Cámara Argentina de la Construcción

En los últimos días se ha hablado mucho de esta organización y deseo en este artículo separar claramente a la institución y su historia, de los miembros advenedizos y circunstanciales

Opinión - La columna de Eduardo 14/08/2018 Eduardo Servente
Pont du Gard, obra del Imperio Romano en el sur de Francia
Pont du Gard, obra del Imperio Romano en el sur de Francia Foto: Nicolás Servente

Posdata Digital| Argentina

Por Eduardo Servente | Ingeniero Civil

La Cámara Argentina de la Construcción fue creada en 1936 con el objetivo de reunir a las empresas constructoras y defender sus intereses.

En los últimos días se ha hablado mucho de esta organización y deseo en este artículo separar claramente a la institución y su historia, de los miembros advenedizos y circunstanciales.

En aquellos años de su creación se pensó como imagen de la Cámara algo que representara a todos los constructores y a los objetivos que se defendían. Por eso se eligió la imagen del Pont du Gard, obra del Imperio Romano en el sur de Francia, que conjugaba tres aspectos básicos de la construcción como la arquitectura, la vial y la hidráulica, y además representaba la durabilidad de las obras tal que casi dos mil años después, en aquel entonces seguía cumpliendo sus funciones.

La Cámara siempre luchó por la libre competencia y el respeto de las leyes existentes. Puso a Argentina como líder latinoamericano en la defensoría de la libertad de mercado y se la escuchaba como maestra en todos los rincones de América. Como muchas otras cámaras de otros países siempre fue una ferviente enemiga de la corrupción. Recuerdo que en una convención de la Federación Interamericana de la Industria de la Construcción, donde nuestra Cámara siempre fue factor protagónico, se criticaba con enfervorizados discursos la corrupción creciente en la industria de los países latinoamericanos, y fue ahí donde escuché una frase brillante del ingeniero colombiano Carlos Ball que decía: “Frecuentemente oímos decir que es tan culpable el que paga como el que recibe una comisión, pero no se les ocurre concluir que el más culpable de todos es quien dicta las reglas de juego, que hacen posible y terriblemente atractiva la compra de privilegios.”

Recuerdo a mi padre, Roberto Servente, quien fue miembro de la Cámara casi desde sus inicios, discutir fuertemente con sus colegas las veces que pretendían ciertas ventajas o preferencias para un determinado sector. La Cámara, como lineamiento general siempre guardó esa conducta de transparencia y libre competencia. Mi padre dejó este mundo en 2014 y lo recuerdo en sus últimos tiempos con un dolor profundo en el alma porque habían transformado a esa Cámara rectora en un conjunto espurio de mal llamados empresarios que solo buscaban beneficios propios.

Acompañé a mi padre en la Cámara gran parte de mi vida y supe comprender sus principios éticos. Vi la transformación con mis propios ojos cuando a partir de 2003 el gobierno más corrupto de nuestra historia presionó para que sea nombrado presidente de la Cámara un amigo de ellos, que ya hacía tiempo venía haciendo bien sus deberes en Santa Cruz.

Lo que dicen que contó Enrique Wagner (sí, digo Enrique porque es como él quería que lo llamen) en el juzgado era totalmente conocido en los pasillos de la Cámara; no había nadie que pudiera desconocer de la operatoria implementada, las coimas pagadas y los beneficios conseguidos para unos pocos.

Personalmente no pude soportar tamaña hipocresía. En los foros donde participaba la Cámara y se discutían grandes temas de actualidad y de la construcción veía a varios de mis colegas aplaudir rabiosamente palabras de Cristina Fernández de Kirchner, del Arq. Julio De Vido, o del funcionario que tuviese que hablar. A mi gusto eran cómplices o trágicos “idiotas útiles”.

Dejé de ir a la Cámara. Expresé como pude en los ambientes donde me movía cómo era el sistema de corrupción de la obra pública. Por suerte hoy sale a la luz.

Quiero dejar bien en claro la diferencia de la institución y su historia, que a pesar de sus errores siempre mantuvo presente sus principios éticos, con la de estos pseudo empresarios de turno que tomaron el poder circunstancialmente apoyados por un gobierno con el único objetivo de robar.

Estoy convencido que la institución superará a los hombres y la Cámara Argentina de la Construcción volverá a ser ejemplo de libertad, de competencia, de transparencia, y principalmente de ética y moral en los negocios.

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