Hablemos de Munch

¿Puede haber alguien que nunca haya oído hablar, al menos, de él, o visto el cuadro por cualquier medio físico o digital? Claro que no. ¿Qué es en todo caso lo que sabemos de él?

Opinión - Desde mi punto de vista 11/08/2020 Luis García Orihuela
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  Anochecer en la Calle Karl Johan’  (en la foto) de 1892 - Munch. Imagen:jyllands-posten.dk





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Por Luis García Oriuela | Escritor | Poeta | Dibujante



 

  Sí hablamos de la obra pictórica "Skrik", a buen seguro muy pocos lectores sabrán reconocer de que cuadro estamos hablando. En cambio, si hablamos del "Grito” de Edvar Munch, ¿Puede haber alguien que nunca haya oído hablar, al menos, de él, o visto el cuadro por cualquier medio físico o digital? Claro que no. Estoy seguro que usted lo conoce y lo ha contemplado un sinfín de veces, puede que incluso tenga una reproducción enmarcada en su casa, o incluso, en una taza de desayuno que alguien le regaló  con la imagen del "Grito". 

 ¿Pero, sabemos mucho más de Edvar Munch? ¿Qué es en todo caso lo que sabemos de él?

 Siempre he creído que hay que conocer al autor (sea en el ámbito que sea) para poder conocer su obra o al menos acercarnos a ella desde una perspectiva diferente. ¿Qué orden sería el más adecuado? Diría que bajo un punto de vista meramente “táctico” podríamos comenzar por la biografía antes de conocer la obra.

Puede ser que la obra no nos interese para nada, y en cierta medida haya sido una perdida de tiempo dicha incursión en su lectura. Mi consejo, en cuanto ya tenemos claro que la obra de un autor nos interesa, (sin esperar a conocerla en toda su amplitud), ir ya en busca de esa biografía que nos ponga en antecedentes y nos situé al pintor (en este caso) en su contexto social, político, económico, y si se quiere, espacio-temporal.

Así, podremos al menos acercarnos, lo máximo posible, al conocimiento y vivencias personales que han motivado su arte,  a sus experiencias, triunfos y tragedias que marcan la personalidad de todo ser humano con el paso del tiempo.

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 Collage Edvard Munch.



¿Son sus pinturas fruto de un loco?

 Fue por decisión propia de Munch el que se le tuviese internado en un psiquiátrico durante un cierto periodo de tiempo a causa de una crisis nerviosa. Finalizado su ingreso voluntario, en un sanatorio de Copenhague, regresó a Noruega en dónde ya residiría hasta su muerte.

 Me resulta destacable el hecho de que cediera toda su obra a la ciudad de Oslo. Quizás fuera amor a su ciudad natal, —es posible y nada extraño— o quizás la carencia cercana de seres queridos o familiares a los que dejársela si no toda, si al menos una parte de su basta producción.

Este pintor -y grabador- noruego nacido en 1863 en  Løten (Oslo) y considerado por los críticos como el precursor del expresionismo nos deja según el mismo cuenta en

 [Recibí en herencia dos de los peores enemigos de la humanidad – Las herencias de la tuberculosis y la enfermedad mental – La enfermedad, la locura y la muerte fueron los ángeles negros junto a mi cuna. Una madre que murió temprano – me dejó la semilla de la tuberculosis – un padre hipernervioso – pietista – religioso hasta rozar la locura – de una antigua estirpe – me dejó las semillas de la locura – Desde el nacimiento – los ángeles del miedo – el dolor – y la muerte estaban a mi lado, salían conmigo a jugar – me seguían bajo el sol de primavera].

 Efectivamente, todos estos factores harían de él, de Edvar Munch, un ser taciturno de mirada extraña, que a pesar de morir a una edad tardía, siempre fue presa de un atormentado carácter. Su mirada de rostro asimétrico, con el sombrero calado, me trae el recuerdo de otra fotografía famosa de H. P. Lovecraft. (Afamado escritor con una biografía inquietante).

Pintura retrospectiva

 Los cuadros de Munch, en un primer momento, y me refiero a la primera vez en que uno descubre una obra suya, lo que nos viene a la mente creo que a la mayoría de mortales, es que esta es el resultado de un niño. Luego pensamos, que no, qué hay algo diferente, que es la obra de un loco más al que la suerte le ha sonreído. Pero para nada es eso.

Munch dibuja de memoria, no toma apuntes con detalle, a pesar de que si trabaje con modelos. Edvar Munch es un pintor retrospectivo que pinta no solo accediendo a sus recuerdos, sino que recurre a la huella dejada en su alma una situación concreta. No busca el parecido con el modelo o con la realidad, intenta plasmar ese retrato de Dorian Gray que todo ser vivo lleva en su interior. Esa otra cara de  la moneda lanzada al aire.

 

Si sales por la mañana de un dormitorio oscuro

y te metes en la sala de estar

lo verás todo bajo una luz azulada

por ejemplo. Incluso

sobre las sombras más profundas

habrá un aire claro.

Al cabo de un rato te irás acostumbrando

a la luz, las sombras se tornarán

más profundas y se verá todo con más nitidez.

Si ahora quieres pintar ese ambiente

[es porque] precisamente ese ambiente matutino

azul y luminoso te ha conmovido

Entonces no basta con

sentarte a mirar cada objeto y

pintarlo exactamente como lo ves

hay que pintarlo

tal y como debe ser – tal y como era

cuando el motivo te conmovió.

Y si luego eres

incapaz de pintar de memoria

y te ves obligado a usar modelos,

necesariamente te saldrá mal.

 

E. Munch/El friso de la vida

 Desde luego sus temas son oscuros, macabros, solo hay que verlo en sus títulos: La madre muerta, El rincón de mis desvaríos, Los solitarios, El caminante nocturno, etc.

Su visión tan peculiar nos transporta a un mundo particular, al que nos permite tan solo acceder a través de su amplia obra. 

Los robos de sus obras

 En el año 2004 y a plena luz del día, dos sujetos enmascarados entraron al museo que lleva su nombre y robaron a punta de pistola dos de sus obras mas emblemáticas y famosas: El Grito y la Madonna. 

Dos años después serían recuperadas ambas obras, pero con daños por lo que se dice irreparables. 

Peor destino sufrieron  La muerte de Marat,  y Omega llora, entre otras cuatro pinturas más que fueron también robadas, y a día de hoy dadas por perdidas.

 Mirad un cuadro

 No podemos simplemente detenernos —en este caso y en otros—ante uno de sus cuadros e intentar, mediante una concienzuda observación, extraer todo aquello que el artista (escritor, poeta, músico, escultor, etc.) ha intentado plasmar y por ende transmitir a ese futuro espectador.

El arte no muere, o en todo caso renace una y otra vez sin importar el estilo predominante del momento.

De la misma manera que cuando miramos hacia el cielo durante la noche para ver las estrellas, lo que vemos entonces es un tiempo del pasado. Los artistas no crean para el momento en que viven,  sino que lo hacen para las generaciones futuras que abren de llegar y contemplar y analizar su obra. Ese momento del cual hablamos, a veces puede tardar siglos en darse.

 Si hoy intentáramos analizar la obra completa de Edvar Munch sería prácticamente imposible hacerlo  en este espacio del que ahora dispongo. De seguro requería de más de un libro, pero si podemos enfatizar algunos de los aspectos más destacables de su vida, siempre ésta girando en torno a la pintura y su relación con lo que Edvar Munch sentía. 

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Edvard Munch. Foto:Pinterest



Munch viajero

 Los viajes realizados por Edvar Munch a diferentes ciudades europeas, como París o Berlín, fueron determinantes a lo largo de su vida en su obra. Así pudo conocer, contactar con personajes tan relevantes del momento como Ibsen (poeta y dramaturgo noruego), Strindberg (escritor dramaturgo noruego) o el fantástico Mallarmé, con quienes pudo cultivar su amistad y conocimientos. 

 Lo imagino asistiendo a alguna de las veladas literarias parisinas organizadas por Mallarmé, con Rainier, Paul Verlaine entre otros y discutiendo con ellos con pasión sobre su poesía (de ellos) o el arte en general, la forma de crear su mundo. 

 Obsesiones

 Así como el pintor Paul Gauguin repetía su autorretrato una y otra vez reflejando el paso del tiempo, los años, a la par que una incesante búsqueda de los distintos matices de la luz a determinadas horas del día o de la noche, y como tantos otros artistas, así hace Munch, aunque en mi opinión personal bajo un prisma diferente. Considero entra más en el aspecto de algún modo de una búsqueda obsesiva por alcanzar la obra perfecta. No tanto referida a la perfección técnica, sino al acabado que refleje perfectamente su recuerdo y estado anímico del momento que persigue lograr en su obra.

 “Aunque un luminoso cuadro expresionista pierda color con el tiempo – puede conservar su alma y su fuerza – aun cuando no quede más que una línea – y al menos muere con belleza – Al menos ha traído nuevas metas a pintores con otras intenciones” E, Munch

 Baudelaire del arte postimpresionista

 No cabe duda alguna, Munch es, —ha sido—, el pintor por excelencia de esa angustia y ese  miedo que él también conocía, y a los cuales dedicó todo su tiempo, en cuerpo y alma. Toda su vida dedicada a plasmar el sufrimiento existencial de una época, pero que es trasladable a cualquier otra, pasada o futura. Son valores, como la muerte representada en su obra en distintas facetas, piezas claves de un puzzle que siempre permanece cada generación reinventándose por si solo. Por desgracia, el ser humano no cambia y tan sólo mira por el mismo.

 “El corazón me tiritaba por dentro – las venas

estaban a punto de reventar –

Tienes que acostarte desvístete, dijo

mi padre –

Me ayudaron a levantarme y me

cogieron bajo cada brazo – me llevaron

al dormitorio

Conseguí meterme en la cama –

Chorreaba sudor, un sudor

frío – me temblaba todo el cuerpo

y los músculos de mis miembros

se estiraban, tensaban – No podía respirar

– Tragaba saliva – me retorcía en la cama

intentando respirar

Luego me calmé – un agradable agotamiento

Un sosiego voluptuoso y amodorrado –

había mujeres hermosas – quise

abrazarlas – y me dormí”

 

E. Minch/ El friso de la vida

 

 El testamento

 A nivel de la basta producción artística de Edvar Munch durante toda su vida es necesario recordar según estimaciones, que se trata de 1100 pinturas, 15.500 dibujos con 700 motivos, 4.700 esbozos y seis esculturas. La donación dejada en su testamento incluyó 2.240 libros, notas, documentos de todo tipo, fotografías e instrumentos de trabajo, así como gran cantidad de obras pictóricas de otros autores. Munch lo guardaba todo. Seguramente siendo conocedor de la importancia que habría de tener su legado, tanto artístico como personal. El museo Munch reúne la mitad de sus obras originales, así como copias de todas las demás por él realizadas.


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