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El espionaje durante las Guerras es algo que nos sigue fascinando en la actualidad, nos enganchan las historias sobre cómo se desarrolló el ingenio hasta límites insospechables para poder pasar información que pudo cambiar el rumbo de la historia. Lo que más nos ha gustado de estas espías de las que te vamos a hablar a continuación es que no iban con gabardina, ni tampoco eran estilosas actrices o seductoras de hombres, se trata de abuelas que hicieron de una labor común una forma de comunicación de lo más audaz.
Durante la I Guerra Mundial, los espías usaron los tejidos, bordados, tapices, etc para transmitir mensajes en código, muchos de ellos están recogidos en el libro de 1942 Guide to Codes and Signals. Las mujeres se habían quedado en casa, esperando a que sus maridos volvieran de la Guerra, así que muchas comenzaron a tejer calcetines, sombreros y pasamontañas para enviar a sus maridos. El tráfico de prendas de punto se veía como un acto de amor, en lugar de la forma de comunicación a la que recurrieron aquellas que fueron espías, usando el código morse como lenguaje: un nudo puede convertirse en un punto, y una lazada un guión, las combinaciones son infinitas. De esta manera podían pasar mensajes secretos a través del punto sin que el enemigo sospechara.
En la II Guerra Mundial, a pesar de toda la tecnología militar, el punto se convirtió de nuevo en la forma más eficaz de transmitir información: en Bélgica, se contrató a mujeres mayores que vivían cerca de los patios de trenes para agregar código a sus tejidos en el que se informase sobre los viajes de las fuerzas enemigas. Cada vez que pasaba un tren la tejedora cambiaba la puntada, haciendo calados intencionados sobre una pieza de ropa tejida que luego pasaba a un soldado.
Una de las espías que más usó este sistema durante la II Guerra Mundial fue Phyllis Latour Doyle, la agente inglesa actuó como enlace en Normandía. Infiltrada en el bando alemán, Phyllis siempre llevaba consigo hilo de seda, sobre el que transmitía mensajes en morse a partir de nudos que hacía sobre los hilos, luego los añadía a su pieza de seda, con la que siempre viajaba atada al cabello. El personaje Agent Carter, de la serie de TV, está basado en esta valiente mujer.
Elizabeth Bentley fue agente doble entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Ella tejía sobre una bolsa que siempre llevaba consigo los planos de las primeras bombas B-29 e información sobre los avances en la aeronáutica soviética.
Está claro que las apariencias engañan, tanto en el de las valientes abuelitas que tejieron en Bélgica, como en el de las espías que se infiltraron en el bando enemigo, ser mujer y tejedora durante la Guerra se convirtió en un acto de valentía que hoy en día merece ser conocido.
Fuente:duduadudua
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