El peronismo no es sano

El peronismo durante todos los años que gobernó, con diferentes métodos e ideologías no logró ni apenas acercarse a alguno de esos objetivos. La realidad está a la vista y es indiscutible.

Opinión - La columna de Eduardo11/03/2023 Eduardo Servente
El peronismo no es bueno
El peronismo no es buenoFoto:Infobae
  

POSDATA Digital Press| Argentina

Por Eduardo Servente | Ingeniero Civil | Conductor  y productor de contenido de radio 

Panorama histórico | Publicación original 07/06/2018 

Desde los albores del siglo XVI hasta principios del siglo XIX pasaron tres siglos donde los españoles llegaron a estas tierras, las conquistaron, y organizaron la extracción de riquezas para llevarlas al viejo continente y en beneficio propio.

A inicios del siglo XIX los vientos de libertad soplaban en el continente americano y nacimos como nación independiente.

Al principio de nuestra vida de independencia sufrimos varias luchas fratricidas hasta que luego de varios años con mucha sangre, con las ideas y capacidad de creación de varias mentes brillantes se logró la organización seria y definitiva del país.

En una tierra con muy poca población se logró un sistema que hizo saltar a la república a los primeros planos mundiales.

Se consiguió una inmigración voluntaria récord en la historia de la humanidad, principalmente italiana y española, hicieron que nuestra población tenga características únicas entre los vecinos.

Arribaron cientos de miles de inmigrantes europeos año a año, escapándose de la pobreza de un continente anciano, lleno de historia, pero con pocas posibilidades de desarrollo.

“Hacer la América” era el objetivo de nuestros abuelos, y le dieron a estas tierras su impronta de trabajo y ahorro.

Los inmigrantes que llegaron de la Europa pobre no eran precisamente aristócratas ni integrantes de la clase pudiente; eran operarios, obreros, campesinos, técnicos, artesanos, comerciantes, etc. que soñaban con una vida mejor. El mundo estaba en plena revolución industrial con el progreso que significaba, como así también con los desfasajes e injusticias sociales producidas por los nuevos cambios.

Entre todos esos inmigrantes había obsecuentes, trabajadores, independientes, rebeldes, anarquistas…Toda una mezcla que se debía organizar para sacar un nuevo país adelante.

Esa organización se logró dentro de un sistema liberal, basado en el individuo, plasmado en nuestra Constitución que se aplicaba en los grandes países en desarrollo y dio frutos como nunca en la historia. Contrapuesta a esa tendencia, en el mundo surgían también las ideas comunistas, igualando las personas a la fuerza, bajo presión del estado, creando luchas de clases internas en cada sociedad.

Después del primer cuarto del siglo XX, empezaron a surgir en Europa y en extremo oriente ideologías que marcaban una tercera posición en la que se buscaba un punto intermedio entre la creatividad del desarrollo individual o del centralismo del estado.

Finalmente resultó ser un dirigismo tan nefasto que logró que las grandes potencias representantes del capitalismo y del comunismo se unieran para destruirlo. Con la sangrienta II Guerra Mundial se destruyó al nazismo y al fascismo de los principales lugares de la tierra, pero…

 Historia local

 En 1930 se rompió el orden institucional que regía en Argentina desde 1853, o bien desde 1860.

Ese período institucional se lo suele criticar de muchas maneras, pero pocas veces se lo juzga considerando las circunstancias del momento en que se estaba viviendo; por esa razón es que nunca se puede explicar ante tanta crítica el avance institucional y económico del país.

La fórmula era muy simple: respeto institucional e ideas liberales.

Como dijimos, con la revolución del ’30 se derrocó a un gobierno constitucional, y si bien se puede decir que “ese gobierno era malo”, o que “hubo gobiernos de facto muy buenos”, el gran defecto fue romper ese orden institucional. Desde aquel momento, prácticamente no levantamos cabeza.

Después del golpe del ’30 se sucedieron varios años de turbulencia e indefiniciones hasta que apareció la figura fuerte del Gral. Perón.

Perón tomó esas ideologías europeas que motivaban a cientos de miles de seguidores que hablaban de una tercera posición, lejos de los “imperialismos” y cautivaban a sus seguidores con un fuerte nacionalismo.

Sedujo a la mayor parte del pueblo trabajador tomando como propias nuevas normativas y condiciones de trabajo que ya existían o bien se aplicaban en el resto del mundo y fortaleciendo un populismo incipiente que todavía hoy nos persigue.

Durante el primer período de gobierno “peronista” desde el año ’46 al ’55 se acrecentó al extremo la división del pueblo argentino. Algunos historiadores dicen que Perón creó esa diferencia y la agigantó, otros dicen que trató de salvarla y otros dicen que no supo o no pudo restaurar la unión.

Pero no es momento de echar culpas. Siempre fuimos una sociedad con diferencias, difícil de congeniar y en definitiva, si hay algún responsable de las diferencias y separaciones del pueblo argentino, es el mismo pueblo que vive con esas diferencias, las alimenta, las agranda y realmente hace muy poco para zanjarlas.

Perón cayó derrocado en 1955 por esas diferencias y las intolerancias de los grupos de poder. Pero siguió siendo la persona más influyente en la política argentina desde su exilio. Lo demuestra el hecho que en los últimos setenta años desde aquel 1946 que subió al poder por primera vez, tuvimos 36 años, es decir más de la mitad, de gobiernos peronistas.

Ese peronismo mudó sus ideologías. Ese nacionalismo anacrónico, que si bien continuó y continúa apareciendo como ideología válida para algunos sectores, muchas veces dentro del mismo peronismo se lo denostó y repudió, para luego volver a él más reforzado.

En distintos momentos históricos permitió en su seno diferentes ideologías y mostró comportamientos fluctuantes dependiendo del momento político que se vivía.

Así fue que del nacionalismo de la primera época de Perón pasamos a un pragmatismo endeble del período ’73 a ’76, luego un gobierno más amigable con los mercados del ’89 al ’99, una mezcla de políticas de mercado con nacionalistas del 2001 al ’03 y un popurrí de ideologías nacionalistas y de izquierda entre el ’03 y el ’15. Todos esos gobiernos estuvieron teñidos de una marcada tendencia populista que hizo que cualquiera de las ideologías implementadas se viera desvirtuada y ensuciada por una corrupción cada vez mayor.

Si recapitulamos en los orígenes y en los postulados de Perón por los cuales todos sus seguidores se llenan la boca, veremos que las tres grandes banderas del peronismo son: Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política. Pero entonces pensemos, ¿hay algún argentino en su sano juicio, que no quiera estas tres cosas para su país? La respuesta obvia es que no, todo argentino desea sanamente que esos tres postulados se cumplan definitivamente.

El peronismo durante todos los años que gobernó, con diferentes métodos e ideologías no logró ni apenas acercarse a alguno de esos objetivos. La realidad está a la vista y es indiscutible.

Lo que logró es tomar el poder en reiteradas ocasiones y con distintos lineamientos ideológicos, por más que siempre estuvieron teñidos de populismo. Por lo que entonces se puede deducir claramente que el peronismo no responde a una idea o a una política marcada sino que, como dijimos, permite albergar en su seno diferentes ideologías, pero mantiene como objetivo básico la necesidad de obtener el poder, hasta algunas veces podemos decir, algo reñido con los principios democráticos.

Por lo tanto es totalmente claro que hoy la función única y exclusiva del peronismo es la obtención del poder, es decir es meramente una herramienta para ese objetivo.

Entonces como miembros de un pueblo demócrata y republicano cabe preguntarnos, ¿es sana la existencia del peronismo?

Sin duda, no.

No existe como ideología, nunca pudo cumplir sus postulados, llevó al pueblo a una pobreza cada vez mayor, empobreció la educación para facilitar el convencimiento de sus votantes y adueñarse del poder, en definitiva, desde su aparición fomentó un populismo creciente del que nadie pudo o quiso salir.

Populismo que le sirvió para adueñarse del poder y agigantar la corrupción en beneficio de sus actores.

Lo peor del caso es que muchos que se dicen “peronistas”, tienen arraigada esa mentalidad populista destructiva y pululan por distintos espacios políticos inclusive en aquellos en los que pregonan grandes cambios de mentalidad, sinceridad y transparencia.

Aglutinados en el partido, independientes o presentes en otras organizaciones son una enfermedad de nuestra sociedad. Hasta que no nos convenzamos como pueblo que el peronismo fue y es el principal factor de todos nuestros males, no podremos salir adelante y soñar que nuestros nietos disfruten de una Argentina sana y pujante.

Ese es el cambio que realmente necesita nuestra sociedad para dar un salto mejorador en pos de la búsqueda del bienestar de todo el pueblo.

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