Ovejas rojas

Hoy escribo sobre ovejas rojas que buscan un lugar. Y ese lugar puede ser una hoja, un archivo de word, un libro publicado, alguna antología o un bar.

Opinión - Sin ojos que los miren04/07/2020 Juan Botana
  

POLLASQUI FUEGO

POSDATA Digital Press | Argentina

Lic Juan Botana Por Juan Botana | Lic en comunicación | Escritor | Poeta

 

Hoy escribo sobre ovejas rojas que buscan un lugar. Y ese lugar puede ser una hoja, un archivo de word, un libro publicado, alguna antología o un bar. No lo tenía pensado así. Nadie lo previó, ni siquiera el más optimista. Sin embargo estaban ahí. El febrero pasado. Subidas al atrio del bar cultural Oveja Roja para mostrar sus escritos o arte por la iniciativa de un festival que implica a poetas desconocidos de distintos lugares, que están aumentando sus recursos y entrando a la palestra a través de un proyecto colectivo que utiliza a todos para ayudar a uno y a uno para impulsar a los demás. 

Nadie lo previó, ni siquiera el más optimista, que se alborotaran como lo hicieron cerca de 1.200 poetas en 11 festivales, que fueron itinerantes pasando por la ciudad de Buenos Aires, de Lomas a Lanús. Y que ahora es virtual. Sin embargo estaban ahí. Un 29 de febrero de un año bisiesto que la pandemia agotó. Lo eligieron para ir, luego que el Basa Cultura Colectiva nos rechazara por subir el volumen de un grupo de cumbia. Por qué los progres son así. Los rascas un poquito y les sale el fascista. Unos discriminan por pobres, otros por negros, los demás por feos o por falta de educación, Y rechazar entonces porque la literatura y la cumbia no debían mezclarse es de fachos también. Y la cumbia no debía estar antes de las 22 hs en un centro cultural de Lanús. Como no debía estar la poesía llenando lugares en municipios donde la literatura debe ser el feudo de organismos gubernamentales que eligen amigos o de la Sade local.

 Fueron eso entonces. Un rebaño de poetas que irrumpió como el peronismo antes que Perón. Como el Festival de Poesía llegó a la poesía mucho antes que yo. Llegó en tren desde el conurbano bonaerense, desde la Villa 31, desde otras provincias e incluso desde países vecinos como Chile o Uruguay. En la poesía que se mezcla con la política, con la religión, con la proclama, con el canto latinoamericano, con el existencialismo, con los abrazos, con la vida cotidiana o con lo personal en un bar, como el Oveja Roja, que lamentablemente cerró. Porque no pudo aguantar el asilamiento por una pandemia. 

Por ahora a nosotros nos fue mejor. Y contra todo pronóstico en lugar que el confinamiento por prevención del coronavirus nos separara, nos unió y amplió. Y la poesía llegó en la muchedumbre de Discépolo, de Homero Manzi, de Juan D´Arienzo, de Carlos Gardel, en la sonoridad de Néstor Perlongher o en los márgenes no contables de Pedro Lemebel. Poetas y poetisas ocupando los bares, museos y centros culturales, como un anticipo de lo que un día será nuestro 17 de octubre. Y como el peronismo vino en la espera solitaria de Scalabrini Ortíz, la misma de tantos otros que esperaban sin saber bien a quién o qué; en la proclama de una poesía libre de instituciones que nos los convoca o les cobra el favor, y el revisionismo histórico de los que ya no se aguantaban la misma historia literaria de siempre.

 

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