
El Neolítico que nos ocultaron: cuando las mujeres gobernaban la tierra
Mate y veneno06/16/2025 Por José Luis Ortiz GüellPOSDATA Digital Press | Argentina
Nuevos hallazgos arqueológicos cuestionan el relato patriarcal de la prehistoria y plantean una pregunta incómoda: ¿Cuándo empezamos a borrar a las mujeres de la historia?
Durante generaciones, los libros de historia nos han presentado el Neolítico como un mundo de hombres fuertes y mujeres pasivas. Pero los huesos desenterrados cuentan otra historia muy diferente. En yacimientos desde Çatalhöyük hasta la Península Ibérica, los análisis osteológicos revelan que muchas de las tumbas con ajuares suntuosos -antes atribuidas automáticamente a hombres- pertenecen en realidad a mujeres. Sus fémures muestran marcas de actividad física intensa, sus caderas conservan huellas de partos múltiples... y sus brazos tienen las mismas marcas de lanzas que los varones.
La arqueóloga británica Lucy Walker, en su estudio pionero de 2022, demostró que el 60% de los enterramientos neolíticos con herramientas de poder (bastones de mando, hachas ceremoniales) correspondían biológicamente a mujeres. "Nos han hecho creer que el liderazgo femenino era excepcional, cuando en realidad era sistemático", afirma. El error, según Walker, proviene de lo que ella llama "el sesgo de la espada": la tendencia a asociar cualquier objeto ritual con género masculino.
La transición al patriarcado no fue natural ni inevitable. Las pruebas apuntan a tres factores clave:
- La domesticación de animales (que requirió mayor fuerza física)
- Las primeras formas de herencia patrimonial
- El auge de cultos guerreros
Pero el proceso tardó milenios. En la Dama de Baza (Granada), del siglo IV a.C., aún vemos a una gobernante enterrada con todas sus insignias de poder.
Estos hallazgos no son solo curiosidad histórica. Cuestionan los fundamentos mismos de nuestro orden social. Si el patriarcado no es "natural" sino construido, ¿qué otras estructuras de poder damos por inmutables que son en realidad frágiles construcciones?
Como escribió la premio Nobel Svetlana Alexiévich: "La historia la escriben los vencedores, pero la verdad late bajo tierra, en los huesos silenciosos que esperan su turno para hablar".
Quizá el verdadero progreso no consista en inventar algo nuevo, sino en recordar lo que ya fuimos. Esas mujeres neolíticas -enterradas con sus hachas y semillas- nos demuestran que el liderazgo femenino no es una "conquista moderna", sino un derecho ancestral que les arrebataron. Su historia nos interpela: ¿Cuánto talento hemos perdido como sociedad al silenciar durante milenios la voz de la mitad de la humanidad? Hoy, cuando una niña coge un libro de prehistoria y solo ve hombres cazando, le están robando sus referentes. Pero también le están robando a los niños la posibilidad de imaginar un mundo donde el poder no tiene género.
Los huesos de nuestras antepasadas ya han hablado. Ahora nos toca a nosotros escribir el siguiente capítulo. Uno donde no haya que "demostrar" que las mujeres pueden liderar, porque la arqueología -y la vida- ya lo han demostrado. Donde la fuerza no se mida por músculos sino por inteligencia colectiva. Donde al fin entendamos que ninguna sociedad florece cuando la mitad de sus miembros caminan con los pies enterrados en el olvido. El Neolítico nos dejó un mensaje oculto durante siglos: el equilibrio entre lo femenino y lo masculino no debilita a una civilización. La debilita el desequilibrio.




