escucharle al menos hasta el final.

Fuera seguía la tormenta con fuerza inusitada, el viento daba coletazos con sus ráfagas intermitentes sobre los cristales de las ventanas, como si quisiera ser partícipe de lo que adentro se hablara, y por el tiempo transcurrido, comprendí que mi cliente ya no me visitaría, al menos en la mañana. Serví otro trago a Dimitri y en esta ocasión, también me escancié una ración generosa en el mío. 

Continúe por favor —Le indiqué— No omita ningún detalle. Se lo ruego.

 Releyendo después de haberse marchado el señor Dimitri mis anotaciones realizadas, pude sacar una serie de datos concretos; verán, Pietro Némsi le conminó a cambiar o mejor dicho vender, en fracciones no inferiores nunca al año, su propio tiempo de existencia sobre la faz de este mundo, a cambio de dinero, mucho dinero para alguien joven sin un trabajo estable y todavía formándose en sus estudios. Imagino la cara que pondría al enseñarle éste un fajo de dólares encintados y bailándoselos ante su cara, le dijera que le daba diez mil dólares por un año de su vida. ¡Diez mil dólares! Nunca había visto tanto dinero junto por lo que me dijo, era una gran cantidad para alguien con veinticuatro años y un futuro incierto. Pronto, la debilidad humana y la avaricia prendieron en él y se agarró como vieja que cuida su último diente. ¿Y si fueran diez años los que le diera? ¿Cien mil dólares? Eso si que era ya dinero de verdad y los ojos se le nublaron pensando en todo lo que podría hacer con ellos. Dimitri quiso asegurarse si tenía esa cantidad en su poder, ¿La tenía? Némsi aseguró que si, y una cosa les llevó a la otra. Si era un viejo chiflado con dinero, que quería regalarlo de esa manera tan absurda, allá él, al fin y al cabo a él le daba lo mismo, e incluso rió allí mismo sin poder evitarlo a causa de los nervios. Era como estar ante un hada madrina y que esta te concediera tres deseos. ¿Quien se resistiría a intentar mejorar su status quo? Nadie en su sano juicio, eso puedo jurarlo.

En aquel punto de la confidencia de mi nuevo cliente, obviamente le consulté si finalmente le había cedido esos diez años a cambio de tan generosa oferta. Ni que decir tiene la sorpresa que me llevé, al escuchar de sus labios, que la cantidad pactada había sido por un total de cincuenta años. —¿Me quiere hacer creer, que ese viejo loco le soltó allí  mismo medio millón de dólares?

 Cada vez era más increíble la historia y por lo tanto difícil de aceptar. Pensé como era posible, que con tantos abogados famosos y caros a donde recurrir, siendo que debía de tener todavía ese dinero, había finalmente acudido a mí en busca de ayuda. Decidí pues, que había optado por el camino de la discreción. Era quizás lo más sensato.

 Efectivamente, Dimitri, me mostró un portafolio negro de doble cierre. Era totalmente nuevo y estaba lleno de billetes apilados y encintados, de curso legal y todos auténticos, por lo que pude dilucidar tras un examen concienzudo de unos cuantos de ellos. Recuerdo me dijo con voz trémula, mientras me agarraba las dos manos con las suyas y apretaba fuertemente “Está todo el dinero aquí. Encuéntrelo y háblele en mi nombre. Convénzale de que me devuelva mi tiempo. Déle su dinero... A mí, de nada me sirve, ya ve como me encuentro. Quizás este sea mi destino dentro de cincuenta años, pero quiero vivirlos, ¡quiero vivirlos!” —Bien —le dije intentando apaciguarle un poco— sólo puedo prometerle que  voy a intentarlo y que pondré todo mi empeño en conseguirlo, pero es muy posible que este hombre ya no esté en la ciudad, y si usted ha cambiado su aspecto... ¿Qué le habrá pasado al aspecto de Pietro Némsi?

Acepté unos cientos de dólares en concepto de anticipo y le despedí deseando se fuera con algún tipo de esperanza y quedando en llamarle a diario al número que me facilitó de teléfono.

Esa noche soñé con el rostro de quien pensé era Némsi, ante mí cambiaba su constitución física y se convertía en alguien mucho más joven. Cincuenta años más joven. Dí muchas vueltas en la cama y finalmente ya de madrugada, me levante y tras ducharme con agua bien caliente, decidí iniciar mis pesquisas.

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