Ella es amable; siempre golpea mi puerta para pedirme un poco de azúcar
Correspondencias del tiempo
En algún lugar de Buenos Aires dos almas se atreven a la osadía de escribirle al tiempo, y a guardar pasiones en el baúl de la historia.
Columnas - La Cima Del Tiempo05/07/2019 Sil PerezPOSDATA Digital Press | Argentina
Por Sil Pérez | Poeta | Escritora | Miembro directivo de SADE(Lomas)
CORRESPONDENCIAS DEL TIEMPO
La sorprendió la curiosidad de amar. Catalina sabía que el amor, era un horizonte secreto. Que las razones no eran los puertos. Que el destino era siempre el naufragio.
En algún lugar de Buenos Aires dos almas se atreven a la osadía de escribirle al tiempo, y a guardar pasiones en el baúl de la historia.
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Buenos Aires, 17 de marzo de 1870
Carta a mi amado
Estimado Eusebio, le escribo estas líneas sabiendo que al recibir la carta yo habré emprendido mi viaje. Estaba previsto, aunque no me animé a comentárselo la última vez que nos vimos. Confieso que desde entonces no hago otra cosa que pensar en usted. Aún no entiendo como pudimos atrevernos a tanto. La semana próxima acompañaré a mi esposo a la convención de Potosí. La decisión de ir es irrevocable. Estos compromisos solo generan en mi alma, una devastación que me consume de a poco. Debo confesarle que durante estos días especialmente a la hora del té, miré a mi Romualdo y no hice más que sentir vergüenza. No por lo que siento, que es sumamente intenso, sino porque la culpa sigue, una dama intrusa.
El jueves próximo partiremos en la diligencia de las 17. Iremos hasta el puerto de Buenos Aires, Lugar de donde zarparemos. Será una muerte lenta. Horas que destinaré a pensarlo y alzar mis sentimientos, a la cumbre donde descansan nuestros latidos. Será difícil su ausencia. Será enorme el vacío.
Sobre mi cama reposan vestidos con polisón, la mayoría colorados, como aquellas flores aterciopeladas que un día me obsequió, cerca del aljibe de don Anastasio, ¿lo recuerda aún?
Con cierto desgano y pronunciada agonía, voy guardando mis recuerdos en este baúl de madera. En su interior de cuero forrado voy dejando mis nostalgias. Mis peinetones con arabescos, calados en marfil, las que tanto le gustan. Hasta mis enaguas de seda, si las de pintas blancas. Es que me ruborizo de sólo recordarlas. ¡Ay, amado mío, no sé como haré para sobrevivir!
Debo empacar pronto, Flara, mi querida negra anda preocupada por esto de lo que ha escuchado en el pueblo. Las críticas de Sarmiento a Mitre no dejan de retumbar, y todo se vuelve por estos rincones, más siniestro. Se dice que el mariscal López tiene los dias contados.
A veces entiendo a Romualdo, su actividad política lo ahoga. Desde el norte regresaremos hasta la Banda Oriental. Allí la cosa no anda mejor. Es bien sabido que los portugueses insisten en el dominio. El revuelo político es enorme. Pero claro, yo no entiendo mucho, porque el evita explicarme. Cuando le consulto se ofusca de manera sorprendente. Es que las cosas de hombres son terrenos intransitables. Es que nosotras nacimos para adornarnos de tertulias saloniere, como las de Martina Barros. Tambien para leer suntuosas novelas como Casa Grande, de Orrego Luco, o las Aventuras de Tonm Sawyer, de Mark Twain. Sin olvidarme de El ideal de la esposa, de Vicent Grez. Aunque las obras literarias de Ana Carenina serán siempre mis preferidas. Usted sabe muy bien porqué. Esta carta es mi último suspiro. Mi horizonte será siempre el universo de mis pensamientos. MI sueño más osado se encuentra en este baúl. Aquí adentro se encuentran sepultados mis Atuendos, que no hacen otra cosa que hablar de usted. Una oleada de perfume se anticipa A un viaje nefasto. Solo abrazar su nombre me salvará del ahogo. Sumergirme en el intrépido deseo de implorarlo desde lo más hondo. Ya a esta altura de los hechos usted sabe que vivirá siempre en mi silencio. El de abrazar su nombre al intrépido deseo es lo que me hace revivir. Usted, mi amado está anclado a mi corazón. Desde allí escuchará mis latidos resonar con ansias, al pensarlo. Ruego que no se aflija al leer estas líneas, yo lamentaré la partida, y la distancia que se anuncia, pero mis alas regresarán al púlpito de su destino. A los amaneceres tibios que reflejan la mirada prohibida. Desde el cruce inminente de este secreto que hoy oprime mi pecho migrarán las golondrinas de un amor sin puerto. Ese que un día decidimos navegar sin miedo, para despabilar nuestras vidas dormidas.
Hasta siempre mi Eusebio amado.
Catalina Paula Obregón Sánchez de Alzaga.
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