Roberto, su enseñanza
El ingeniero Roberto Servente, fue el único sobreviviente de 59 pasajeros de la tragedia aérea del Curtis en 1959 en Mar del Planta
Opinión - La columna de Eduardo17/05/2018 Eduardo ServentePosdata Digital| Argentina
Por Eduardo Servente | Ingeniero Civil
En el pasado mes de enero de 2018 se cumplieron 59 años de aquel accidente de aviación en la que el viejo avión Curtis cayó al mar por una fuerte tormenta en Mar del Plata. Fallecieron 51 personas y hubo sólo un sobreviviente, mi padre, Roberto Servente.
En ese entonces, a sus 39 años, pudo hacer frente a las dificultades y transformar esa sucesión de milagros en realidades para acompañarnos y guiarnos hasta sus 93 años en los que se despidió definitivamente dejándonos innumerables lecciones.
Aquel accidente y su historia de vida se han contado muchas veces. Hoy quiero referirme a sus principios, a su ideología y a su enseñanza.
Confieso que recién cuando comencé a trabajar a su lado, empecé a conocerlo. Y hoy sé que fui el único de sus hijos que me supe acercar a él, que supe dialogar, entenderlo.
Por razones familiares que no voy a exponer, durante mi infancia y juventud puedo decir que mi padre no estuvo muy cerca, pero igualmente elegí seguir una carrera afín a lo que él hacía y finalmente trabajé a su lado hasta su último día.
Como decía más arriba lo empecé a conocer a medida que compartíamos el día a día. Quizás por ser su hijo menor, quizás por ser aquel hijo no planeado, fui el más curioso. No me dejé llevar por las confortables historias oficiales familiares y le rompí los esquemas cuestionándole todo. En definitiva, fui el único hijo que habló con sinceridad con él y llegué a conocerlo como ninguno.
Así fue que supo transmitirme sus ideas de libertad y principios éticos. Afiliado al Partido Cívico Independiente y a sus sucesores Nueva Fuerza y UCeDé siempre me indicó cómo el concepto de libertad estaba por encima de todo en la vida en sociedad.
Comencé a militar de muy joven acompañándolo mientras podía y las circunstancias lo permitían. Muy rápido me desilusioné con cualquier carrera política, nunca pude sentir que ahí hubiera transparencia y que fuese sano. Pero justamente mi padre me decía que en ese ámbito se notaban mucho las bajezas humanas y los egoísmos, pero el defender las ideas en cualquier ambiente que uno se desarrolle es enriquecedor para uno mismo. Más aún si uno defiende las ideas de la libertad.
Con palabras claras, con firmeza, sin dudas, con calma, siempre tenía los argumentos y las palabras adecuadas para razonar y hacer razonar sobre sus ideas políticas.
Así fue como aprendí de él. La libertad, repetida tres veces en nuestro himno, fue un faltante en nuestro país que él lo sintió desde su juventud y yo desde que nací.
Siempre optimista, pensaba que de alguna manera, en algún momento, la sociedad de nuestro país iba a darse cuenta y perdería el miedo de vivir en libertad. Criticó siempre los cambios que se producían y cada día perdíamos más y más libertad.
Él contaba cómo allá a lo lejos, en su juventud, vio cómo un gobierno le fue sacando al pueblo sus libertades, primero económicas, luego de trabajo y finalmente y en forma escandalosa sus libertades civiles. Aunque toda su vida trató de cooperar por el bien del país, siempre criticó las faltas de libertad que nos imponían los distintos gobiernos. A veces cercenaban nuestra libertad económica, otras nuestra libertad social y más grave aún nuestra libertad civil.
Era consciente de lo que sucedía en nuestra sociedad y de lo difícil que era lograr el convencimiento para cambiar y dejar de lado esa aventura patriótica de alejarnos de la libertad pensando que de esa manera la vida era mejor y más justa. Nunca bajó los brazos. Su trabajo lo llevó muchas veces a tener reuniones con los más altos mandos del país, sin importar el color político, y siempre su postura fue la del ciudadano que reclama por la libertad.
Hijo de inmigrante italiano, su educación estuvo caracterizada por la dedicación al trabajo, y su vida mantuvo esa coherencia agregando la defensa de sus ideales.
Libertad, trabajo, honestidad, sinceridad, optimismo, saber razonar, escuchar.
Muchas veces hablando sobre aquella sucesión de milagros que le permitió vivir tantos años después de su accidente de aviación se cuestionaba cual era la razón, cual su misión por la que Dios no lo llamó en aquel entonces y le permitió seguir estando entre nosotros.
En lo que a mí respecta la razón fue estar, vivir, trabajar a su lado, ser su casi único confidente; eso hizo que Roberto Servente, mi padre, pudiera transmitirme sus principios y valores.
Dejó su huella. Marcó la vida.
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