POSDATA Digital Press| Argentina
Por Eduardo Servente | Ingeniero Civil| Productor y conductor de radio
En estos tiempos escuchamos mucho hablar de igualdad; igualdad de derechos, igualdad de género, igualdad de posibilidades, etc., etc., etc.
Pero, no somos iguales.
En teoría somos todos iguales ante la ley, aunque todavía existen diferencias, privilegios para algunos que no pagan los mismos impuestos que nosotros ni necesitan hacer los tediosos trámites de todos los días, privilegios para legisladores que por exceso de protección no responden ante delitos comunes como cualquier miembro de la sociedad, y tantos otros.
¿Podemos decir que somos todos iguales?
Nacemos distintos. Mujer, hombre o lo que quieras decir, no voy a entrar en esa discusión. Bien diferentes uno del otro.
Recuerdo que en el colegio siempre me gustó la matemática y las ciencias y había compañeros que les gustaba más las humanidades. Yo era un tronco jugando al fútbol y había otros que la rompían. Yo estaba entre los más altos de la clase aunque era el menor y siempre tenía una fila por delante…
Somos bien distintos.
Esas diferencias son naturales y muchas de esas por costumbres o hábitos milenarios. Hoy no considero que en nuestra sociedad occidental haya prohibiciones de hacer lo que se nos ocurra solo por ser diferente, pero los cambios de costumbres no se hacen tratando de imponer otras, sino proponiéndolas e implementándolas en el ámbito en el que podemos influir.
Pensemos un poco, si tanta igualdad pregonan, en las obras en construcción deberían tomar la misma cantidad de hombres que de mujeres para el oficio de albañil, la licencia por maternidad debería ser igual que la de paternidad, y así muchos ejemplos más.
El socialismo se colgó de los slogans de los movimientos sociales por igualdad de derechos y defiende a ultranza la igualdad entre todos cuando la naturaleza nos hizo diferentes.
El liberalismo en cambio defiende la equidad que es lo que marca la igualdad de posibilidades y a pesar de las diferencias que podemos llegar a tener, nuestro esfuerzo personal nos permite tener oportunidades similares a los demás.
La diferencia es conceptual, es importantísima. No podemos pretender igualar lo que es distinto. Con esa no igualdad no se está discriminando, por el contrario, esa presunta igualdad es la que discrimina al pretender que seamos iguales el uno al otro cuando no lo somos. En el otro sentido la equidad nos iguala en oportunidades y premia nuestro merecimiento, nada más justo e inclusivo.
El camino es la equidad que impulsa el liberalismo, no es la igualdad que pregona el socialismo.