Aquellos enanitos

El Arca de Luis- Buscá tu lugar ideal y sumergite en la primer historia del año que se inicia

El Arca de Luis 04/01/2019 Luis García Orihuela
EnanitosDibujo:Luis García Orihuela


Luis Gracia OrihuelaPor Luis Garcia Orihuela | Dibujante | Escritor



Posdata Digital | Argentina

 AQUELLOS ENANITOS

Aquellos enanitos verdes y grises no me dejaban dormir, entre todos debían de haberse puesto de acuerdo para despertarme, y lo consiguieron al estirar de la sábana desde los pies de la cama. La algarabía consiguiente que se montó fue espectacular, a saber, los verdes tiraban desde uno de los extremos y los grises desde el otro. Las fuerzas eran más o menos igualadas, tanto en cantidad de unos y otros allí presentes, como en cuanto a tamaño físico, el cual no dejaba de ser bastante deplorable dicho sea de paso. No sólo eran de un tamaño pequeño comparado con el de un ser humano corriente como yo, si no que su aspecto era como si se les hubiesen quitado el esqueleto por dentro, dando así un aspecto como de goma de mascar. La situación en sí era tan absurda y fuera de lugar, que me quedé contemplando lo que hacían como si fuera un mero espectador pendiente de la pantalla de un cine cualquiera, sin prestar por otro lado atención a su desproporcionada cabeza ovoide y sus ojos tremendamente grandes y situados a los lados. De haber tenido nariz habría pasado desapercibida, pero ni los enanitos grises ni los verdes disponían de nariz, al menos no a simple vista. En su lugar solo dos pequeños orificios muy juntos se podría decir que hacían las veces de las mismas. Cuando tiraban con más fuerza de la sábana podía percibir como aquella zona se arrugaba en tres o más pliegues, confiriéndoles un aspecto mas siniestro y preocupante que al despertar y verles por primera vez en mi habitación, y encima de mi cama como de mi persona. No tenía ni idea de dónde habían salido aquellos seres, y si el destaparme y despertarme formaba parte, de alguna manera, de un juego entre ellos, ritual o de una competición cuyas reglas, si las había, yo desconocía por completo. Parecía estar llegando a su final. Uno de ellos, ¿O sería mejor decir de ellas? Dejó de tirar hacia su lado al ver asomar bajo la sábana mi pantalón de pijama blanco con globos rojos de distintos tamaños.

Los verdes, que eran los que tiraban del otro lado, al no esperar la repentina perdida de tensión por parte de los grises, se cayeron al suelo con el consiguiente alboroto entre ellos. De haber podido, me abría reído gustoso de lo sucedido. Ya empezaba a pensar en si lo estaría soñando todo, cuando el ser que se había fijado en mi pantalón saltó hacía él e hizo amago de quitármelo. Pensé, «Bueno ya esta bien de tanta chaladura y tontuna. Hasta aquí hemos llegado», y tal como lo pensé me incorporé lo suficiente para darle un empellón a aquel ser no invitado a mi alcoba. ¿Sería chica y por eso…? Pero no se le notaba atributos sexuales que indicasen cual era su sexo, y eso a pesar de que parecían no llevar puesta ropa alguna.

Quizás su intención era hacerme sintonizar con grises y verdes en cuanto a su modo de vestir o de no-vestir. Incluso era posible fueran menores de edad y por eso fuesen bajitos, o una raza desnutrida. ¡Quién sabe! En cualquier caso mi brazo apenas llegó a atizarle un sopapo como era mi intención dárselo con la mano abierta. Igual que si hubiese atacado a una presa de gran tamaño, se movió con una rapidez increíble hacia el lado contrario de mi mano, y arrugando el entrecejo en cuatro líneas horizontales (que le conferían el aspecto de un saco de arroz vacío), me miró de una forma rara, especial. muy fijamente, me pareció ver en sus grandes ojos negros infinitos universos, mis brazos cayeron lacios a mis costados, de la misma manera abría ocurrido si alguien me hubiese cortado los tendones y huesos de los hombros con un potente haz de un rayo láser. Con su dedo central, el más largo de los tres (descubrí ese detalle en ese momento) me empujó en el centro de la frente, sin apenas hacer fuerza, y mi torso cayó sobre la cama sin lograr oponer, ni tan siquiera, una mínima resistencia que me permitiese salir airoso de la situación como macho Alfa de la especie dominante. Sentí como que no tenía voluntad, y yo mismo me confirmé, a regañadientes, que el ser enclenque que tenía encima de mi cuerpo y que ahora me desprendía de mi pantalón, me había dejado imposibilitado de realizar cualquier tipo de acción defensiva en esos momentos tan poco airosos y si muy indignantes, bochornosos y cruciales. Vi como un túnel oscuro que se abría ante mí, y luego, de repente, una gran luz blanca que avanzaba a mi encuentro inundándolo todo a su paso con un fuerte resplandor. Apenas sentí nada, pero la sensación que tenía era de estar flotando en mi habitación y conectado con múltiples tubos alargados a máquinas inimaginables que analizaban y recorrían cada centímetro cuadrado de mi cuerpo, extrayendo líquidos vitales que nunca abría llegado a imaginar formasen parte de mi persona.

La luz, aquel resplandor que me había alcanzado, fue cediendo paso en mis ojos a las formas que me rodeaban más cercanas e inmediatas, y gradualmente mis ojos comenzaron a vislumbrar los colores, tonos grises que poco después se fueron convirtiendo a las tonalidades características de mi dormitorio. No se cómo lo hice, ni el tiempo que empleé en vestirme y salir a la calle; mi mente todavía pugnaba por encontrar una explicación coherente a todo lo sucedido. No había lógica en todo aquello, los enanitos que habían invadido mi intimidad mientras dormía ya no estaban. Era como si nunca hubiesen existido. Cerré la puerta de la entrada y acto seguido descendí por la escalera hacia la calle.

A cada escalón que bajaba pensaba si sería una buena idea contar lo sucedido a los amigos más allegados, de hecho, al volver mi visión tumbado en la cama, no había resto alguno de tubos ni de enanitos; la única prueba posible pasaba por la ausencia de las prendas del pantalón y la camiseta del pijama, las cuales las había encontrado tiradas a un lado de la cama, hecho del cual estaba seguro de no haberlo protagonizado yo.

Conforme descendía por la escalera, apunto estuve de caerme al no haber calculado bien la distancia hasta el siguiente escalón, y lo mismo me sucedió con el siguiente. Suerte que ya veía la puerta de salida a la calle, El patio se me antojaba mucho más grande que de costumbre. Miré bien antes de poner el pie en el último peldaño, y de un pequeño saltito lo rebasé y salí afuera. Hice el intento de parpadear varias veces ante lo inusitado de la escena que tenía ante mis ojos. Mi visión era panorámica, abarcando un campo visual mucho más grande, y las casas, los vehículos, los árboles del jardín que tenía ante mí… Todos se habían vuelto gigante. Escuché unos sonidos que me resultaron familiares, y al momento, un grupo de aquellos seres grises y verdes pasaron frente a mi por la acera de enfrente en dirección a la avenida de Primado. Ellos también habían crecido.

Levanté mi brazo derecho para llamarles la atención. Necesitaba respuestas. Entonces me percaté de que mi brazo y el resto del cuerpo  era ahora de color gris, un color gris de enanito.

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