Para celebrar este solsticio, los invitamos a leer una poesía de William Henley: Invictus
Labios de tono azul
Era algo humillante, no me asustaba, pero sabía que nada podía curarme, no quería hacerlo, solo quería verme hermosa y mis vestidos y rubores podían darme lo que quería...
Literatura27/07/2020 Sharon GorositoFoto: Lynn Gunn
POSDATA Digital Press | Argentina
Por Sharon Gorosito | Escritora
Llevo catorce años presentándome en cientos de países como una artista plástica que se usa a sí misma. Ese es el título que me he ganado orgullosamente, además de amistades exóticas y experiencias inolvidables. Este es un camino difícil, sé que mis padres esperaban algo más de mí, es decir, tengo trabajo, conocí en carne propia la mitad del planeta y los visito con frecuencia, pero no les di nietos, ni cenas cálidas en mi hogar porque no suelo estar allí. Todavía intentan ocultar que se preocupan por esta pequeña de treinta y cuatro años, no los culpo, creo que la función protectora de los padres no desaparece desde que es adquirida.
Durante estos estirados años de mi vida me he ganado muchas enemigas también, es una de las motivaciones que me llevan a este fin. Suelo realizar pinturas en tonos blanco y negro, para así llevar a cada exposición atuendos que expresan colores furiosos que encandilan a cualquier ojo humano. Uso sombras amarillas, labiales coquetos y rubor, siempre he sido una mujer con una piel opaca, pálida, triste. De hecho, cuando era niña fue una cualidad que adoraba, y dicha sensación me fue casi arrebatada en la adolescencia. Mis amigas me arrojaban coloretes para hacerme entender que una niña tan bella no podía darse el lujo de no arreglarse y desperdiciar sus armas de feminidad. Sinceramente no entendía cuál era la función de todos esos materiales tan tóxicos cubriendo mis poros, solo me decían que con cada vestido y nuevo peinado me veía menos triste.
Me aferré a aquel discurso, pero jamás lo creí. Sigo usando vestidos hermosos y ostentosos, ya no gasto tanto en el peluquero porque de tanto decolorarme el pelo se me empezó a caer, uso pelucas diferentes cada mes, las combino y también logro equilibrar mis cejas, o lo que queda de ellas. Bueno, debo confesar un pequeño secreto, desde que era una adolescente además de alterar mi aspecto público dejé de comer, tuve tantas recaídas que tempranamente mi pediatra me diagnostico depresión y bulimia. Era algo humillante, no me asustaba, pero sabía que nada podía curarme, no quería hacerlo, solo quería verme hermosa y mis vestidos y rubores podían darme lo que quería. Eso pensaba, porque soy una mujer hermosa y es mi deber mostrarme al mundo como la que soy ¿no?
De todos modos estas inquietudes que terminarán por cubrir mi tristeza no hacen más que ambientarlos en lo que sigue, en lo que explica el breve objetivo de mi condición en este mundo. Mi nombre es Zuleika Parroc, he tomado 51 pastillas que han pintado mis labios de un radiante tono azul y esta es mi obra maestra.
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