Experimento Tuskegee, una demostración de la crueldad humana
Cultura - Sucesos históricos26/07/2021CVA Producciones IntegralesPOSDATA Digital Press | Argentina
Si alguna vez te preguntaste hasta dónde puede llegar el ser humano ignorante e insensible para conseguir información, solo hay que echarle una ojeada a los experimentos con humanos que hacían hace algunos años. Y no, no hablamos de los experimentos nazis, sino de uno que tuvo lugar en Estados Unidos entre 1932 y 1972: el experimento Tuskegee.
Durante cuatro décadas, en la localidad de Tuskegee, Alabama, se llevó a cabo un estudio que utilizó a más de 600 aparceros afroamericanos como conejillos de indias para estudiar el desarrollo de la sífilis, una enfermedad potencialmente mortal. Durante todos estos años, los investigadores mantuvieron engañadas a estas personas a cuenta de que se les estaba “aplicando un tratamiento gratuito” para curarles la enfermedad, cuando en realidad los únicos medicamentos que les suministraban eran placebos.
Para tratar de entender de dónde surgió tal idea, debemos remontarnos a unos años antes del inicio del experimento, específicamente 1926. En este año, se comienza una importante iniciativa para fomentar la salud debido a que se declara que esta es fundamental para el desarrollo. En ese entonces, la sífilis era considerada una enfermedad bastante grave debido a su prevalencia en más del 35% de la población en edad reproductiva.
Esto escala en 1929, al punto que el tratamiento para la sífilis comienza a tener un enfoque más agresivo, aplicando mercurio y bismuto para la curación. Sin embargo, menos del 30% de los enfermos lograban recuperarse, en cambio, los efectos secundarios que algunos presentaban luego del tratamiento podían llegar a ser incluso fatales.
Es entonces cuando sucede el Crack del 29, conocido también como el Wall Street Crash, que fue la caída de la bolsa más catastrófica de la historia de Estados Unidos hasta entonces. Esto causa que muchas organizaciones dejaran de apoyar proyectos, incluyendo los de salud. Uno de ellos fue el Fondo Rosewald, el cual apoyaba un proyecto local que involucraba escuelas, infraestructura y salud pública.
En 1932 se organizó un seguimiento hacia las personas con sífilis para continuar con los estudios de la enfermedad. Entonces, y bajo el impulso del doctor Taliaferro Clark, de deciden reclutar a 399 hombres negros con sífilis y 201 sin la enfermedad para estudiar la evolución de la misma.
Sin embargo, a estos hombres se les dijo que tenían “mala sangre”, o “bad blood” en inglés, lo cual es una expresión genérica para indicar distintas enfermedades, y les ofrecieron comida, alojamiento, medicinas y un seguro de deceso completamente gratis, por lo cual, todos participaron voluntariamente. Lo que ellos no sabían era que, en realidad, no se les estaba tratando su enfermedad de ninguna manera, sino que utilizaban placebos para fingir que los estaban medicando.
Inicialmente el estudio iba a durar seis meses y era meramente introspectivo, lo que quiere decir que los datos simplemente se recogerían para posteriormente sacar conclusiones. Sin embargo, esto fue escalando, y luego de varios impases, en 1933 el doctor Clark decidió retirarse del liderazgo del proyecto debido a que no aprobaba las metodologías implementadas, y lo suplantó el doctor Raymond Vonderlehr, quien, a partir de entonces, comenzó a trabajar en conjunto con el doctor Oliver Wenger.
Cero apreciación a la vida humana
Con la tutela del nuevo jefe, los derechos de los sujetos de estudio comenzaron a ser ignorados. Debido a los resultados obtenidos en ese año de estudio, el doctor Vonderlehr decidió continuar con la investigación por unos años más debido a que se podían aprender “más datos interesantes” acerca de la sífilis no tratada.
En unas cartas encontradas entre Wegner y Vonderlehr, se pueden leer los verdaderos objetivos finales de la investigación:
“Desde mi punto de vista, no tenemos más interés en estos pacientes hasta que mueran”.
– Dr. Wenger, director de la Clínica de Enfermedades Venéreas de PHS en Hot Springs, Arkansas, en una carta
al Dr. Vonderlehr, director de la División de Enfermedades Venéreas de USPHS (1933)
“No es mi intención dejar que se sepa en general que el objetivo principal de las
actividades actuales es llevar a los hombres a la necropsia”.
– Dr. Vonderlehr, director de la División de Enfermedades Venéreas de USPHS, en una carta al Dr. Wenger, director de la Clínica de Enfermedades Venéreas de PHS en Hot Springs, Arkansas (1933).
No solo era increíble la falta de empatía de quienes participaban en el estudio, sino también que, al cabo de unos años, los investigadores finalmente obtuvieron los derechos para realizar autopsias a pacientes fallecidos.
Por si parecía un experimento difícil de detener en ese entonces, luego de 1947 se volvió prácticamente imparable. En este año, se comienza a difundir la penicilina como tratamiento para la sífilis y correspondía con la Ley Henderson, publicada cuatro años antes, la cual dictaba que el tratamiento de esta enfermedad era obligatorio. Ni siquiera entonces pudieron detener el experimento, el cual duró 25 años más.
Ni siquiera durante la Segunda Guerra Mundial se les brindó tratamiento a los objetos de estudio, incluso cuando 250 de ellos fueron llamados para ir a la guerra. Los investigadores mentían, asegurando que estos ya estaban recibiendo el tratamiento.
En 1964 la Organización Mundial de la Salud declaró que todos los experimentos que involucraran humanos debían tener el consentimiento de los pacientes. En este año, el experimento Tuskegee no se revisó, por lo que continuó operando.
Alguien alzó la voz
No fue sino hasta que Peter Buxtun, investigador de enfermedades venéreas del Servicio Público de Salud, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y, alarmado, denunció la situación al CDC (Centro de Control de Enfermedades, por sus siglas en inglés). Este centro descartó inicialmente la investigación del experimento, alegando que esperarían a que los pacientes fallecieran para obtener los datos. En 1968 protestó de nuevo en contra del proyecto, pero sus peticiones fueron ignoradas por ser consideradas irrelevantes.
Consternado y ante la indiferencia de las autoridades sanitarias, Buxton decidió acudir a la prensa para publicar la situación del experimento Turkegee. El 25 de julio de 1972, The Washington Star y The New York Times difundieron la verdad detrás de las atrocidades cometidas en Alabama, y en menos de un día, el proyecto fue clausurado.
Disculpas oficiales
De los 600 participantes iniciales, solo quedaban 74 vivos. De los fallecidos, 28 habían muerto a causa de la enfermedad y otros 100 a causa de otro tipo de complicaciones. Además, durante los años que duró el experimento, 40 mujeres habían sido infectadas y al menos 19 niños nacieron con la enfermedad.
Luego de la clausura del proyecto, los sobrevivientes se repartieron una compensación de nueve millones de dólares debido a los abusos que sufrieron. Aún así, no fue sino hasta 1997 cuando Bill Clinton se disculpó oficialmente en la Casa Blanca, dirigiéndose a los cinco supervivientes que quedaban para entonces. Aún así, sus palabras no parecían ser suficientes.
Hoy en día, y a partir de ese entonces, la comunidad de afroamericanos dejó de confiar en el sistema de salud del país. Su confianza fue quebrada por cuarenta años y será muy difícil volver a recuperarla.
Fuente:tekcrispy
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