Un hombre normal

El Arca de Luis03/11/2021 Luis García Orihuela
  

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Crédito:factormeetings

POSDATA Digital Press | Argentina

Luis García Orihuela
 Por Luis Garcia Orihuela | Escritor | Poeta | Dibujante

Sin lugar a dudas, se trataba de un hombre normal. Al menos al primer vistazo esa era la imagen que transmitía a quien fuera que le estuviese observando.

Había sido invitado como ponente a un Congreso cuya temática principal iba a versar sobre los viajes en el tiempo. El acontecimiento tendría lugar en el Monasterio de Monserrat, en Barcelona. Se le había dado mucha difusión, más de la que cabría esperar en este tipo de encuentros en los que tan solo una mínima parte de la sociedad mostraba un cierto interés por los temas relacionados, muchas de las veces, alejados de la ciencia oficial que requiere de la presencia de pruebas irrefutables que lo avalen.

Años atrás había asistido a otro Congreso en la misma ciudad española. En esta ocasión con una temática OVNI. Fue una buena excusa para conocer a gente con gustos afines a los míos e intercambiar direcciones y algún que otro conocimiento interesante. Apenas en algún periódico local se hicieron eco del Congreso, pasando este sin pena ni gloria. Se podría decir que como una reunión de amigos o de exalumnos universitarios que se juntan para ver a quién a tratado peor el tiempo o con quien ha sido benevolente y generoso.

En esta ocasión, habiendo pasado una década de aquella primera visita a la ciudad de Barcelona, no quise dejar de lado el pasar a visitar la Sagrada Familia de Antoní Gaudí. Desde que conociera su trabajo como arquitecto, y un amigo me abriera los ojos sobre su trágica muerte al ser arrollado por un tranvía, pensé como habría continuado su fantástica obra de haber vivido él más años. Estos pensamientos, y otros muchos similares, me llevaban a pensar en el motivo primordial del Congreso actual al que m dirigía. Viajar al pasado, y hacerlo a una fecha en concreto: Al 10 de junio de 1926 y evitar su atropello. Esto solo eran ideas locas para la ciencia, han pasado casi cien años desde aquel día, y los viajes en el tiempo siguen siendo un sueño del ser humano, al menos hasta este año 2023.

Tan sólo la anunciada presencia al Congreso del físico teórico Michiu Tatu ha sido capaz de cambiarlo todo y hacer levantar a más de uno de su asiento. Los medios internacionales se han hecho eco de la noticia, dándole una dimensión e importancia que nunca habría obtenido de otra manera. Revistas especializadas lanzaban a bombo y platillo en sus portadas el anuncio de la celebración en Barcelona del Congreso. Desde la Deep Web se aseguraba que el viaje en el tiempo ya era un hecho real, y que de alguna manera, Michiu era el padre del proyecto. Obviamente, no podía permitirme el faltar a dicho proyecto y averiguar que había de verdad en todo aquello, o si tan sólo, se trataba de algún tipo de teoría avanzada pero imposible de llevarla a cabo. De ser cierto, el Mundo, no sólo podría cambiar en todos los sentidos de manera drástica, podría incluso estar en un peligro total.

Yo nunca fui partidario de trastocar la historia o los designios divinos, pero como físico teórico debía atenerme a la ciencia y todo lo que esta pudiera demostrar.

Tal y como había previsto llegué a Barcelona dos días antes de que se celebrase el Congreso. Por comodidad elegí el hotel más cercano al Monasterio, siendo este el Abad Cisneros, apenas a quinientos metros de dónde se celebraría el Congreso. La habitación tenía unas vistas preciosas de cara a la Plaza, a la Basílica y a las cercanas montañas. Quizás por esas vistas y por su proximidad al evento, una buena parte de los asistentes y ponentes nos dimos cita allí mismo sin tenerlo acordado de antemano.

Quizás fuera por estos factores o quizás tan solo fuese por una simple coincidencia de gustos a la hora de elegir hotel. En cualquier caso, volví a coincidir con aquel hombre de aspecto normal en la barra de la cafetería cuando estaban sirviéndome el desayuno.

 Más que verle, lo intuí. Estaba sentado en una esquina discreta de la cafetería y sin hacer nada que no fuera mirar en todas las direcciones. A su alrededor el resto de las mesas estaban ocupadas por visitantes que hablaban por teléfono o bien atendían a las pantallas de portátiles personales o tablets.

 Aquello era en cierto modo lo esperado en un hotel tan cercano al Monasterio y por ende al Congreso. Sin embargo, el hombre tenía algo especial que me llamaba la atención y que hacía mirase en su dirección una y otra vez mientras removía sin interés el café con leche de la humeante taza y daba los primeros cortes al majestuoso croissant que me habían servido. Molesto conmigo mismo por no ser capaz de descubrir el motivo de mi interés, dejé de observarle y dándome la vuelta atendí al esayuno.

 Llegó el día y el turno como ponente de Michio Tatú. El lugar estaba lleno de asistentes como era de esperar ante el anuncio de la inminente demostración empírica de poder viajar en el tiempo. En los artículos publicados en las más prestigiosas revistas científicas, planteaba que era posible viajar indistintamente al pasado y al futuro.

 Periodistas llegados de todo el mundo ocupaban los abarrotados  pasillos a la espera de su proclamada aparición en público. Fue entonces, cuando la dirección del Congreso anunció su inminente entrada a la sala. Vi nuevamente a mí inquietante personaje dirigiéndose por el pasillo hacia las primeras filas de la sala. Di un respingo. Sentí como una punzada en el pecho y, por un instante, pensé que iba a sufrir un infarto. Ya me veía caer al suelo abatido por una mano invisible y la gente arremolinándose a mí alrededor. Unos como buenos samaritanos, otros atraídos como un helado a la puerta de un colegio por su curiosidad malsana.  Movidos por el morbo del momento.

Le había visto el tatuaje que llevaba hecho en la muñeca derecha. Un sol amarillo lanzando llamaradas y un punto azul casi lamido por una de ellas. Lo conocía bien. Era el mismo tatuaje que me había diseñado el tío Charles tres años atrás, en su taller de publicidad. No sólo era como mi tatuaje, era el mismo. Era yo.

 Se acercó a Michiu Tatu. Me acerqué yo también de alguna manera. De pronto, hubo un gran resplandor que inundó toda la sala de conferencias de una luz blanca que no molestaba a la visión y que sin embargo todo se cubrió de ella.

Nunca más se supo de Michiu Tatu ni se volvió a hablar de él.

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