
Un hallazgo que sigue haciendo historia: el diccionario más antiguo del castellano
Cultura - Sucesos históricos04/26/2025

POSDATA Digital Press| Argentina
En diciembre de 2020, la investigadora argentina Cinthia María Hamlin, del CONICET, revolucionó el mundo de la lingüística al descubrir fragmentos del diccionario más antiguo de la lengua castellana en la Universidad de Princeton. Aunque hayan pasado algunos años desde este hallazgo, su relevancia continúa vigente, marcando un hito en la historia del idioma.
Se denomina incunables a aquellos libros que fueron impresos entre mediados y fines del siglo XV; más precisamente, entre el momento en que Johannes Gutemberg inventó la prensa de imprenta con tipos móviles y el año 1501. La posibilidad de hallar un incunable totalmente desconocido es tan poco habitual que se estima que -con suerte- ocurre una vez cada quince años para cada lengua, pero siempre que sucede significa un hecho de gran trascendencia para el campo de la historia del libro.
Este incunable, impreso entre 1492 y 1493, precede al conocido vocabulario español-latino de Antonio de Nebrija y revela el avance de la lengua castellana como herramienta cultural durante el siglo XV. Su autor, Alfonso de Palencia, demuestra ser una figura clave del humanismo de esa época, dedicando este vocabulario a Isabel la Católica en el marco de las políticas educativas y lingüísticas de los Reyes Católicos.
Más allá de ser un descubrimiento histórico, este hallazgo nos invita a reflexionar sobre el papel del castellano en la construcción cultural y política de la región, desde sus raíces hasta su expansión mundial. La labor de Hamlin y su equipo es un recordatorio de cómo la historia puede revelarnos nuevas perspectivas sobre nuestra identidad lingüística.
La identificación del autor: una tarea detectivesca
Una segunda parte de la investigación consistió en identificar al autor del vocabulario. “El estilo del prólogo, su formato y las fórmulas de tratamiento de la reina, junto con el hecho de que los dos folios del incunable habían sido insertados en un ejemplar del UV -en el caso del prólogo seguramente con la intención de reemplazar a su argumentum, presente en otros tomo, pero no en este-, me llevó la hipótesis de que el autor debía ser Alfonso de Palencia, algo que pude corroborar luego de una tarea casi detectivesca”, señala la investigadora.
Lo que hizo Hamlin fue no solo cotejar el UV de Palencia con el vocabulario del manuscrito, sino también con las distintas fuentes lexicográficas con las que pudieron haber trabajado sus autores, a través de metodologías propias de la disciplina conocida como Crítica Textual.
En primer lugar, pude comprobar que el método lexicográfico usado en ambos vocabularios es exactamente el mismo, pero difiere del utilizado por otros autores contemporáneos como Nebrija y Santaella. En este mismo sentido, detecté la particularidad de que ciertos términos latinos que suelen variar ortográficamente aparecían igual en ambos vocabularios. Por otro lado, la correspondencia entre término latino y equivalencia castellana del manuscrito y el UV de Palencia resultó ser de un 76 por ciento. Finalmente, me dediqué a cotejar de forma exhaustiva las citas de autoridad, que en la mayoría de los casos coincidían”, relata la investigadora.
Las citas de autoridad son, justamente, citas de textos clásicos, como la Eneida de Virgilio, a través de las cuales se ejemplificaba el uso de los términos que se definían en los diccionarios, y están presentes en una buena parte de las entradas del UV de Palencia y del vocabulario del manuscrito.
“La intención de esta tarea fue, en primer lugar, intentar identificar las fuentes utilizadas y, en segundo término, analizar su tratamiento. Esto me permitió identificar errores comunes en citas iguales, que no se registran en ninguna de las fuentes lexicográficas posibles, lo que me llevó a concluir que ambos vocabularios debían tener necesariamente al mismo autor: Alfonso de Palencia”, afirma Hamlin.
Alfonso de Palencia moriría en marzo de 1492, poco tiempo después de la conquista de Granada. Tal vez este hecho explique que en el manuscrito hayan quedado algunos lemas sin definir. Así como también, la importancia de su autor quizás sea la razón que permita explicar que un trabajo con detalles sin terminar haya llegado a la imprenta. Es posible también, que al advertir su estado incompleto se haya decidido dejar de imprimirlo, pero tampoco se puede descartar que haya circulado como libro y el resto de sus partes se encuentren perdidas. Pero lo que, de acuerdo con Hamlin, se puede descartar de manera concluyente es que los folios encontrados se tratasen de una mera prueba de imprenta, ya que uno aparece impreso a doble faz, lo que, por las dificultades técnicas que implicaba, solo se hacía para las versiones con las que se armaban los cuadernillos -que luego componían los libros–, o para lo que se conocía como pruebas definitivas.
Fuente: Posdata / www.tomamateyavivate.com


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