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No existe certeza alguna sobre el origen de la palabra. Una de las ideas más difundidas es la de que tiene raíz en el nombre de kaffa, una antigua provincia de Etiopia, en donde la planta del café crece en forma silvestre y de donde sería originario su consumo como bebida. Entorno a esto existe una leyenda tradicional que habla sobre kaldi; el cabrero:
Kaldi era un pastor que inventaba canciones todo el día en su flauta mientras observaba a sus cabras alimentarse. Al final de la tarde, las llamaba con su flauta para que lo siguieran; pero, cierto día, las cabras no volvieron. Kaldi volvió a tocar su flauta, pero las cabras no volvían. Confundido y cansado se fue a buscarlas. Cuando las encontró, estaban balando y corriendo emocionadas; así que las observó y se dio cuenta de que masticaban las hojas y los frutos de un árbol que él nunca había visto; entonces pensó que esa era la causa de tal situación. De modo que Kaldi decidió probar los frutos para verificar su sospecha; de repente se sintió emocionado, con una gran energía, comenzó a bailar y cantar y tuvo deseos de componer y escribir poesía para su novia.
Con este gran descubrimiento regresó al pueblo con sus cabras y lo contó a todos. También llevó algunas hojas y frutos al monasterio; donde los monjes probaron el brebaje preparado a base de los frutos y lo utilizaron para evitar quedarse dormidos en los oficios nocturnos.
Bebida popular
La semilla del café comienza su travesía por el mundo a través del puerto árabe de Moca. Allí, los árabes comienzan el primer cultivo conocido de café, en las montañas de Yemen. Incluso, hay quienes consideran que el nombre del café surgió en Yemen; que proviene de la palabra que se usaba entonces para llamar al vino. Pues se creía que el café era un sustituto legal cuando este era prohibido. Quizá, el factor determinante para la popularización del café en sus inicios, es la cualidad que posee de suprimir el deseo de dormir; pues resultó de gran ayuda para los monjes sufíes, quienes necesitaban controlar su sueño en sus ritos nocturnos de veneración.
Es así como la vigorizante bebida se convierte en el aliado perfecto para los monjes, mejorando sus transes en búsqueda de la fusión con lo divino. Comienza entonces a difundirse el café como una bebida ceremonial, a través de los templos religiosos de la región occidental de la península arábiga.
Así, poco a poco, el café se hace conocido en la sociedad árabe; y con el tiempo entra a formar parte de la vida seglar. De pronto, comenzaron a surgir lugares especiales para tomar café; por ejemplo, las clases pudientes tenían salones adecuados para ello, convirtiéndose en un ritual social durante las visitas. Así mismo surgieron cafeterías, que eran visitadas por la gente menos adinerada y de distintos estratos sociales. De este modo, las cafeterías se convierten en lugares de mucha interacción social, en donde se discutían temas de actualidad como la economía y la política.
Lugar de encuentro
Las cafeterías se convirtieron en lugares tan concurridos y en donde ocurrían tantas cosas, que entonces hubo intentos por prohibirlas; no obstante, al final no hubo manera para tal prohibición y esto solo contribuyó a aumentar la popularidad de la bebida. Cuando los turcos invaden el mundo árabe adoptan el café como parte de su cultura. Entonces, en las cafeterías los hombres se reunían para conversar entre los rezos; pues no se hablaba de cosas mundanas en la mezquita. Los intelectuales, escritores y poetas iban a las cafeterías turcas y debatían los temas de actualidad; tal como los presentadores de televisión de hoy en día. En las cafeterías se intercambiaba conocimiento y resultaron siendo muy importantes para la comunicación entre personas.
Durante la expansión del imperio turco otomano, el café iba tomando gran importancia como bien de consumo; por lo que se convierte en algo muy preciado para quienes tenían el control de las plantaciones y se lucraban con la comercialización de los granos ya tostados. Por ello, los otomanos lo protegen y así el café se convierte en un producto celosamente guardado, pues no querían que otros lo cultivaran para así mantener ellos el monopolio comercial del mismo. A su vez, esto hace que las semillas del café se conviertan en un producto valioso, propenso a ser contrabandeado.
Historias y anécdotas
Existe una historia muy conocida sobre un Indio llamado Baba Budan; quien adhirió varias semillas de café a su estomago, debajo de su ropa, para sacarlas de contrabando y llevarlas hasta la India y allí sembrarlas. Se dice que las plantó en la región de Mysore, donde hoy en día aun existen plantas descendientes de aquellas. Posteriormente, los holandeses adquieren semillas fértiles de esas plantas y las llevan a Amsterdam; y de allí, a las colonias en las islas de Java y Mocha. De este modo, las plantaciones de café en la India permitieron a los mercaderes europeos romper con el monopolio árabe sobre el cultivo del café.
Sin embargo, la globalización del cultivo del café no fue nada sencilla, fue un proceso lleno de anécdotas e historias; como la del oficial naval francés Gabriel Mathieu de Clieu, quien en el año 1723, tras serle negada una concesión para exportar café a Francia desde la isla de Martinica, extrajo a escondidas unas plantas de los invernaderos reales del rey Luis XIV; las cuales eran obsequio de los holandeses, y de contrabando las llevó en su barco. En el barco, es atacado por espías holandeses que buscaban destruir las plantas para evitar que los franceses obtuviesen semillas del cafeto. Luego, ante varios contratiempos, casi naufraga la nave y tuvo que compartir su ración de agua dulce con las plantas de café; de las cuales, eventualmente solo una sobrevivió. No obstante, de esa planta se obtuvieron unas 19 millones de plantas de café en Martinica en los años posteriores.
Primeras formas de prepararlo
Otra historia del café, o más bien leyenda popular de la época, se refiere a un ambicioso sultán que pretendía conquistar Europa, así que con un gran ejército decidió invadir Viena. Cuando tenía la ciudad rodeada y estaba a punto de conquistarla, los vieneses logran enviar a un polaco llamado franz Jhorg Kolchicski, quien habiendo vivido en tierras árabes y conociendo muy bien su idioma, se hizo pasar por uno de ellos y cruzó las líneas enemigas. Logró conseguir ayuda de las tropas aliadas, que acudieron en apoyo y derrotaron a los árabes. Cuando estos huyeron, dejaron tras de sí sus granos de café sin tostar; y los europeos al conseguirlos, desconociendo que era aquello, los supusieron heces de camello y decidieron quemarlas.
Cuando kolchicsky percibió el penetrante aroma, se percató de que aquello eran las semillas del café y exclamo que no lo quemaran; y en todo caso, si no las querían él las recogería. Es así como kolchicsky, que por haber vivido entre los turcos conocía las técnicas para tostar y preparar el café; no tardó en abrir “la botella azul”, la primera cafetería de Viena. En ella, al igual que en oriente, se le añade azúcar para endulzarlo; y como a los vieneses no les gustaba el pozo en el fondo, se comenzó a filtrarlo. Incluso, allí se comienza la práctica de mezclarlo con leche.
Café irresistible
Es así como abundan las historias, unas ciertas y otras no, sobre el café y su entrada al continente europeo; así como al nuevo mundo americano. Lo cierto, es que en principio no dejo de tener detractores, de causar intrigas y malestares dentro de círculos sociales; por lo que a su llegada no fue muy bien recibido. Cuando el café entra en Europa su consumo fue considerado como una costumbre turca; y valorando el hecho de que en ese entonces el mundo musulmán estaba cerrado a occidente, sumado a los conflictos que sucedían entre el cristianismo y el islam, hubo todo tipo de especulaciones, mitos y creencias negativas sobre la bebida.
Es tanto así, que algunos sacerdotes italianos señalaron a los turcos y a su bebida negra como una amenaza para el cristianismo; pidiendo al Papa Clemente 8vo que prohibiese la práctica musulmana de beber café. Infortunadamente para ellos, cuando el papa probó la popular bebida, le parece tan deliciosa, que decidió bautizarlo.
Globalización
Entonces, a pesar de las resistencias, progresivamente el café va penetrando en la sociedad europea. Esto supone así mismo el incremento del intercambio comercial del café en las ciudades de mayor importancia. De pronto, se inauguran los primeros cafés europeos y se eleva en gran medida la popularidad de la bebida; y en cuestión de poco tiempo, se contarían por miles las cafeterías en todo el continente.
Al igual que sucedió en el mundo árabe, las cafeterías en Europa se convierten en lugares de gran interacción social. Se constituyen en sitios de reunión, donde se conversa y discute sobre los más variados temas. Las personalidades más influyentes y conocidas hacen de los cafés europeos los lugares perfectos para la proyección de sus ideas, de sus obras y de sus acciones. La historia se repite en América. De las cafeterías surgen las más sublimes obras literarias y musicales, las ideas innovadoras, el germen de cambios políticos y sociales; es en donde se impulsan las revoluciones que darían forma al mundo moderno. En definitiva, las cafeterías fueron determinantes para muchos de los acontecimientos históricos de occidente en los últimos cuatro siglos.
Fuente:mundocafeto
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